42.

89 12 4
                                    

Visenya

Me levanté escuchando el barullo de la gente mientras me giraba para encontrar el lado derecho de mi cama completamente vacío.
¿Adonde había ido Aemond?
Me incorporé y entonces mis ojos se posaron en el té aún caliente sobre mi mesilla de noche.
No me lo pensé antes de agarrar la taza y bebermelo de un solo trago.
Suspiré algo más aliviada y desvíe la vista hacia Aemond que abrió la puerta observandome detenidamente.
-¿Cómo lo sabías?- pregunté levantando la taza que aún sostenía en mis manos- yo no he tenido esta conversación contigo.
Él se limitó a acercarse lentamente y sentarse a mi lado.
-Te lo has bebido…-casi hablando para sí mismo me quitó la taza de la mano.
Le miré detenidamente. ¿Había sido una prueba?
-No pasa nada- dejó la taza en la mesilla y me pasó una mano por el pelo- todo queda claro entonces, demasiado claro después de ver salir a Aegon de aquí anoche.
Me puse de pie comenzando a enfadarme. ¿Qué era lo que estaba insinuando?
-No soy idiota, así que espero que no se te ocurra negarlo- se quedó sentado con el gesto completamente frío.
-¿Piensas que estoy dispuesta a….
-¡Tengo el derecho a pensar cualquier cosa después de que decidieras traer de vuelta a mi hermano y no a nuestra hija!
Su tono me hizo sobresaltarme. ¿Dónde estaba el Aemond de la noche anterior?
-Vete de aquí- señalé la puerta intentando no derrumbarme delante de él- vete y no vuelvas.
Él se puso de pie intimidandome con su altura y dio un paso hacia mi.
-Esta mañana he hablado con Aegon- sus palabras fueron frías- mañana por la mañana dejaremos de ser oficialmente un matrimonio.
Mi intento de no derrumbarme acabó con esas palabras.
-¿Qué has hecho qué?
-Me iré a Rocadragón-contestó- hoy me quedo a presenciar la fiesta que están preparando para la coronación de Aegon y mañana como hombre libre pondré mar y tierra de por medio entre nosotros.
No sabía que estaba llorando hasta que sentí mis labios y mejillas húmedas. No tenía palabras, no podía moverme, no podía reaccionar ante sus palabras.
-Te dije que aún podía cuidar tu corazón y eso estoy haciendo- terminó de acercarse a mí y besó mi cabeza con delicadeza- será más fácil así.
-No lo entiendo- sollocé al fin- no entiendo nada, pensé que después de ayer, pensé que…
Aemond me miró con el rostro completamente inexpresivo provocando que yo dejara de hablar y me acercara más a él para golpear su pecho con rabia.
-¡¿Qué diantres ha cambiado, Aemond?!- grité sollozando fuera de sí.
Él se dejó golpear con su ojo aún fijo en mi, pero no dijo nada. Nada que pudiera calmar el dolor en el interior de mi corazón.
Volví a golpear su pecho y entonces sus manos se aferraron a mis muñecas.
-Has bebido el té.
Los dos nos quedamos de nuevo en silencio, interrumpidos por mi respiración agitada cuando Aemond soltó mi mano y me pasó sus dedos por la mejilla borrando todo rastro de lágrimas.
-Te lo ruego Aemond…-sollocé aferrandome a su camisa- no me abandones.
Él cogió aire y besó mi frente con delicadeza.
-No quiero ser el villano en esta historia, Visenya- suspiró con la voz algo ronca- se suponía que tú eras mi verdadero amor, se suponía que lo nuestro era para siempre, se suponía que tú tenías que estar tan obsesionada conmigo como lo estoy yo contigo, pero he visto como le miras, he visto el brillo en tus ojos, he visto esa tristeza que te apaga cuando él no está cerca.
Y entonces vi las lágrimas que deseaba mantener a raya, luchando para no derrumbarse delante de mí.
-Se suponía que debías quererme a mi, no a él-logró decir a duras penas.
Mi corazón se encogió y lloré como nunca antes aferrada a él. Lloré porque eso sonaba a despedida.
-Aemond…
Apoyé mi cabeza en su pecho y escuché los latidos de su corazón dejando que él me acariciara el cabello con delicadeza.
-Lo siento, esto es lo mejor que puedo hacer por ti, no quiero ser el hombre que te ate a él y te haga infeliz -suspiró - a ti no, Visenya, a ti no podría hacerte eso.
-Aemond por favor…-lloré desconsoladamente incapaz de poder controlar mi llanto mientras me aferraba a él.
Pero Aemond se apartó de mí y retrocedió.
-Espera hasta que yo me haya ido para buscar a mi hermano, ¿De acuerdo?
Y esas fueron sus últimas palabras mientras se dirigía a la puerta y la abría. Me miró durante un segundo y sin más la cerró dejandome completamente sola.
Pero yo no me quedé allí sin hacer nada. Corrí tras él y abrí la puerta de golpe provocando que se girara para mirarme.
Fueron solo unos segundos los que su ojo estuvo sobre los míos, unos pocos segundos y ya sabía que aquello no iba a tener solución. No, no viniendo de un hombre como Aemond. Aún así lo intenté:
-¿Y todo lo que soñamos de pequeños?¿Vas a dejarlo ir porque simplemente te rindes?
Aemond esbozó una sonrisa repleta de absoluta tristeza.
-Creeme Visenya, no soy yo el que se ha rendido.
Y me dió la espalda bajando las escaleras y dejándome esta vez completamente devastada.

La semilla del dragón. (Segunda parte). AEMOND TARGARYEN 💚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora