𝐗𝐗𝐈𝐈𝐈

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Eran al rededor de las tres de la mañana, Sergio descansaba plácidamente en su cama, tratando de conciliar el sueño luego de una larga rutina de trabajo, últimamente el insomnio había estado atacandolo, tan sólo habían sido un par de días donde la dificultad de descansar había comenzado a ser una realidad en sus noches, luego de varios intentos con remedios que había visto en internet, el cansancio parecía querer vencerlo por fin.
Pero le fue imposible.

Apenas sus ojos luchaban por mantenerse cerrados, su respiración empezaba a calmarse y empezaba a acurrucarse entre sus sábanas, el sonido de su teléfono lo despertó, arruinando cualquier intención de sueño profundo.
Bufó con molestia, llevando sus manos a su rostro, tallando con violencia y gruñendo, suspiró con profundidad y estiró su brazo en búsqueda de su teléfono, entrecerrando los ojos por la intensa luz de la pantalla, notificando de una llamada de un número desconocido, nuevamente.

Respondió y habló a voz algo ronca.

—Diga...—Bostezó, cubriendo su boca con una de sus manos.

—Checo...

Nuevamente, una voz que sonaba más a balbuceos, con un acento que era reconocible, sobre todo al escuchar su nombre.

—Max... Son las tres de la mañana.—Rodó los ojos, hablando con cansancio.

—Yo sé... Te...—Hipeó.—Te hablo desde un teléfono público... Acaban de golpearme y no tengo a dónde ir.

—¿Qué?

Esas palabras quitaron todo el sueño que Sergio tenía, quién por un momento creyó que sólo era una especie de mentira o truco de Max, así que se tranquilizó.

—Sí yo... ¿Puedes venir por mí?

—¿Y no tienes casa?

—Sí pero, no puedo llegar así...—Hipeó.

Sergio mordió su labio inferior, suspirando y levantándose de su cómoda cama, poniéndose zapatos cómodos y escuchando las indicaciones de Max de cómo llegar al lugar donde se encontraba.
Sabía que no merecía nada de su compasión, mucho menos irlo a buscar a altas horas de la noche, ¿Rescatar a un adolescente ebrio? No esperaba que su noche acabase así.
Subió a su auto y condujo en dirección al lugar que Max le indicó, colgando su llamada para no escuchar más de sus quejidos por los golpes que supuestamente tenía, para su suerte, las calles estaban casi vacías a excepción de unos cuantos que quizá volvían a sus hogares luego de una fiesta o algún raro encuentro, así que no le fue complicado dar con el lugar.

Max estaba sentado sobre la acera, con la cabeza agachada y una botella vacía en su mano, detuvo el auto en un lugar cercano al suyo y encendió las luces, recibiendo la mirada de Max y notando la cantidad de golpes que tenía en sus pómulos, cuello y algunas partes visibles de sus brazos, su labio también parecía sangrar, pero el neerlandés sonrió al verlo.
No bajó del auto, sólo alcanzó a ver cómo se levantaba y se dirigía a su auto, bajando la ventana aún mirándolo casi en shock.

—Creí que no vendrías...—Murmuró.

—Sube atrás.

Max asintió con la cabeza y abrió la puerta de los asientos traseros, subiendo y acomodándose en el respaldo del asiento.

Sergio encendió el vehículo y condujo en silencio, no tenía idea de a donde llevarlo, la idea de llevarlo al hospital o a su casa se desvaneció cuando escuchó a Max pedirle, casi rogarle para que no lo enviara a ninguno de esos lugares, no iba a hacerle caso, pero verlo tan golpeado, le hizo suspirar y empezar a conducir en dirección a su casa.
Max sólo dormiría y se iría por la mañana, no habría problema, podía hacerlo hasta dormir en el suelo del living con la excusa que que no ensuciase sus cojines, así que se dirigió a su hogar, una vez que llegaron, ambos bajaron y dejó al rubio entrar.

Apuestas ❛❛Chestappen❜❜Where stories live. Discover now