Capítulo 30

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Inhala. Exhala. Jungkook mira su reflejo en el espejo, sintiéndose incómodo al usar un traje formal. Él usualmente no se preocupaba por su aspecto y toda su ropa lucía completamente igual. No era un chico vanidoso, sólo necesitaba sentirse cómodo y ya. Probablemente por eso una mueca de asco estaba dibujada en sus labios cuando su hermano mayor entró a su cuarto sin siquiera tocar.

Seokjin lo estudió un momento antes de acercarse a él. Jungkook siempre había sido un niño demasiado bonito e, incluso si estaba creciendo, su rostro no perdía esos rasgos que lo hacían lucir más aniñado. Siempre supuso que eso era parte de su encanto, pues también era consciente de la manera en que más de una chica volteaba a verle cuando él caminaba por los pasillos del instituto. Quizás, si él decidiera tener una novia, las cosas serían un poco
diferentes en casa.

No solo quizás, era lo más seguro.

―Kookie ―El castañito voltea a verle, sus ojos apagados. El mayor intenta sonreír mientras toma su corbata para ajustarla. ―Ahí está, ahora serás el chico más guapo de la fiesta ―Intenta animarle, pero éste ni siquiera prueba mostrar una pizca de felicidad.

―Ese eres tú, hyung ―Jungkook camina hasta su escritorio y cuelga la cámara en su cuello, decidido a escapar de la fiesta apenas se le presente la oportunidad. Permanecería un rato, sí, por respeto a su madre sobre todo, pero eso no quitaba que el cumpleaños de la
abuela Lee fuera su prioridad.

―¿Preparaste un regalo para mamá?―El menor sólo niega con la cabeza, impávido, sus ojos concentrados en la cámara que sostiene entre sus manos. A Seokjin le gustaría llamarle la atención, pero él mismo había visto como todos los intentos de su hermanito en sorprenderla habían resultado un fiasco.

Desde un regalo costoso hasta un gran arreglo florar e incluso una hermosa canción desde el fondo de su corazón, todo había sido completamente llano para ella. Y triste había sido notar que los regalos para su madre era donde más esfuerzo ponía, terminando por agotarse finalmente un día.

Jungkook ya ni siquiera hacía regalos.
Seokjin hubiese llorado de felicidad si aquel chico le hubiese cantado una canción a él al menos una vez.

―Diré que mi regalo es por los dos ―Dice en otro pobre intento de animarle, pero el menor sólo se encoge de hombros sin darle mucha importancia. ―Jungkook-ah, sé que no te gustan estas reuniones ―Camina hasta él, asegurándose de ser cuidadoso con sus palabras. ―¿Pero podrías soportarlo sólo por hoy? Démosle a mamá un lindo día, ¿sí? Sé que podrás sobrevivir a ello, eres un chico fuerte
―Presiona su hombro, intentando brindarle confianza.

El castañito por fin le mira, sus oscuros ojos luciendo metódicos. No obstante, asiente levemente con la cabeza y eso basta para tranquilizarlo, porque sabe que su hermano es alguien de palabra.

Los invitados comienzan a llegar paulatinamente. Jungkook observa
con pánico como el primer piso se llena de familiares de parte materna e intenta mentalizarse para soportarlo, incluso si sus piernas tiemblan cada vez que una de esas miradas se posa en él. Ve a su hermano mayor siendo uno de los centros de atención de los adultos y, aunque lo ve reír prudentemente por malas bromas y sonreír cordialmente a medio mundo, no puede evitar sentir empatía por él. Porque Jungkook presiente que él no se siente necesariamente a gusto con toda esa atención.

―Jungkook, haz algo útil con esa cámara fotográfica y ponte a sacar fotos ―Escucha a su madre decir tras de él, sobresaltándolo.

―Pero yo no...

―Hazlo

La mujer se aleja para saludar a unos invitados que acaban de llegar y el menor baja la mirada, demasiado tenso. Por mucho que quisiera complacer a su madre por ser el día de su cumpleaños, él era incapaz de tomarles fotografías a esas personas, por eso es que decide marginarse lo más posible a medida que avanzan los minutos, inclusive las horas.

No Soy SeokjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora