Epílogo.

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Poché.

Algunas veces tu vida pasa por tus ojos con momentos grandes de una manera casi fugaz, dejando únicamente el recuerdo de ello y las emociones que te pusieron a flor de piel.

Desde que mis padres murieron, el sentimiento de agotamiento, preocupación y deseo de estar con mi hermana era exclusivo, no había cabida a más en mi vida, a pesar de vivir momentos muy pequeños que me hacían sonreír.

Ahora veía atrás y no recordaba mucho de eso, porque sencillamente todas esas emociones se apagaron y vivía en paz, con la felicidad de lo más pequeño hasta lo más grande habitando en mí pequeño cuerpo, lo cual era una gran recompensa.

Y en este instante que veía a mi esposa con una sonrisa en el rostro, supe que la felicidad tenía cuerpo, ojos, boca y emociones que daban calor a mi pecho, me daban la sensación de un hogar.

— Cariño.

Me acerqué a Calle al oír su llamado, le sonreí llegando a su lado, observando a un hombre que desconocía.

— Él es Arthur, uno de los primeros entrenadores que tuve. — explicó.

— Mucho gusto.

— El gusto es mío. — respondió el hombre ya mayor y de canas.

Calle siguió platicando de sus anécdotas con Arthur, riendo al ser expuesta algunas veces, pero luciendo contenta.

Ella había hecho un logro hoy y por eso estaba contenta, por ello estábamos en la inauguración del centro ecuestre que por mucho tiempo estuvo en pausas, pero logró finalizarse.

Mi esposa era la más contenta, no solo por montar su sueño, sino porque estaba rodeada de los animales que tanto le gustan, parecía una niña pequeña metida por horas en el centro ecuestre con los tantos caballos que habían.

La inauguración del lugar me recordó a cuando abrí la cafetería. Calle nerviosa, yo dándole apoyo para que se calme. El alcalde aquí con cámaras. La familia y amigos. El corte del listón. Y ahora disfrutando del sol, champaña y bocadillos en celebración.

— Es increíble que después de tres años Dan y yo cumplimos nuestro sueño. — Antúa suspiró. — Me siento un hombre importante.

— Bueno, hombre importante. — decía Claudia. — Ve a cambiar el pañal de nuestra hija.

Mi prima le pasó a la pequeña Becky, ella movió sus piecitos sonriéndole a su papá, Antúa la tomó con ojos brillantes.

— Es tan linda. — comenté viéndolos ir. — La llegada de Becky me ha removido el sentimiento maternal.

— Lo que duele es parirlos y luego te quitan el sueño. — Claudia soltó una risita. — Eso sí, amo a mis hijos.

Después de todo, era tía de dos pequeñitos muy lindos, Becky de apenas ocho meses y de Noah con dos años y medio.

Lo mucho que ha pasado el tiempo es increíble, es descabellado digerir todo lo que ha pasado este tiempo.

Antúa y Claudia esposos y padres.

Liz y Maia están comprometidas, aún no hay fecha de boda.

Valentina mi hermana, ha crecido más y está entrando en la pubertad. Lo recordaba y lloraba.

Mike y Mafe son amigos cercanos con la familia Price.

Juliana soltera, viviendo tranquilamente con su hijo más grande.

Ana y Teffy viven juntas, trabajando en su negocio de pitos.

Agustín, Crim, Joel y su familia siendo grandes amigos.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora