HERO| HARRY POTTER [#1]

Capítulo veinticuatro.

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CASSIOPEIA DIGGORY
Drama.

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Viernes 11 de agosto
de 1995.

         HARRY SUSPIRÓ, sumido en la incertidumbre sobre cómo abordar la situación. Un nudo persistente se anidaba en su estómago, una maraña indescifrable que le impedía encontrar por dónde empezar para desenredarla. Tragó con dificultad y, después de inhalar profundamente, pronunció con vacilación:

—Te amo, Cassie —expresó—. Y sé que tú también me amas. ¿Por qué, a pesar de sonar tan sencillo, lo nuestro resulta tan complicado? Soy consciente de que actué como un idiota, y realmente lamento no haberte escrito —exhaló con ojos llenos de dudas—. Debería haberlo hecho, sin duda me arrepiento de no haberlo hecho, pero ¿cómo podía escribirte cuando me sentía tan culpable por la pérdida de tu hermano? Aún me siento culpable y...

De repente, la puerta se abrió de par en par, dejando a Harry completamente expuesto junto con la conversación que estaba manteniendo. Los ojos azules de Ron se encontraron con los suyos, y, como en la mayoría de las ocasiones, Ron parecía no comprender lo que estaba sucediendo.

—¿Harry? ¿Qué haces hablando con...? —se mofó— ¿Un oso de peluche? ¿Interrumpí algo? ¿Quieres que te de privacidad?

—¡Ja, ja! —respondió Harry, arrojando el oso de peluche con el que estaba conversando en dirección a Ron.

Efectivamente, y con toda la vergüenza del mundo, Harry había estado practicando la última hora con un oso de peluche sobre qué decir exactamente a Cassiopeia. Temía que, si decía algo sin pensarlo, volvería a retroceder lo poco que avanzó los últimos días con la pelirroja.

— ¡Oye! ¿Cómo puedes arrojarla así? Nunca conseguirás que el pequeño oso de peluche te perdone a este paso. —rio.

Harry rodó los ojos y comentó: — Estaba practicando, pensando en qué decirle realmente a Cassie.

—Ustedes hacen un drama de nada, solo ve y habla.

—Ella tampoco querrá escuchar, siempre tiene algo que decir.

—Entonces cállala. Hay un hechizo para eso; después de todo, el Ministerio de Magia ya te llamó la atención hace unas semanas.

—Muy caballeroso, Ron —intervino George desde atrás, empujándolo para entrar a la habitación.

— ¿Ustedes qué harían, eh?

—Pues así fuera Fay... —dijo Fred a un lado de su gemelo, sonriendo socarrón —la callaría de un beso.