El Señor Bocagrande

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Han escuchado esos dichos sobre las cosas que suceden de golpe, todas esas cosas malas que ocurren de golpe.

Podría decirse eso de mí, ya a mis 7 años de edad tenía una enfermedad muy delicada, monocleurosis, mi estado de salud era delicado todo el tiempo, también se le sumaba que era bajo, muy delgado y sobre mis ojos azules tenía unos lentes muy grandes.

A pesar de todo, yo no soy para nada malo, soy un buen chico. Mi padre tenía un empleo donde se lo requería en muchas ciudades, por lo que no podíamos pasar más de un año sin mudarnos, diferentes ciudades en pocos años.

Nos encontrábamos en una de esas ciudades donde mis padres charlaron tendido sobre mi vida social, no estaba haciendo ningún amigo, no tenía a nadie, no podía salir a jugar por mi estado, como la mayoría de los niños, además nos vivíamos mudando a diferentes lugares. Mi padre se sentía bastante responsable por todo esto, él se sentó conmigo un día diciéndome que esta sería la última vez que nos mudaríamos y me pidió perdón, yo acepte todo lo que dijo mi padre, yo lo quería muchísimo.

Me la pasaba leyendo, digamos que era lo único que tenía para esparcirme de todas las cosas que sucedían en mi corta vida. Cuando somos pequeños, muchas veces vemos cosas extrañas y cuando somos la clase de chicos de que no decimos ni una sola mentira, a veces pasan cosas que no nos creen cuando las contamos.

Un día estábamos en invierno, salí a pasear a pesar de que mi madre me protegía y no quería dejarme salir. Estábamos alejados del centro de la ciudad, a unos veinte minutos podría decirse. Estaba atardeciendo, en invierno suele anochecer mas rápido, cuando me topé con un personaje mucho más bajo que yo, regordete, con una boca que iba de oreja a oreja, por ser niño no grite ni nada. No era una persona normal, distaba mucho de ser una persona, a decir verdad, su aspecto era grotesco, lo peor era la boca, cuando hablaba parecía que toda su cabeza se movía, era muy grande su boca.

Pero, El Señor Bocagrande como se me presento, era bastante amistoso, por lo menos me hizo sentir tranquilidad, me pregunto cómo me llamaba, a que se dedicaban mis padres, me pregunto todas las cosas que no se deben preguntar a un niño cuando se encuentra en un parque, pero él era distinto a todo lo que había visto. Nos sentamos en un árbol, conversamos muchísimo, me conto que el pertenecía a un reino mágico, muchísimo mejor que el sitio horroroso de los seres humanos, me dijo que no me molestara en decirle algo a mis padres porque no me creerían, me aseguro que solo se le aparecía a los niños y a los ancianos.

No soy para nada tonto, sé muy bien lo que tengo que hacer ante un extraño, pero El Señor Bocagrande era muy peculiar, tenía razón y no quería que yo hiciera nada malo, solo me dijo que mis padres me verían con problemas mentales si les contaba esto. Así me fui a mi casa muy contento y un poco extrañado.

El Señor Bocagrande comenzó a aparecérseme cada vez que yo estaba solo, generalmente de noche, en la casa, salía debajo de la cama, me explico que tenía poderes mágicos y por eso podía aparecer así, hacer esas cosas extraordinarias, poder hacer toda esa magia, generalmente nos la pasamos charlando por muchas horas durante la noche, en mis vacaciones. También me dijo que cuando comenzaran las clases no se me aparecería más porque no quería que me sacara malas notas, yo le conté todos mis problemas, mis frustraciones, mis dolores y así descubrí una nueva dimensión de mí mismo, cosas de mi que no sabía solo por hablar con un amigo.

El Señor Bocagrande me pregunto:

-¿Quieres que siga viniendo? ¿no te molesta? –
-No me molesta. – le dije convencido de que se trataba de un ser mágico.

Entonces el siguió viniendo todos los días de vacaciones apareciendo desde debajo de la cama sin hacer un solo ruido y con una sonrisa inmensa, una noche las cosas cambiaron, El Señor Bocagrande sentado en una silla frente a la cama me dijo:

-¿Quieres ver algo interesante? –
-Sí, Claro. –
-Levántate de la cama y acompáñame. –

Me tomo de la mano mientras me llevaba frente a la ventana, abrió la misma de par en par, se podía ver a lo lejos la ciudad mientras me decía:

-Mira con atención lo que voy a hacer. –

Aquel duende se lanzó de bomba de un segundo piso, callo contra el pavimento sobre su trasero rebotando nuevamente hasta arriba. Me reí muchísimo por aquello hasta que El Señor Bocagrande me dijo:

-Haz lo mismo, tírate de la ventana como lo hice yo. –

Podría decirse que fui bastante inteligente y con mucha madurez cuando le dije:

-No, yo soy un ser humano, no puedo hacer lo mismo. -
-¿Cómo qué no? Puedes hacer lo mismo, hazlo. – me dijo frunciendo el ceño.

Fue bastante desagradable para mí, en el fondo yo sabía que no podía hacerlo y le repetí nuevamente mi negativa con mucho pesar porque era mi único amigo en el mundo, pero El Señor Bocagrande me dijo:

-Si crees que lo puedes hacer, lo vas a hacer. –

Yo no soy estúpido y sabía que no lo podía hacer, con solo desearlo no sobreviviría a un segundo piso y mucho menos yo, al recibir tantas negativas cambio su rostro completamente mirándome con una rabia enorme, con mucha ira y de forma antipática me dijo:

-Bueno, me voy entonces. – dijo marchándose.

Habrá estado sin aparecer tres días, estaba más asustado que lastimado yo, no me iba a dejar manipular, pero quizás para el error de aquel duende apareció a los 3 días, considerando que quizás me había ablandado, en sus manos sostenía cuchillos de cocina, tres en cada mano, los había sacado del gabinete de la cocina. Me asuste muchísimo y me defraude porque pensé que lo que sucedió aquella vez fue solo un episodio aislado.

El duende hizo malabares con los cuchillos, fue perfecto, ni en el circo se vería una actuación así, luego de todo esto me extendió sus manos con aquellos cuchillos diciéndome:

-¿Por qué no lo intentas? Quiero enseñarte a hacer malabares. –

De nuevo la misma historia, me tuve que negar a hacerlo, tras largas insistencias El Señor Bocagrande volvió a poner su cara de rabia y furia, pero me dijo:

-Quiero que durmamos juntos esta noche. –

Estaba muy incómodo, temblando acepte a su pedido. Durante la noche me dormí con el duende diciéndome al oído “Quiero lo mejor para ti”, “Puedes lograr lo que sea”, “Quiero llevarte a mi mundo mágico”.

Pasaron algunos días, el último encuentro que tuve con El Señor Bocagrande se presentó fuera de la casa, había muchísimos árboles, había un camino extraño entre nosotros, ya lo había usado varias veces, pero no había ido muy lejos mi madre me lo prohibía, allí El Señor Bocagrande me dijo:

-Dame la mano, vamos juntos. –

Me volví a negar, pero el duende me tenía agarrado de mis pequeños dedos, le agradezco mucho a mi padre cuando me llamo desde la ventana, El Señor Bocagrande había desaparecido rapidísimo y muy agradecido corrí hacia la casa.

Desde ese momento, decidí que tendría una relación mucho más grande con mi padre, nunca le dije el motivo, pero no quería separarme de el para que no viniera El Señor Bocagrande que ya se había convertido en una visita siniestra más que otra cosa.

Al final nos mudamos, cuando nos alejábamos de la casa en el auto, allí pude ver en el cuarto de arriba, mi habitación, se veía al duende saludándome con tristeza agitando su mano, no respondí aquel saludo y nunca más vi al Señor Bocagrande.

Con el pasar de los años me entere de dos cosas, ese camino entre los árboles que supuestamente llevaba al reino del Señor Bocagrande, no conducía hacia otra cosa que a un cementerio y en todas las lapidas, juzgando por los años en que habían fallecido, todas eran de niños…

Terror máximo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora