CAPÍTULO 8

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Narra Leah

Pocos minutos después, me encontraba llamando a la enorme casa en la que un día vivió mi madre y en la que Harry y yo pasamos horas y horas jugando juntos.

-Señorita Anderson, el señor Osborn la espera. Mencionó uno de sus ayudantes al abrirme la puerta de un color tan negro como la obsidiana.

Me guiaron hasta una de las habitaciones. -Está algo oscuro, pero su vista se acostumbrará enseguida.

-De acuerdo... Murmuré entrando en aquella sala.

Mi tío estaba tumbado en una gran cama con un aspecto realmente horrible y enfermizo. Su piel era prácticamente de un tono verde oscuro y no paraba de toser.

Me senté en una de las sillas de al lado de la cama. -¿Por qué me has llamado? Quise saber directamente.

-Me alegra ver a alguien con tanto potencial triunfar... ojalá Harry haga lo mismo...

-Te he hecho una pregunta. Repliqué con mis brazos cruzados.

-Me muero, Leah...

-Eso ya lo veo.

-Tus padres también contaban con esa inteligencia que tienes. Una pena que decidieran echarlo todo a perder.

-¿A qué te refieres? Pregunté molesta.

-¿Quieres saber la verdad?

-La verdad es que los mataste. Le acusé -¿Cómo pudiste? Ellos te apreciaban, eran tu familia.

-La verdad es que tus padres eligieron mantener su integridad y su estúpida moral por encima de su propia hija. Repuso. -Se negaron a curar tu enfermedad y la mía, Leah. Sabían que morirían, que te abandonarían, y les dio igual. Eran traidores que únicamente querían lucrarse, al igual que los Parker.

-Eso no es cierto, ellos no eran así. Además, dejé de estar enferma hace años con aquel tratamiento al que me sometí.

-El problema cardíaco con el que naciste nunca desapareció, mi querida sobrina. Aquel tratamiento solo te ha otorgado años de vida, nada más.

Sentí como la temperatura de la habitación comenzaba a agobiarme y las punzadas en mi columna aparecían conforme él seguía hablando.

-Ya han empezado, ¿verdad? Las punzadas en el pecho, los temblores, las pesadillas, las alucinaciones, las migrañas insoportables que, incluso, llegan a paralizarte... Pude llegar a percibir un amago de sonrisa en sus labios. -La maldición de los Osborn, querida. Pudo con tu madre y conmigo, pero quizás vosotros conseguiréis algo más.

Mi expresión era de totalmente de estupefacción. -Echaste a tu hijo de tu vida, mataste a tu propia hermana, ¿y ahora esperas que hagamos lo que tu quieras?

-Todo fue para forjaros como unos dignos herederos de el imperio familiar. Alegó como si eso fuera un buen motivo.

Me levanté de la silla y salí de la habitación. Cerrando con una fuerza desmedida la puerta tras de mí. Al girarme, vi como el pomo estaba completamente cubierto de escarcha.

Había perdido el control.

Hacía meses que no me pasaba.

Daba igual lo mucho que me esforzara, siempre volvía a perder el control.

De pronto, el dolor en mi cabeza se volvió mucho más insoportable al igual que en mi columna y en mi pecho, haciéndome caer al suelo.

Pequeños flashback de mi accidente pasaron por mi mente en una fracción de segundo causando que se cortara mi respiración.

Me obligué a recomponerme para poder irme de aquel lugar cuanto antes.



Llegué agotada a mi apartamento y con un gran dolor en todo mi cuerpo.

Lo primero que me encontré al abrir la puerta fue a un Peter con un enorme ramo de flores en mitad del salón:

-¡Sorpresa! Exclamó con su hermosa sonrisa.

Al ver esos cálidos ojos marrones, todo lo demás desapareció. Al menos, por un tiempo.

-¿Cómo has entrado? Quise saber sonriente a la par que dejaba todas mis cosas en la entrada.

-Por la escalera de incendios. Me explicó con simpleza para luego besar mis labios profundamente.

-Girasoles, mis favoritos. Dije ilusionada, aceptando el enorme y hermoso ramo de flores.

-Lo sé. No hemos parado en las últimas semanas, sobretodo tú. Y pensé que hoy merecíamos un descanso. Además, la conversación con tu tío no ha debido ser algo fácil...

-¿Tanto se me nota?

-Tus ojos te delatan. Señaló encogiendo sus hombros con una dulce sonrisa. Tiró de mi mano y me llevó al cómodo sofá. En la mesa de delante había un montón de comida china y una fuente repleta de galletas.

-¿Te he dicho ya lo mucho que te quiero? Comenté aún más ilusionada. Tanto como una niña pequeña.

-No lo suficiente. Respondió divertido a mi lado.

A la par que comíamos la deliciosa cena, le conté un resumen sobre la que había sido la última conversación con mi tío.

-Y por último, Harry vuelve a la ciudad. Mencioné agarrando un par de rollitos de primavera.

Peter, Harry y yo habíamos sido amigos, prácticamente, desde siempre.

-¿De verdad? Eso es genial... No le veo desde...

-Desde el funeral de mis padres. Completé por él. -Sí, yo también. Aunque ni siquiera pudimos hablar con él. Mi tío lo alejó de todo y de todos. Algo que nunca le perdonaré. Murmuré haciendo ver como me sentía realmente: La cabeza me iba a estallar, mis manos temblaban causando que el plato comenzara a cubrirse de escarcha, sentía punzadas a lo largo de mi columna y como mi corazón iba demasiado rápido ¿Y si...?

-Ven aquí...

Peter me hizo dejar el plato de comida y me atrajo entre sus brazos, poniendo una de mis manos en su pecho para que pudiera centrarme en sus latidos. El entorno se volvía cada vez más frío.

-No pasa nada... Todo va a estar bien, Leah... Respira, céntrate en mis latidos y poco a poco tus pulsaciones irán bajando y estarás más tranquila, ¿sí? Dijo con suavidad acariciando mi pelo con cariño.

-Ya no estoy segura de nada, Peter... No sé diferenciar lo que es cierto de lo que no...

-Lo que es cierto es que estoy aquí contigo y no pienso moverme ¿Me oyes? Me aseguró. -Algún día encontraremos respuestas, tú misma lo has dicho antes.

MIRADAS [THE AMAZING SPIDER-MAN]Where stories live. Discover now