Capítulo 27

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Poché.

Terminé de limpiar la barra para lanzar el trapo lejos dando un suspiro, me recargué en esta tapando mi rostro con las manos.

Estaba tan agotada.

Los últimos días han sido una dura travesía, desde que Daniela no pudo caminar, todo se ha complicado tanto con nuestra relación que ya no sabía qué hacer, y sabía que todos se sentían igual.

No obstante, me sentía más afectada aún, el nivel de rechazo que Daniela ha manejado conmigo no solo me duele, me mata. He querido respetarlo, ponerme en su lugar, pero por más que lo pienso no llego a la conclusión del porqué me aleja.

¿Por qué cuándo solo quería ayudarle? ¿Y por qué eso con el resto también? ¿Por qué simplemente quería quedarse sola? ¿Por qué pedir ayuda para ser rescatada?

Entendía que en su situación pensara tantas cosas, pero el no aceptar la ayuda que ofrecíamos la retrasaba. En parte creía que por eso eran nuestras discusiones, las interminables discusiones.

Ella estaba renuente a aceptar la fisioterapia y yo, por mi lado, solo deseaba verla bien, asimismo cómo sabíamos junto con Mafe que Daniela podía caminar, el médico nos lo dijo. Era obvio que Mafe estaría molesta con el doctor al no ver resultados.

Sin embargo, él mismo nos explicó que era algo completamente normal, que había hecho esa prueba para ver el avance de Daniela, nos explicó toda la situación y casos en dónde creían que la operación era un éxito, pero el paciente no lograba ni siquiera estar segundos de pie cómo pasó con Calle, alegó que para su recuperación total necesitaba la fisioterapia, cómo cualquier cirugía.

Era por eso mi insistencia con ella, porque esa parte de mí sabía que con tal sentimiento podríamos recuperar lo poquito que habíamos ganado antes de la operación, tenía la esperanza de que si ella aceptaba hacerlo, podríamos ser nosotras otra vez.

Pero Dios, ya no sabía que hacer, las peleas iban en aumento, el tiempo pasaba y Daniela simplemente se alejaba cada vez más, provocando el que la extrañe, pero al mismo tiempo le tenga resentimiento al no querer luchar ni por ella misma.

Para este punto no sabía qué hacía a su lado cuando ella no me quería en el suyo.

— Majo, ver tu cara me da una depresión. — resoplé al oír a Ana. — De verdad, pareces un alma en pena.

— Y lo seguiré siendo.

— ¿No se soluciona nada con la jinete sexy?— negué lentamente. — Mierda, es que de vaina no se ha suicidado.

— Ana, no digas estupideces.

— Ay perdón, solo es una opinión, ya sabes que varias personas no soportan este tipo de sucesos en su vida.

— Daniela, no es así. — repliqué pasando saliva. — No sería capaz.

— Bueno, solo decía. — se defendió. — Pero no puedes negar que si está en depresión, ¿no le has sugerido un psicólogo? ¿Un manicomio?

Le di una mala mirada, ella rodó los ojos alzando sus manos rendidas.

— Veo que hoy no es día de bromas. — la puerta del local se abrió. — Mejor voy a atender a los clientes.

Se fue dándome media sonrisa, inflé mis mejillas de aire para voltear y empezar a preparar el café.

— ¿María José?

Me di la vuelta y aquellos ojos grises se encontraron con los míos, achicandose al esbozar una sonrisa.

— Maia, hola. — saludé sorprendida de verla. — No esperaba verte por este lado de la ciudad.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora