Capítulo veintisiete

10.1K 549 33
                                    

Narra: Venus

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Narra: Venus

Hans estaciona el auto enfrente del motel, llegamos casi encapuchados.

—Una habitación para dos, por favor —le pide al recepcionista.

El chico que nos atiende me inspecciona de arriba a abajo.Tengo miedo a que me reconozca, pero Hans me toma de la mano y tensa su mandíbula.

—Aquí tienes. —nos entrega la llave y no deja de observarme hasta que subimos las escaleras.

Hans me sostiene mi mano hasta que entramos a la habitación. Observa todo el lugar con el semblante serio y se sienta en la cama.

—¿Estás bien? —le pregunto.

Mira hacia abajo y dice:

—Estuve con Elizabeth mucho tiempo sin saber lo que hacía para conseguir dinero, siempre me echo la culpa por eso.

—Probablemente se haya llevado muchos secretos que nunca sabremos, ella era así.

Hans levanta sus ojos hacia mí.

—Cuando Elizabeth me pidió que cuide de ti realmente no quería hacerlo, pero de alguna forma sentía qué te lo debía por haberte acostado con esos hombres para ayudar a Elizabeth a escaparse conmigo —él hace que mis ojos se nublen —. Me parece increible como una persona puede destruirse para ayudar a otra.

—No es increíble, es patético. Pero lo hice porqué la amaba y a pesar de todo quería que fuera feliz.

Hans me mira fijo, creo que sabe qué decir pero no quiere hacerlo.

—Voy a cambiarme, ya regreso —digo.

Me voy al baño a transformarme en otra persona, porqué aunque Hans me haya dicho que no tenía qué hacerlo, la única forma de fingir ser Elizabeth es tranformandome en ella.

Salgo de la habitación y Hans está de espaldas.

—¿Me ayudas por favor con el corpiño? —le pido.

Él tensa su mandíbula cuando me ve en ropa interior, y vestida como Elizabeth. Me recojo el pelo y me doy vuelta. Siento su calor cerca de mí.

—¿Así está bien? —me pregunta.

—Perfecto.

Me pongo un vestido rojo que se ajusta a mi figura, unas botas largas y me maquillo los ojos de negro y los labios rojos. Me miro al espejo, no me reconozco.

—¿Cómo me veo? —sonrió.

—Como una prostituta —responde.

—Entonces estoy lista.

Hans se acerca a mí, manteniendo sus ojos contra los míos como si fuera un pecado mirarme.

—Aun no —me dice mientras se para detrás de mí y me levanta el cierre de las botas. Me quedo  sin aliento cuando me mira desde abajo.

—Gracias... —susurro.

Se pone de pie, tan cerca de mí qué me da verguenza que sienta los latidos de mi corazón. Tan cerca que me hace mal que nuestras bocas estén prohibidas.

—¿No te da asco verme así vestida? —le pregunto.

—Nunca podrías darme asco.

Y cuando dice eso me siento incapaz de resistirme a sus labios. Pongo mis manos detrás de sus hombros y lo beso. Hans me envuelve en sus brazos y me presiona contra él. No puedo detenerme, sus labios son suaves y el sabor de su boca me gusta. Hans se sienta sobre la cama y me poso encima de él. Puedo sentirlo, sé qué le gusto. Eso me hace querer más de él, pero al tener esta ropa me hace sentir que no puedo hacerlo.

—No voy hacerte el amor en este lugar si te sientes incomoda —me dice Hans con la respiración agitada.

Me incorporo con confusión y un poco de verguenza.

—Nunca creí que un hombre podía aguantarse las ganas por mi comodidad.

Hans se acerca a mí y me acomoda el cabello detrás de las orejas.

—Mereces que te quiten la ropa por amor y no solo por deseo.

Y sus palabras suenan tan irreales que no sé qué decir.

Pasa un rato donde el aire vuelve a ser menos tenso entre nosotros dos. Ignoramos lo qué acaba de pasar pero no somos capaz de mirarnos a los ojos.

Me guardo el arma entre las botas y digo:

—Ya estoy lista.

—Voy a estar vigilando la puerta, si llego a escuchar que algo pasa ahí adentro...

—Voy a estar bien...

Necesitaba volver a ver a Andrus, pero esta vez por una razón diferente a la anterior.

Tocó su puerta y se queda quieto al ver mi pistola apuntándolo.

—Hola Andrus —le digo.

—¡¿Por qué volviste, zorra?! —tiene un aliento a cerveza que me dan ganas de vomitar —. ¿A quién le quitaste el arma?

Lo empujo hacia dentro y cierro la puerta.

—¡Siéntate! —nunca dejo de apuntarlo —. Necesito hacerte una pregunta y me iré.

—Te ves mejor sin ropa que con un arma en la mano, zorrita.

Él me sonríe, está tan borracho que apenas puede ser conciente que tengo un arma apuntándole.

Hans abre la puerta y frunce el ceño con asco.

—¿Y tú quién eres? ¿Un cliente de esta puta? ¿Me van a robar o qué? —balbucea Andrus.

—No la llames así —Hans se acerca a Andrus —. Nos iremos rápido si respondes a nuestras preguntas, si no voy a tener que elegir si llamar a la policía o pegarte un tiro.

Andrus deja de sonreír y traga grueso.

—¿Qué quieres saber exactamente? —pregunta.

—¿Conoces a una chica llamada Lency Miller?

Andrus se queda en silencio y niega con la cabeza.

—¿Alguna vez hablaste con un tal USER202313 en la web? —le pregunto.

—No lo sé, habló con muchas personas.

Hans lo toma del cuello e insiste:

—¡¿Conoces a ese usuario o no?! Mejor que digas la verdad...

—¡No lo sé! —Andrus levanta las manos con desesperación —. Estoy diciendo la verdad, pueden mirarlo en mi celular.

—Fíjate —me pide Hans.

Agarro el celular de Andrus, la foto de pantalla es el rostro de una niña pequeña de pelo rubio y ojos marrones. Abro la web con la contraseña que Andrus me dicta y comienzo a leer sus mensajes.

—Está diciendo la verdad, no hay nadie con ese usuario —afirmó.

Andrus respira una vez que Hans se aparta de él.

Hans me llama unas cuantas veces pero no puedo prestarle atención. Entre sus mensajes recientes encuentro una foto de una persona encapuchada con una chica a su lado. Hace unas horas fue enviada esta foto.

—¿Por qué tienes una foto de Lency en tu teléfono? —le pregunto a Andrus.

¿Qué pasó con Elizabeth Parker?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora