Capítulo 25

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Poché.

Decir que estaba ansiosa era poco, probablemente mi nivel de nervios sobrepasaba la estratósfera en estos momentos.

Han pasado horas desde que se llevaron a Daniela al quirófano, la espera nos tenía a todos con los nervios de punta. Mafe había estado moviéndose de un lado a otro, tratando de distraerse al igual que todos que estábamos en la espera.

Por mi parte me sentía cómo un león enjaulado, solo quería que el tiempo se fuera lo más rápido posible para tener noticias de Calle.

Solo quería que todo saliera bien, que ella estuviera bien, que estuviéramos bien.

Ahora que entre nosotras empezaban a fluir
los sentimientos que de alguna forma u otra habíamos reprimido, no me veía sin ella a mi costado, sin esa sonrisa que solo salían a la luz conmigo, en la intimidad de la habitación que habíamos hecho cómo un refugio para no oír el ruido de afuera.

En dónde solo éramos ella y yo.

Sabía de todas las formas existentes que, estaba perdidamente enamorada de Daniela Calle, si, esa mujer que llegó a mi vida de la nada por una noche casual, había caído tan fuerte por ella cómo no lo hice antes por nadie, era aterrador, pero al mismo tiempo era lo mejor sensación que pudiera sentir en este momento de mi vida.

— ¿Irán a tardar mucho?

Liz se sentaba a mi lado pasando sus manos por sus pantalones.

— Es muy probable, no es una operación fácil. — respondí recargando mi cabeza contra la pared.

— Ay no, me da ansiedad esto, me imagino a Dan toda abierta y no de la manera que le gustaría y me da algo.

— Liz. — reproché.

— Perdón, los nervios me hace decir tonterías.

Negué ligeramente viéndola comerse las uñas.

— ¿Y si vamos a comer algo?— sugirió. — Tal vez con el estómago lleno no me siento tan ansiosa.

— Está bien, vamos.

Nos pusimos de pie para encaminar nuestros pasos, le avisé a Mafe y ella asintió con media sonrisa.

Con Liz caminamos hasta llegar a la cafetería del hospital, no era una comida muy variada por lo cual pedimos algo ligero con jugos de naranja, tomamos asiento y empezamos a charlar, para despejar la mente.

— No lo sé, el espagueti me sigue buscando. — le dio un mordisco a su sandwich. — Dice que fue un error divorciarnos y puras estupideces.

— ¿Pero no fue él qué te pidió el divorcio?

— Lo sé. — soltó indignada. — Seguramente se dio cuenta de lo que perdió y que su cosita no hace tic tac.

Negué divertida tomando un poco de jugo. Estaba ácido para mí gusto.

— ¿Y vas a volver con él?

Liz me dio una mirada de: ¿en serio? Me encogí de hombro.

— Claro que no, estoy demasiado bien soltera, disfruto mi tiempo sola.

— Eso es bueno.

— Aunque bueno, me gana la soledad a veces. — hizo un puchero con las mejillas llenas. — ¿Pero que puedo hacer? Nací sola e incluso moriré sola, mamá siempre lo dijo.

— Nacimos y morimos solos, pero podemos escoger con quién estar a lo largo de la vida. — respondí. — Es algo que tarda, pedo vale la pena al final.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora