El Señor Antero

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Cuando era niño, sufría de algo que se denomina terror nocturno, pueden buscarlo, es real y esta varios escalones más arriba que una simple pesadilla, pero yo sufría de este terrible problema, me despertaba por las noches muy asustado y como dormía con mi hermana más pequeña la despertaba por este terrible problema.

No les he dicho, pero mi nombre es Francisco, mi hermana se llama Katy, además de despertar a mi hermanita también lo hacía con mis padres, ellos me decían que los monstruos no existían, que debajo de la cama o en el closet no había nada, pero creo que se dieron cuenta que era inútil discutir con un niño tan pequeño.

Mi rostro denotaba mi problema, las ojeras se estaban empezando a hacer presentes, esto para un niño tan pequeño no es nada lindo, se ve bastante mal.

Un día llegue de la escuela y vi aquel monstruo sentado junto a ella, lo había realizado mi madre con calcetines, era bastante bizarro, grotesco y horrendo, el cuerpo era de ese tipo de media blanca negra, una oreja era más larga que la otra, su rostro era bastante tétrico, los ojos eran de color blanco, lo que empeoraba el panorama de este monstruo, lo hacían ver como un zombie, como si estuviera muerto.

Miré a mi madre, le dije con los ojos bastante abiertos con un poco de temor: - ¿Qué es eso mama? – ella me miro y me dijo pensativa: - Es el señor Antero. Es un monstruo de calcetines y te protegerá por la noche, para eso vino. – la mire fijamente, baje mi mirada, noto que la boca del señor Antero es una línea en zigzag de color rojo, una línea quebradiza, que mágicas que son las madres, a pesar de todo esto, sonreí con todo esto y me encariñe con el señor Antero, lo abrace y lo lleve al cuarto.

Podría decirse que mis padres se ahorraron mucho dinero con esto, al no tener que pagar psicólogos por mi problema. La solución de mama fue un milagro, hizo lo que nadie más habría podido lograr. El señor Antero fue magnifico.

Si yo pensaba que de noche un monstruo iba a salir por el closet, que de noche lo hacía ver tétrico y horrible, el señor Antero se sentaba frente al closet, esto me permitía dormir tranquilamente. Si pensaba que iba a entrar por la ventana algo, la cual gracias a la luz de la luna la hacía ver bastante fea por las sombras de los árboles, el señor Antero se lo sentaba en el escritorio frente a la ventana, no sufría ninguna pesadilla. Si yo creía que el monstruo estaba debajo de la cama, allí iba el señor Antero y se quedaba toda la noche. Y si se me daba por pensar que los monstruos me iban a atacar en mis pesadillas, yo no tenía ningún problema en dormir abrazado al señor Antero, para que me acompañara dentro de mis sueños, así soñaba cosas increíbles junto al señor Antero.

A decir verdad, estaba feliz, una noche llegando a quedarme dormido, escuche una voz:

-Oye Francisco – era la voz del señor Antero, me estaba hablando, su voz era bastante chirriante. – Te puedo pedir un favor muy especial, la noche anterior se te cayo un diente, el cual está debajo de la almohada, ¿no te importaría regalármelo? Me encantaría tenerlo. –

No me lo pensé mucho y se lo entregue, luego me quede dormido. A la mañana siguiente mi madre me pregunto dónde estaba el diente, que el ratón Pérez le había dicho que no lo había visto, le dije la verdad, que el señor Antero me lo había pedido.

Aquí cambian las cosas, cada vez que se me caía un diente, no fueron muchos, pero el señor Antero me pedía ese diente, le gustaban, era lo único que le gustaba.

Esto paso a ser una anécdota, crecí y me convertí en un adolescente, para esta edad ya era bastante grande para jugar con muñecos, el señor Antero paso a estar en un mueble sentado a acumular polvo. Ya tenía otros gustos, usaba mi bicicleta, pero al poco tiempo, mis pesadillas retornaron, los terrores nocturnos volvieron, esta vez eran peores, muchísimo más terribles.

Al ser más grande, las pesadillas ahora eran distintas, ya no eran monstruos, eran más viles, más profundas, veía asesinatos, mi familia muerta, enfermedades en mis padres, suicidios. Las peores cosas que se puedan ocurrir soñaba. Me despertaba nuevamente gritando por todo esto.

Todo lo que me pasaba en el día, sabía que a la noche repercutiría en mis pesadillas, por eso trataba de no correr ningún peligro.

