Capitulo 3

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Jungkook lanzó su celular a su suerte apenas desactivó la molesta alarma. Hundió su rostro en la almohada e intentó regresar al hermoso sueño donde vivía lejos de todo ese asqueroso sitio, lejos de la ciudad, de los rascacielos, perdido en el bosque y viviendo en una cabaña.
Quizás podría escalar todos los árboles que él quisiera. Podría nadar todos los días en las claras aguas de un lago. Podría pescar su propia comida y en los días de lluvia saltar sobre charcos, embarrar su ropa y finalmente dejarse caer rendido en el césped, dejando que el agua se lleve consigo todos sus pesares.

Sí, Jungkook hubiese sido más feliz naciendo como un animal salvaje
que como un humano. Hubiese sido más feliz cazando su propia comida en vez de esperar a la cena y encontrarse con la mirada recriminadora de su madre. Hubiese sido más feliz viviendo al aire libre que dentro de esa reluciente casa llena de cristales. Y definitivamente, hubiese sido más feliz durmiendo en una apestosa y húmeda cueva que en su cama, pues no existía peor lugar para estar que ahí cada vez que a Seokjin se le ocurría hacer de buen y responsable hermano mayor, es decir, todas las mañanas.

―¡Jungkook, vas a llegar tarde! ―Escuchó los reclamos del rubio, quién de un tirón lo despojó de sus cálidas mantas, provocando que el muchacho se volviera un ovillo sobre el colchón.

Oh, pero él definitivamente no podría ser feliz sin sus mantas.

―Si no estás en la mesa en 10 minutos, juro que me iré sin ti ―La puerta de su cuarto finalmente se cerró y abrió los ojos, a sabiendas de que su hermano realmente es incapaz de dejarle.

Pero de todas formas obedeció, por supuesto. No quería arriesgarse a
que su hermano mayor esta vez sí decidiera subirse al auto sin él, y su
madre, obviamente, no dudaría en arrancar para dejar a su pequeño monstruo atrás. Si eso llegaba a pasar, él tendría que hacer todo el camino hasta la parada y tomar el ajetreado y poco recurrente bus de la mañana. Él era demasiado reacio a empezar así su día. Una masa de gente aplastándolo no era una de sus cosas favoritas, en realidad le provocaba arcadas de sólo pensarlo.

Porque Jeon Jungkook odiaba las aglomeraciones. Y en sí, él no era
bueno lidiando con las personas.

―Por otro gran día lleno de mierda ―Se levantó, estirándose para dejar
de sentir su cuerpo entumecido. Cayendo en sus palabras luego, se
mordió la lengua por su vocabulario; sí su madre le escuchara, seguramente le haría tragarse una barra de jabón.

Quizás debía guardarse esa clase de pensamientos. Y quizás, sólo quizás,
debía mantenerse un poco más alejado de Yoongi, quien era el culpable de la mayoría de sus desentonaciones. Mas en el fondo sabía que tal cosa no pasaría.

―¿Dónde está el celular?

Revolvió sus sábanas, lanzó las almohadas al aire; simplemente no había rastro del pequeño aparato. Alzó la vista, registrando superficialmente
cada metro cuadrado de su hermosa habitación; aún nada. Se arrastró
por su alfombra y metió la cabeza debajo de la cama, dando una última ojeada. El teléfono yacía en las penumbras y extendió su brazo
para finalmente tomarlo.

―¿Cómo has llegado hasta ahí? ―Como si el teléfono fuera capaz de responderle.

Lo encendió, queriendo ver cuántos minutos les quedaban antes de que fuese la hora para entrar al auto, pero el objetivo se perdió en su mente cuando las notificaciones volvieron a parpadear en la pantalla.

Desconocido

Perdón perdón perdón

¡Realmente perdóname!

Tan sólo creí que te molestaría porque
bueno...

No Soy SeokjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora