Capítulo treinta y nueve

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Narra: Venus

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Narra: Venus

Mi madre alza la vista y mira el reloj. Se pone de pie y va hasta la cocina. El horno esta prendido.

La sigo y observo sus movimientos. La casa esta ordenada y bien perfumada, lo cual me sorprende bastante. Incluso, hay un labial de color rojo sobre la mesa.

—¿Tú cocinaste? —le pregunto.

Ella no responde, simplemente se queda frente al horno hipnotizada. Me agacho y observo lo que hay dentro.

—Hiciste carne al horno, mi favorito. ¿Te sientes mejor?

Me pongo frente a ella. Por primera vez en mucho tiempo me mira. Hasta que escuchamos la llaves en la puerta y deja de hacerlo.

—Cariño... —dice mi padre, se acerca a mí dándome un abrazo—. ¿Qué sucede? Te ves algo tensa.

—¿En donde estabas?—le pregunto.

—En el trabajo—Me regala una sonrisa—. Creí que te lo había dicho, ¿estás bien?

Asiento con la cabeza. Nos sentamos a la mesa mientras mi padre sirve la cena. Hay un silencio distinto, peor del que Elizabeth dejo en su ausencia.

—Vamos a tener que internar a tu madre —afirma mi padre, cabizbaja—. Los médicos dicen que su cerebro ya no responde como antes.

—¿Los médicos dijeron eso?

—Esta mañana la lleve al hospital del Oeste, le hicieron muchos estudios...

—Me parece que no va a hacer falta—respondo—. Hoy pudo hacer la cena y se acordó de mi comida favorita.

Mi madre mantiene sus ojos firmen hacia la nada misma. Mi sonrisa se borra automaticamente ante su silencio.

—Tu madre no hizo la cena, fue Maria—Mi padre tensa la mandíbula—.  Contrate a una señora para qué venga a cuidar a tu madre, ya no puede estar sola.

Me quedo con el ceño fruncido.

—¿Y como no me dijiste nada?—Siento un nudo en la garganta—. Yo podría cuidarla...

Mi padre me toma de la mano.

—Ya tuviste demasiado con Elizabeth, déjame qué yo me ocupe de tu madre —responde—. A demás, Maria es una buena mujer.

—No me gusta qué una desconocida cuide de ella.

—No es una desconocida, te va a caer bien, ya veras.

Una vez terminamos de comer mi padre comienza a levantar la mesa con rapidez. Lo observo con disimulo, agarra su teléfono a escondidas en la cocina y sonríe mirando la pantalla.

Estoy a punto de ponerme de pie cuando mi madre apoya su mano sobre mi pierna. La miro pero ella no lo hace, me muestra la palma de su mano y tiene un número escrito.

''1161160790''

—Tengo que volver al trabajo—Mi padre aparece apurado con el celular en la mano—. Esta noche vendrá Maria a cuidar tu madre, cualquier cosa avísame, ¿sí?

Me da un beso en la frente, toma sus cosas y se va.

Le doy a mi madre la medicación cuando se hacen las ocho de la noche y la acuesto en el sofá, ya casi dormida. Me voy hacia la cocina y marco aquel número reiteradas veces hasta qué atiende.

—Buenas noches, hospital Del Oeste. ¿Con quién tengo el gusto de comunicarme? —dicen del otro lado del teléfono.

—Mi madre me pasó este numero, se llama Lili Fernandez —le explicó, tratando de no sonar como una loca.

—¿Su madre es paciente del hospital?

—Sí, hoy en la mañana estuvo allí por unos estudios. ¿Podría, no lo sé... fijarse su historial medico, por favor?

—Tendría que fijarme,espéreme un minuto.

Espero con el teléfono pegado a la oreja y los nervios a mil. Puedo llegar a escuchar las teclas de la computadora desde el otro lado.

—Lo siento, pero no hay nadie registrado con ese nombre en el sistema.

Me quedo en shock.

—¿Cómo qué no? Ella se atendió ahí un par de veces y los médicos vienen a visitarla en ocaciones.

—¿Qué enfermedad tiene su madre? —me pregunta.

—Una enfermedad cerebral, todavía no le encuentran diagnostico.

—Que raro. En este hospital no tenemos la especialidad de neurocirugía y tampoco hacemos revisiones a domicilio —Hace una pausa —. Pero puedes averiguar en el hospital Frances, seguro este ahí.

—Esta bien, gracias.

Corto la llamada con miles de preguntas, y un mal sabor de boca.

Llamo a mi padre más de cinco veces seguidas y nunca responde a mis llamadas. Maldigo e intento marcar el número del hospital Frances, pero suena el timbre.

Me acerco hasta la puerta y miro a través del cerrojo.

—¿Quién es? —pregunto.

—Maria —Escucho decir y abro la puerta.

La recibo con una sonrisa. No tan perfecta como la suya. Sus ojos son color azul y por el brillo de su cabello parece qué recién vuelve de la peluquería.

Me abraza como si me conociera de toda la vida y dice:

—Eres más bonita de lo qué tu padre me contó −Vuelve a sonreír —. Mi nombre es Maria, un gusto...

Mi madre comienza a llorar desesperadamente cuando la escucha entrar.

—Venus Parker, mi nombre.

Maria corre hacia mi madre, pero antes de cerrar la puerta recibo un mensaje de mi padre, abro el chat y dice:

PADRE: Hoy voy a volver tarde a casa, necesito que no salgas hasta qué yo vuelva.

YO: ¿Qué sucede?

PADRE: Tenemos evidencia de un nuevo sospechoso.


IMPORTANTE: Ya tenemos grupo de wsp, si se quieren unir me hablar por privado o me dejan su comentario y les paso el link.

¿Qué pasó con Elizabeth Parker?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora