Capitulo 18

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Calle.

Años atrás.

1/3.

Escuchaba con atención a mi tía Elena, haciéndome reír en el transcurso al oír su anécdota de cómo un caballo la tiró y cayó en unos arbustos de cabeza.

Mi estómago dolía de tanto reír, entretanto ella acariciaba al caballo que tenía enfrente relinchaba cada vez que ella no le daba la atención necesaria.

— A pesar de ese día desastroso, descubrí mi amor a los caballos. — terminaba de contar con una sonrisa. — Algo que he notado en ti también.

— A mí me dan miedo.

Hice una mueca y mi tía rió.

— No debes temer, ellos sienten el miedo. — explicó. — Pero montar un caballo trae muchas cosas más emocionales, es cómo si estar arriba de ellos no piensas, no sientes problemas, solo el viento en tu cara y la sensación de libertad, cómo si estuvieras en el campo más hermoso del mundo arriba de un caballo.

Sonreí ante su adorable ejemplo, me puse de pie pasándole el cepillo para peinar el pelaje del caballo.

— ¿Creés qué me sienta así si monto algún día?

— Si no tomas las riendas y dejas el miedo no lo sabrás. — se encogió de hombros. — Tomar ese pequeño momento de arrebato antes de que la cobardía llegue, ¿te ha pasado?

Me quedé en silencio unos segundos, pensando en sus palabras y cómo si, he tenido esos pequeños momentos.

Últimamente me pasaba mucho con mamá y papá, escapaba seguido de casa, me era más fácil huir de ahí para no escuchar los gritos de mis padres y venir hasta el centro ecuestre, en dónde mi tía pasaba la mayoría del tiempo con mi prima, Evelyn.

Pero Evelyn solía desaparecer de aquí, detestaba el olor a caballo y siempre hacía muecas al ver a mi tía con ropa de equitación, así que compartía más con ella que con mi prima, aunque algunas veces hemos hablado de tonterías, no pasaba desapercibido para mí que me celaba de su madre.

Era algo que lo usaba para molestarla.

Por mi parte no quería quitarle su lugar, solo que admiraba profundamente a mi tía, era una mujer demasiado valiente, ella iba por la vida cómo si montará a caballo, sin miedo y con las riendas a la dirección que ella quisiera.

Supongo que por eso compartíamos mucho esa pasión de los caballos.

— ¿Y tú qué me dices?— dijo sacándome de mis pensamientos. — Te veo distraída últimamente, Danielle.

Rodé los ojos al oír su apodo en mi, ella sonrió.

— Nada, solo que la casa parece un manicomio con dos locos dentro, intento no convertirme en la tercera loquita.

— ¿Mi hermana y Germán tienen problemas?

— Sí. — susurré con tristeza. — Parece que van a divorciarse y todo.

— Oh, mi pequeña. — mi tía se acercó a abrazarme. — Te afecta mucho, ¿verdad?

Mi labio inferior comenzó a temblar, el nudo en mi garganta formándose.

Claro que me afectaba, aunque decimos ser adolescentes y asegurar que no nos importa si nuestros padres toman caminos diferentes, era una vil mentira decir que no afectaba en nada.

Cuando tú cabeza está invadida de lindas memorias en dónde tus padres se ven sonrientes y enamorados, tomas esa imágen cómo el prototipo de cómo debe ser el amor, pero al romperse eso, quedamos en la nada.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora