Apuestas ❛❛Chestappen❜❜

𝐈𝐈

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—¿De verdad no volverás?—Interrogó un decepcionado Sergio, mirando a su amigo.

Durante todo el día, desdé la escuela hasta donde se encontraban ahora:  un centro comercial. Carlos había estado irritable desde lo ocurrido la noche anterior, se sentía humillado trás haber perdido contra un completo desconocido.
Luego de un largo día de clases acostumbraban salir a comer o sólo a dar la vuelta junto a otro par de amigos, esta vez sólo eran Sergio y Carlos en un local de comida rápida, además de que sólo eran ellos dos quienes debían discutir sobre lo que pasó en la carrera de Carlos contra ese tal Max, al cual Sergio apodó "Chico del Mclaren".

—Aposté y perdí, cumplir es lo único que puedo hacer.—Tomó su vaso de refresco que tenía un muy bonito diseño con la M de McDonald's dibujado y bebió del popote plástico.

—Me parece una pendejada que vayas a hacerle caso a un niño que tuvo suerte.

—Niño o no, me ganó y no sabes la humillación que es volver a pararme ahí.

El orgullo de Carlos podía llegar a ser grande, tanto que muchas veces le cegaba y no tomaba muy en cuenta la opinión de otras personas sobre las decisiones que tomaba.
Sergio suspiró, entendiendo que no podía hacer nada para convencer a su amigo de que esa apuesta había sido una completa tontería y que ni siquiera había que cumplirla, después de todo, ese sitio era de ellos, al menos fueron los primeros en entrar y organizar las carreras, fueron quienes atrayeron y llamaron la atención de sus compañeros para formar parte de las apuestas nocturnas.

Sergio podía darle todos los discursos posibles pero sería inútil, habían cosas en las que Carlos no se dejaría convencer de ningún motivo y más si implicaba algo relacionado a las carreras.
Si Carlos se aferraba a algo, no cambiaba de parecer, al menos no por otras personas.

—Ayer estaba George en el campo.

Carlos sintió que se atragantaba con su comida, tosiendo un par de veces al recibir esa noticia tan repentina.
No había notado la presencia de ese rubio ayer, se concentraba tanto en la carrera que un poco más y se olvidaba hasta de su mejor amigo. Miró a Sergio casi asustado e incrédulo, aunque a juzgar por su expresión seria, Sergio no bromeaba ni le estaba gastando una broma.

—¿Y habló contigo?—

Sergio asintió.

—Dijo que fue para verme.

—Sólo fue a perder su tiempo.—Se encogió de hombros.—Debe creer que aún lo vas a esperar, ¿No te parece tonto?—Habló burlón.

Sergio se quedó callado, tomando su vaso de refresco para dar un sorbo, provocando que la sonrisa de Carlos se desvaneciera, cambiando a una expresión de seriedad.

—¿De verdad, Checo?

—Quizá cambió.

—De novio, ¿Y qué hay de Yuki? Que tú y él no...

—Nada aún, creo que por ahora lo mejor es que me aleje de todas esas cosas.—Suspiró y dejó su vaso ya vacío sobre la mesa.

Carlos calló sin saber qué podría decir, así que se concentró en seguir comiendo, Sergio reía en unas cuantas ocasiones al mirarlo comer con tanta rapidez, mientras que él apenas si había mordido su hamburguesa un par de veces, la verdad era que no tenía el suficiente apetito para comer de tal forma.
Y es que el suceso de la noche anterior lo había dejado con gran cantidad de dudas rondando por su cabeza, ¿Cómo era posible que ese tipo hubiera podido dar con el paradero del campo? Y más importante aún, ¿Por qué había llegado con tanta seguridad a un lugar desconocido? Era raro.

Recordó cuando se acercó a él, no pidiendo evitar volver a sentir los nervios que sintió en aquellos momentos, sintiéndose estúpido al no haberle dicho algo o simplemente mandarlo a la mierda. Sólo se había quedado ahí, mirándolo cómo un estúpido que moría de los nervios. Ese recuerdo era el que hacía y provocaba un gran eco en su subconsciente, recordaba el fuerte olor a colonia masculina que desprendía con sólo acercarse a él un par de centímetros, ese olor que resultaba embriagante había quedado impregnado en Sergio.

—¿Vas a comerte eso?—Preguntó un muy hambriento Carlos.

Sergio rió y miró al vacío plato de Carlos, negando con la cabeza y mirando a su amigo tomar con rapidez su plato para devorar los restos de su hamburguesa.

—Supongo que tendré que ir solo a la carrera de mañana.—Fingió tristeza, introduciendo sus manos a las bolsas de su pantalón.

—¿Es tan importante?

—Lewis correría contigo... Pero ahora que supongo que no irás.—suspiró.—Creo que ese Max tendrá que cubrirte.

—¿Max? ¿De verdad ya sabes su nombre?

Le sonrió.—¿Celoso?—Bromeó.—Y sólo es porque él fue a presentarse conmigo, de no ser por eso no me interesaría ni saber su nombre.

—Bien, ese... Max no puede tomar mi lugar, esa carrera iba a hacernos ganar buen dinero, Sergio.

—Lo sé pero hay cosas contra las que yo no puedo competir, cómo tu orgullo por las apuestas absurdas.

—No son absurdas, si pierdo una apuesta yo cumplo.—Se quedó unos segundos en silencio, terminando lo que quedaba de comida para hablar.—¿Por qué no corres en mi lugar? Quizá y...

—Yo no corro.—Habló con firmeza, con una expresión de seriedad en su rostro.

—Sólo decía.

Bebió lo último de su vaso de refresco y se levantó, siendo seguido por Sergio y se dirigieron a la caja dispuestos a pagar, haciendo una fila que estaba un tanto larga, en la cuál tuvieron que esperar al rededor de media hora sólo para que un hombre se decidiera qué juguete pedir junto con la compra de su cajita feliz.
Luego de pagar, salieron del local sin tener mucha idea de a donde podían dirigirse, así que la ruta que tomaron fue que cada uno tomase su camino, después de pasar todo el día juntos podía resultar ser ahogador para ambos.

—Bien, creo que nos veremos mañana en clase.—Sergio miró a Carlos, extendiendo su mano dispuesto a chocarla contra la suya.

—Suerte con la carrera de mañana, apuestale a Hamilton por mí.—Respondió de la misma manera, chocando su palma contra la de Sergio y provocando un chasquido.—Nos vemos.

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