Un día llegue a mi casa, cansado por todo lo que me estaba afectando, deje la mochila sobre el sofá, subo las escaleras con la cabeza gacha, es de noche, abro la puerta del cuarto y veo algo extraño, mi mentón comienza a temblar junto con mis manos, el señor Antero no estaba en el mueble de siempre, había una silla enfrentando a la puerta donde yo estaba, sentado sobre esta se encontraba el señor Antero, despatarrado allí.

Se notaba que el muñeco me estaba esperando, de la nada me dice: -Francisco, pasa, quiero hablar contigo. – yo estaba temblando sin control y me repite no de forma amenazante, pero advirtiéndome:
- No corras, quiero hablar contigo cierra la puerta. – no sé cómo, pero hizo que yo cerrara la puerta quedándome a solas con él en ese cuarto.
Me recrimina:
- ¿Cómo quieres que te proteja si te olvidaste de mí? ¿Cómo quieres que te proteja si ni siquiera me has alimentado? – lo único que puedo hacer, es sollozar, gemir del terror y continua: -¿te gustaría saber cómo será tu vida, sin mí en ella? – de un momento a otro la habitación cambia, se torna totalmente distinta y horrible, todo está hecho de carne viva, sangre brota por las paredes, como si estuviéramos dentro de un cuerpo, todo palpita, también puedo ver rostros de gente que ni conozco, llorando y pidiendo ayuda, todos mis temores se encuentran, lo peor de mis pesadillas está allí, me susurran al oído cosas inimaginables. Estoy muy aterrorizado por todo esto, grito sin parar, lloro y de un momento a otro me desmayo.

Me despierto, pero estoy en mi cama, con el pijama puesto y ya es de día, estoy abrazado al señor Antero, el cual me mira y dice: - Si me alimentas, esto jamás volverá a pasar. –

Me odio a mí mismo la verdad, entro al cuarto de mis padres, los cuales se encuentran trabajando, abro el armario, busco el baúl de recuerdos de mi madre, lo abro suplicando que allí se encuentren los dientes de mi pequeña hermanita y ruego que mi madre jamás venga a buscarlos, allí se encontraba un frasco transparente. Dentro estaban los dientes que perdió mi pequeña hermana.

Se los entregó al señor Antero, él se da por satisfecho con su premio, nuevamente vuelvo a dormir como un bebe, pero para este caso, mis pesadillas eran peores que de niño, entonces el muñeco no se contentó, me pedía más, ya no era suficiente.

Una noche me pregunto:
-Francisco ¿tú me amas? – le conteste tembloroso que lo amaba y continuo: - ¿soy lo que más amas en este mundo? – le conteste que él era lo que más amaba en este mundo.

Como no podía conseguir dientes, un día compré un diente de tiburón para entregárselo, pero cuando se lo quise entregar me dijo:

-Eso no me gusta. – moviendo su cabeza negativamente – Esta frio. No me gusta. –

Entonces para evitar tener todas estas pesadillas, me encuentro matando gatos, estrangulando perritos, arrancándoles los dientes para satisfacer al señor Antero, por el momento.

Ya han pasado más de diez años, tengo más de 30 años, salí de mi trabajo, voy con mi auto en dirección a mi casa, bebiendo un café, de repente en una esquina veo a un vagabundo… como ya lo hice bastantes veces, seguí al vago hasta un callejón, mi truco era atraerlo con dinero, simplemente para traicionarlos golpeándolos en la cabeza, algunos caen adoloridos o desmayados, este no se desmayó, solo cayo adolorido, para su mala suerte saco un martillo, comienzo a golpearlo en la boca, sacándole los dientes.

Saco una bolsita de plástico la cual se llena de sangre y allí guardo los dientes, el pobre vagabundo se retuerce del dolor, como puedo me voy corriendo de allí para llegar a mi casa.

Luego de unos minutos llego a la puerta de mi casa, abro la puerta lentamente y allí se encuentra el señor Antero esperándome en una silla, mientras me quito el abrigo el me pregunta:

-¿Quién es a quien tu más amas en este mundo Francisco? –
-Eres tu Antero, eres tú. –
-¿Me trajiste mi comida? –
-Si Antero, te traje tu comida. –
-¿Qué es lo que más amas en este mundo? – celosamente vuelve a preguntarme.
-A ti Antero, a ti. – le contesto entregándole los dientes de aquel vagabundo.

Terror máximo Where stories live. Discover now