Capítulo 3

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Calle.

De todas las cosas posibles que pudieran pasarme hoy, definitivamente esta era la más bizarra de todas.

Encontrarme con la mujer que me dio exquisitos orgasmos toda la noche siendo mesera del nuevo restaurante favorito de mi padre, era algo que te haría reír cómo un maniático por lo chiquito que es el mundo.

— ¿Y te quedarás ahí? Limpia este desastre.

Ella y yo reaccionamos al oír a mi papá.

Mi vista bajó a la placa de su uniforme rápidamente leyendo su nombre.

María José.

Antes podría verlo cómo un nombre común, pero no cuando le pertenecía a la mujer que tenía enfrente.

— Compermiso...— murmuró sin dirigirme la mirada.

Se marchó rápidamente, mi vista se clavó en su espalda hasta que la perdí de vista.

— Daniela, hija, responde.

— ¿Qué?— solté distraída.

Sacudí mi cabeza viendo a papá pidiendo explicaciones, carraspeé mi garganta tomando asiento.

— ¿Por qué llegas tarde de nuevo?— cuestionó de mal humor.

— Ay papá, sigues igual de insoportable.

— Tal vez si no hubieras llegado tarde esa mesera no hubiera tirado el vino.

— Oh, German Calle culpando al mundo de los accidentes que pueden pasar. — papá bufó. — Deja tu histeria, pensaré que estás en tus días.

— Dani. — reprendió mi hermana, la miré.

— Juli, querida, no me dio tiempo de saludarte. — le di media sonrisa. — ¿Cómo estás, hermana?

— Muy bien, pensando que vienes más irónica de lo normal. — respondió negando divertida.

— No me lo vas a creer, pero todo es por el progenitor que tenemos.

— Por eso quería un varón. — mencionó mi padre.

Solté una corta risa y él rodó los ojos.

— Juliana apostó a un caballo, siempre me trae suerte.

Papá se quedó viendo la pantalla colgada que había en el restaurante concentrado.

— Dani, sería divertido ir a montar. — comentó mi hermana sonriente.

— Cuando quieras.

Nos callamos cuando la mesera aparecía otra vez, en velocidad ella limpió la mesa pidiendonos una disculpa por el inconveniente y sirviendo el vino de forma correcta.

— ¿Saben qué ordenar?— habló sacando una pequeña libreta.

— La especialidad de la casa para los tres. — soltó papá, hice una mueca.

— Solo para dos, yo quiero una pasta.

Papá me dio una mirada asesina, mientras mi hermana negaba ligeramente divertida.

Observé a la mesera y ladeé mi rostro viéndola escribir en la pequeña libreta rápidamente, un mechón de su cabello escapando de su peinado.

La observé pensando obtener una mirada de su parte, pero no llegó.

— Enseguida vuelvo con sus pedidos.

Ella se marchó otra vez sin siquiera verme, solté un suspiro escuchando las quejas de papá al perder en su apuesta.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora