Capítulo 28

6.8K 731 186
                                    

Calle.

La música de fondo se complementaba perfecto con mi estado de ánimo. Depresivo, desolador y mediocre.

Suspiré recargando mi mejilla en mi puño, observando por la ventana del coche.

Era consciente de que la mayoría de mis días después de mi accidente han sido un abismo que me consume en un portal negro, pasaba por mis pensamientos, mis miedos, en sobrepensar sobre el futuro incierto, el presente que vivía y no quería.

Sin embargo, ninguno de esos días se comparó con el día de ayer.

Recordar mi emoción, mis nervios e inseguridad del cómo deseaba que todo saliera bien para darle una sorpresa a mi esposa, pedirle ayuda a mamá y sentirme cómo una colegiala cuando iba a su primera cita y necesitar una afirmación por su parte al lucir bien, viendo que todo estuviera bien, me hizo sentir en una nube esponjosa de la cual creí no iba a caer.

No contaba que aquella nube desapareciera, haciéndome caer de esa ilusión, nervios, amor y promesas que no se dijeron, todo se reemplazó por un golpe de realidad.

El esperar a María José arreglada, con todo listo y ver cómo hasta mi madre se cansó diciendo que era tarde, para después decirme las palabras que no esperaba para nada.

«Hija, María José no va a venir, me lo dijo por mensaje»

Cuando mamá me lo dijo se sintió cómo una broma, pero aún y cuándo le dije a mamá que se fuera a casa y quedé sola, observando cómo todo lo que preparé se enfriaba, se marchitaba y derretía, me hizo sentir peor que cualquier otro día, porque esos días no me sentí plantada por la mujer de la que estoy enamorada.

En esas horas me sentí fatal, dándome cuenta de que no podía reclamar nada, porque ella sabía lo de la cena, pero no iba a ser su responsabilidad asistir si no lo quería, asimismo tampoco era su responsabilidad estar pegada a mi todo el tiempo.

Entendía que María José lo hubiera olvidado, porque su rutina no era igual a la mía, en dónde me hundía en la miseria cada día, mientras ella hacía de todo. Entendía el porque lo olvidó, el porque estaba recelosa conmigo ante nuestras discusiones.

Entendía que no iba a girar en torno a mí siempre, que también necesitaba distraerse, había hecho más acciones no favorables con ella cuando siempre estuvo ahí, no tenía el derecho de reclamarle nada, y por ello entendía el plantón, así que no dije nada y decidí retirarme al ver que llegó bien a casa.

Lo entendía todo, pero eso no quitaba el dolor que aún siente mi pecho.

— Es una pena que Antúa no haya podido venir. — decía mamá sacándome de mis pensamientos. — Era lo indicado.

— Lo sé, pero está ocupado entrenando a la nueva jinete.

— ¿Cómo te hace sentir eso?— indagó mamá, me encogí de hombros.

— ¿Qué podría sentir? No es cómo que vuelva a montar.

— Tú no sabes eso. — replicó mamá. — Ya tomaste la decisión de ir a fisioterapia, hoy es tu primera sesión, así que no corras antes de empezar a andar.

— De todos modos no puedo hacer ninguna de las dos. — recibí un golpe en mi hombro. — Auch.

— No digas tonterías.

Rodé los ojos al oír el regaño de mamá, ni siquiera podía hacer chistes sobre mi condición.

Mamá y yo llegamos a nuestro primer destino en el día, la delegación.

Con ella habíamos estado hablando sobre la aparición de Ander, era obvio que necesitaba ayuda con ese asunto, no es cómo que pudiera sufrir todo de nuevo sola, seguramente si lo hacía no habría razón para vivir en mí.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora