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Blue

Cuando Aegon dijo que quería enseñarme algo, jamás pensé que se unirían a nosotros Aemond y Daeron. Y que para mi desgracia tenía que ir montada en un enorme dragón mientras me aferraba con todas mis fuerzas a Aegon.

Pero todo eso quedó atrás cuando llegamos a una inmensa pradera repleta de flores y árboles que me transportó directamente a aquel sueño que ya parecía haber tenido hace milenios.

Me bajé del dragón con ayuda de Aegon y me quedé en silencio.

Aemond fue el primero en comenzar a caminar con semblante serio y tras él fue Daeron sumidos en el mismo silencio que hasta ese momento nos acompañaba.

-Este sitio es hermoso- dije cuando sabía que los dos hermanos ya no podían escucharme.

Aegon se posicionó a mi lado.

-Es tuyo- las palabras de Aegon hicieron que mi corazón colapsara- incluido el castillo que hay al finalizar el sendero por donde se dirigen Aemond y Daeron.

-¿Por qué?- solo fui capaz de pronunciar aquello.

-Era nuestro trato, ¿Recuerdas?- comenzó a caminar y rápidamente le seguí- me habías pedido tierras para tu hermano, pero yo prefiero ofrecertelas a ti- me miró desde el rabillo del ojo- lo que hagas luego con ellas será solo problema tuyo.

Sonreí entusiasmada.

-Jamás pensé que…

-Me devolviste la vida cuando otros estaban empeñados en arrebatarmela- me interrumpió llevandose la mano a la cicatriz de su cuello- es lo menos que puedo hacer por ti.

Al escucharle decir aquello frené mis pasos.

-Te devolví a la vida porque Visenya me lo pidió- él se giró para mirarme pero yo continué hablando, no podía dejar pasar aquello aún con temor de que decidiese perdonarla y volver a sentir algo por ella- ella estaba destrozada y enloquecida, por eso accedí a usarla con ella.

Sus ojos se deslizaron hacia el suelo y se quedó en completo silencio.

-También lo he hecho por lo que estás dispuesta a hacer hoy por mi- cambió de tema dejándome claro que no quería continuar hablando de Visenya- muchos hombres van a acercarse a ti, Blue, y me he encargado personalmente de que corra la voz de que cualquiera que pida tu mano en matrimonio tendrá toda mi bendición, aunque…-clavó sus claros ojos en mí- cualquiera lo haría sin dudar con o sin mi bendición.

Me sonrojé ante sus palabras, pero entonces Daeron nos llamó haciéndonos perder el contacto.

-Vamos dentro…-murmuró Aegon- te va a encantar el castillo, tanto que no querrás cederselo a tu hermano.

Sonreí siguiendole por el sendero y no hablamos más hasta que pude ver ante mis ojos la inmensidad del lugar y el castillo de piedra que Aegon me había regalado.

Para mi total asombro, Daeron guío al interior a Aegon con la excusa de hablar de un tema privado, y yo…bueno, tuve que entrar y recorrer el castillo y sus inmensos pasillos acompañada de Aemond.

-¿Eres un tipo de escolta que Aegon ha puesto para mí?- pregunté tras varios minutos en absoluto silencio que solo se rompía con nuestros pasos.

Pero Aemond no respondió, ni siquiera me miró, se limitó a llevarse las manos a la espalda y continuar sus pasos lentos por la planta superior.

-¿Eres siempre así de serio e inexpresivo?

Entonces me miró con ese ojo lleno de hielo.

Suspiré cuando volvió a apartar la vista, al menos había logrado que reaccionara.

Abrí una de las puertas que conducía a una enorme biblioteca y sonreí caminando hacia las estanterías.

-Hoy he visto a Visenya completamente destrozada- confesé mientras pasaba los dedos por los pomos de los libros sin perderle de vista- no la he visto ser feliz ni una vez desde que la conozco.

Aemond se quedó quieto en la puerta sin entrar en la biblioteca.

-No puedes pasarte toda la vida tan serio…-susurré ignorando el terror que me daba observar las armas que siempre colgaban de su cintura- sino tu esposa jamás será…

-He visto como miras a mi hermano- me interrumpió con semblante serio y voz seca- más te vale olvidarte de lo que ronda tu cabeza porque solo conseguirás acabar muerta.

Tragué saliva.

-Todos lo pintáis como un monstruo, pero Aegon no es…

-¿Un monstruo?- volvió a interrumpirme esbozando una sonrisa- veremos si piensas lo mismo cuando consiga de ti todo lo que necesita.

Fruncí el ceño y cogí un libro de la estantería fingiendo completa indiferencia.

-Si fuera un hombre decente, te dejaría ir, te dejaría encontrar un hombre adecuado y medianamente decente para ti, pero no- su sonrisa se ensanchó- cuando Aegon se obsesiona por algo no hay nadie que le frene.

-Aegon no está obsesionado conmigo-repliqué.

-¿Has visto este castillo?- puso los ojos en blanco y se puso rígido cuando unos pasos interrumpieron nuestra conversación.

Dejé el libro en la estantería y miré a Aegon cuando entró acompañado de Daeron en la biblioteca.

-Deberíamos volver, pronto empezarán a llegar los invitados- su gesto se volvió frío mientras sus hermanos se alejaban- y recuerda lo que debes hacer, Blue.

Asentí sin sacarme las palabras de Aemond de la cabeza mientras le seguía por el pasillo.

¿Y si era yo la que estaba equivocada?¿Y si Aegon no era lo que yo pensaba?

Agité la cabeza deshaciendome inmediatamente de esas ideas cuando él me dedicó una sonrisa pasando su mano por mi espalda.

La semilla del dragón. (Segunda parte). AEMOND TARGARYEN 💚Where stories live. Discover now