Capítulo 22

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Poché.

El desespero parecía consumirme con cada minuto que pasaba y no recibía noticias de Daniela.

El solo recordarla inconsciente parecía todo mi interior se calcinaba, se marchitaba dejando polvo. Su caída del caballo fue una sorpresa para todos los espectadores, y por más que quise saltar o volar para llegar hacia ella, no me lo permitieron.

Fue Antúa el que se encargó de que la trajeran en la ambulancia, y aunque no pude verlo, su desesperación también se notó, pero él tuvo que marcharse para ir a dejar a Juliana con mi hermanita Vale.

Me sentía triste por ella, estaba tan asustada que le fue imposible no llorar al ver cómo cayó Daniela, me sentí mal por dejarla sola con Juliana, pero necesitaba venir al hospiral.

Solo imploraba al cielo que ella estuviera bien, no deseaba verla así, jamás en la vida.

Prefería ver a esa Daniela irónica, la de comentarios imprudentes, la que sonreía hasta achicar sus ojos, la que parecía un perrito regañado al oírme seria.

Solo quería que ella estuviera bien, a pesar de que tal vez se aleje de mí.

Suspiré moviendo mi pie contra el suelo inquieta, escuché unos pasos acercarse y pude distinguir a Mafe caminando hasta a mí, traía dos cafés en mano y unos bocadillos.

— Ten, linda. — mencionó. — Es mejor que comas algo, seguramente no comiste más que el desayuno, ¿verdad?

Asentí lentamente.

— Entonces come, nos espera una larga noche aquí.

— No tengo hambre, Mafe. — respondí. — Han pasado horas y no nos han dicho nada. — hablé desesperada. — ¿Por qué tardan?

— Es mejor corrobar que todo está bien, sabes cómo son los doctores.

Llenó de aire sus pulmones y me tendió el bocadillo con el café, alcé mi comisura desganada. No tenía hambre para nada.

— Come. No podré con dos enfermas en el hospital. — regañó, suspiré tomando lo que me daba. — Es mejor que tengas fuerza.

Abrí el empaque del bocadillo para llevar un trozo a mi boca, lo tragué a duras penas sin ánimo de nada. Comí otros cuántos trozos dejando más de la mitad, para solo beber del café.

Saqué mi teléfono para marcarle a Juliana, los tonos sonaron y escuché su voz al otro lado.

— Majo, ¿cómo va todo? ¿Cómo está Dani?— habló preocupada.

— Aún no dan noticias. — respondí. — ¿Cómo está Vale? Perdona por-

— Majo, no pidas perdón por tonterías. — me calló. — Estamos en un mal momento y la familia se apoya y tú ya eres parte de esta familia.

Tragué grueso tratando de que el nudo de mi garganta desapareciera.

— Gracias. — fue lo único que pude decir. — ¿Me puedes pasar a Vale?

— Claro.

Esperé unos segundos hasta que escuché a Juliana decirle a Vale que era yo en el teléfono, percibí movimiento y fue cuando oí la voz de mi hermanita.

— Hola, pulga. — saludé. — ¿Cómo estás? ¿Ya cenaste?

— Juli me dio de comer, pero no quería.

El que mi hermanita no comiera debería de considerarse algo preocupante.

— ¿Cómo está la señora?— preguntó. — ¿Verdad qué nos hizo una broma la sonsa?

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora