Capítulo 31

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Poché.

De verdad quise evitarlo, pero la risa que brotó de mi garganta al oír lo que me decía aquel hombre, salió sin esfuerzo.

La vida no solo quería verme sufrir, también me ponía a un extorsionador o qué sé yo para hacer estas bromas pesadas.

— Sí, claro. — dije burlona. — ¿Me va a decir qué de la nada tengo dinero? Escucha eso, Liz.

La observé y ella parecía pensativa y seria, negué observando al hombre que se veía confundido.

— Buen día, señor. — deseé. — Busque a alguien más para estafar.

Iba a subir al coche cuando el hombre me detuvo.

— Señorita Garzón, no es una estafa lo que le digo. — me giré a verlo. — Tengo las pruebas, si quiere puede comprobar en cualquier notaría que son papeles legales y auténticos.

— ¿Eh?

Rasqué mi cabeza sin comprender, ¿acaso es una broma?

— Mire, podemos ir al lugar que usted escoja y hablar, le leeré el testamento y explicaré la situación que a decir verdad, es un tanto delicada.

— ¿Y cómo sé qué no es un estafador?— enchiné mis ojos, recordando su cara. — Usted estaba en la farmacia aquella vez, ¿me ha estado vigilando y por eso quiere estafarme?

— ¡Joel!

El grito de mi hermana nos hizo voltear a todos, ella había bajado el vidrio del coche para sacar la cabeza y sacudir su mano saludando al hombre.

— Hola de nuevo, Valentina. — respondió el hombre con una sonrisa.

Liz me jaló del brazo para acercarme a ella.

— Majo, creo que este hombre habla muy en serio. — susurró. — Y si te digo algo, el nombre que dijo es el mismo del cliente que te buscaba, ¿el qué me daba miedo? ¿Recuerdas?

— ¿El señor René?— susurré sorprendida.

Liz asintió rápidamente, pasé saliva percibiendo la curiosidad avivarse en mí, queriendo saber si esto era real.

— Tiene que llevarnos a su casa, si no es un estafador lo hará, pero si se niega lo dejo aquí parado y llamo a la policía.

Él alzó sus manos rendido asintiendo lentamente, el portafolio que llevaba colgando en su pulgar.

— Está bien. — accedió. — Iré por mi coche para-

— Viene con nosotras, así tenemos la seguridad de que no va a escapar. — agregaba Liz.

— Muy bien.

Con mi ex jefa nos dimos una mirada, el hombre esperó y caminamos hasta el coche para subirnos a este, el hombre se subió a la parte trasera y Valentina lo saludó de nuevo.

— ¿Cómo están sus hijas?— decía curiosa.

— Muy bien, tal vez ya están en casa con su madre, podrán jugar cómo te lo dije, ¿recuerdas?

— ¡Poché! ¿Puedo, puedo, puedo?— exclamó emocionada, sacudiendo mi hombro.

— Ya veremos, Vale.

Todo el camino fue silencioso, Joel no hizo nada sospechoso, al contrario iba hablando con mi hermana luciendo acorralado por las preguntas que le hacía. Se salvó porque tuvo que darnos indicaciones de cómo llegar a su casa, al hacerlo Liz aparcó el coche apagando el motor.

Salimos de este, observando varias casas que seguramente estaban llenas de familia, el barrio se veía cómo los típicos barrios pacíficos de película en Estados Unidos.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora