Capítulo cuatro

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Al salir de la psicóloga mi madre invito a la familia Wist a cenar a casa, ella misma eligió mi vestido y me dijo que no mencione nada sobre lo que le pasó a Elizabeth

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Al salir de la psicóloga mi madre invito a la familia Wist a cenar a casa, ella misma eligió mi vestido y me dijo que no mencione nada sobre lo que le pasó a Elizabeth.

El timbre suena.

—Bienvenidos.—La voz de mi madre es más amable cuando habla con otras personas−. Adelante, pasen.

Es imposible hacerse a un lado cuando entran a algún lugar, ellos son imponentes.

La señora Wist parece una mujer amable, pero no es de esas mujeres que son lo qué aparentan. Todo lo contrario. Sonríe cuando alguien la saluda pero la mayor del tiempo su entrecejo esta fruncido, sus ojos son de color miel y siempre parece que te esta juzgando. Es muy refinada. El pastor es igual, su traje negro siempre esta bien planchado y su cabello es tan perfecto que parece irreal. Es alto y se ve fuerte. Tiene la mandíbula tensa la mayor parte del tiempo y la mirada fría. Algo que comparte muy bien con Hans.

Saludo con cordialidad, tal como me lo pidió mi madre. Hasta que aparece Hans con su sonrisa cínica y perversa, no puedo disimular mi disgusto.

—Que placer volver a verte, Venus.—Hans imita una perfecta sonrisa.

—Lo mismo digo, Hans.— Pero cuando se trata de fingir creo que a mí me sale mejor.

Nos sentamos en la mesa, mi madre sirve la carne y comienzan a hablar sobre temas religiosos. Mi padre no parece estar divirtiéndose, menos cuando el pastor habla y mi madre actúa desesperada por contestarle. Es incomodo.

—Hans me contó que te gustaría unirte al grupo de la iglesia —me dice el pastor —. Me alegre mucho cuando me lo dijo.

Frunzo el ceño y miró a Hans, confundida. Siento la presión de mi madre y entonces asiento con la cabeza.

—Michael, ¿supieron algo más sobre el caso de Elizabeth?—el pastor le pregunta a mi padre. Todos nos quedamos en silencio—. No se merecía lo qué le pasó.

—Michael esta haciendo todo lo posible para saber más sobre lo que pasó esa noche—respondé mi madre.

Mi padre no puede disimular su rostro serio.

—¿Es verdad que no encontraron el arma homicida?—pregunta la señora Wist—. Qué horror  que la gente de este pueblo culpe a Venus sobre eso, me da mucho coraje.

Mi padre toma la palabra.

—Esa información es confidencial de la policía.— Mi madre lo mira con amenaza—. Si supiera algo sobre la muerte de mi propia hija no estaría comiendo tan tranquilo.

—En este pueblo se dicen muchas cosas... —ironiza el pastor con una sonrisa cínica—. Ojala pronto la verdad salga a la luz.

Ojala que no.

Mi madre me sonríe nerviosa, y me pide:

—Venus, ¿podrías traer el postre?

—Te acompaño—dice Hans.

¿Qué pasó con Elizabeth Parker?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora