Capítulo 11

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Poché.

Observé a Daniela, totalmente petrificada y cómo si mis pies tuvieran raíces cómo los árboles.

Una casa. Ella compró una casa.

Salí de mi trance cuando Daniela me tomaba de los hombros, alcé mi vista para toparme con su mirada y su ceño ligeramente fruncido.

Di un paso hacia atrás, inquieta por su tacto.

— ¿Nuestra casa?— titubeé.

— Sí, ¿no te gusta?— preguntó viendome fugazmente. — ¿Quieres algún cambio?

— Daniela, es enorme. — puntualicé, ella frunció el ceño.

— ¿Grande?— habló confusa. — Yo la veo normal.

Observé la fachada de la casa, no parecía una casa normal, su fachada de ladrillo gris con bases bien fundidas, puerta de madera y vidrio y de dos pisos no era una casa normal, para nada. Aunque daba un toque hogareño y vintage, daba la sensación de una casa casa cálida.

— ¿Por qué compraste una casa?

— Te recuerdo que las casas se usan para vivir en ellas. — replicó con obviedad.

— ¿Puedes tomarlo en serio?— inquirí casi en crisis. — No es cualquier cosa, compraste una casa.

— Bueno, la boda será en unos días, no viviremos en la casa de mi madre o tu departamento. — se encogió de hombros. — Que sin ofender, el dueño cobra demasiado por algo que se cae a pedazos.

— Es demasiado...

— Debería ser lo mínimo al tratarse de ti. — mencionó viéndome seria. — Después de todo, Valentina vendrá aquí cuando se quede contigo, ¿no?

— ¿P-pensaste hasta en eso?— tartamudeé.

— ¿Por qué no?— sonrió. — El demonio ese tendrá su cuarto.

Mi corazón se aceleró ante aquella respuesta, ante la breve revelación que tuvo mi mente.

El hecho de que alguien aparte de mi pensará en mi hermana de esa forma, me hacía sentir una sensación extraña en el pecho que aceleraba mi corazón.

— Esa mirada es nueva. — susurró con una sonrisa torcida.

Aparté la vista, sintiéndome abochornada y con la cara caliente.

— ¿Quieres entrar y verla?

Asentí en silencio, Daniela tomó mi mano para llevarme con ella, buscó la llave en su bolsillo para abrir la puerta principal.

— ¿Lista?— preguntó con un toque de emoción en su voz.

— Claro.

Empujó la puerta despacio, me dio un vistazo indicándome pasar, me adentré al lugar observando las paredes de colores claros, caminé un poco más llegando a la sala, la cual tenía una luz impresionante y la chimenea de ladrillos del color de las paredes me hizo impresionar más.

— ¿Está amueblado?— dije al ver los muebles.

— Sí, venía en la compra, aunque podemos hacer cambios si quieres. — respondió, negué.

— No, así está bien. — admití. — Es un ambiente claro y cálido.

Me quedé en medio de la sala, observando la ventana que dejaba ver hacia el jardín y la piscina. Percibí una mirada, era obvio que se trataba de Daniela.

Me di la vuelta viendo a la castaña con la cabeza apoyada en una pared, observándome con profundidad.

— Es muy amplio todo. — comenté sin mucho que decir.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora