Capitulo 4

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Luego de ducharse rápidamente y atragantarse con el desayuno (porque él no era alguien que salía de casa sin cumplir con esas dos cosas), Jungkook terminó perdiéndose todo el primer bloque de clases, puesto que los dos primeros buses iban tan abarrotados de personas que el chofer ni siquiera perdió el tiempo en detener la máquina.

Los pies del castaño se deslizaron por el piso como si de grandes sacos de cemento se tratara. Sus pertenencias iban en su bolso deportivo, pues había olvidado por completo cómo había terminado su mochila el día anterior.

Suspiró con cansancio, abriendo la puerta del salón, las miradas de quienes seguían ahí incluso durante el receso se posaron por un instante en él, pero rápidamente se apartaron; Jeon Jungkook no era alguien en quien el resto perdía su valioso tiempo.

Un muchacho de tez pálida y cabello color rubio ceniza fue el único que mantuvo su mirada en él mientras masticaba perezosamente su
sándwich.

Jungkook se detuvo a observarlo a él y su pequeño desorden regado sobre el escritorio compartido, y fue cosa de segundos para que sus ojos se iluminaran como si hubiese recuperado las ganas de vivir.

―¡Amor, te extrañé tanto! ―Gritó, desvaneciendo la distancia que los
separaba para lanzarse sobre el escritorio.

Min Yoongi tragó la comida que tenía en la boca, observando con pena ajena al castañito que ahora abrazaba una cámara fotográfica como si esta fuese su hija.

―Ah, hola, Yoongi hyung ―Saludó luego al bajito, quien se limitó a hacer
un movimiento con la cabeza.

Los ojos del menor inspeccionaban  detalladamente el objeto en sus manos y el mayor no pudo evitar sonreír un poco; era interesante la expresión del joven siempre que sostenía su cámara fotográfica.

―Está bien, está bien ―Suspiró más
tranquilo. ―Gracias por cuidar de ella, hyung ―Sonrió con dulzura, las pequeñas arrugas en sus ojos haciéndole ver más infantil.

Los dedos del contrario cosquillearon con deseos de acariciar su rostro y suspiró pausadamente, obligándose a mantener sus manos lejos de él para terminar su comida.

―Sí, como sea ―Le restó importancia. ―¿Has tenido problemas en tu casa ayer? ―Jungkook sonrió con pena, acariciando los botones de su cámara antes de alzarla frente a su mejor amigo y capturar su imagen.

Hace unos meses Yoongi le hubiese dado una mirada venenosa por
atreverse a sacarle una foto, no obstante, acostumbrado ya al comportamiento imprudente del menor y su extrañaba manía de andar sacando fotos, esperó que éste se animara a contestarle.

―Lo mismo de siempre ―Se encogió ligeramente de hombros.

―¿Al menos le contaste a alguien de tu familia las razones por las que has terminado así? ―Jungkook se mantuvo en silencio, observando las imágenes que almacenaba en la memoria de su querida cámara.

Yoongi se sintió ofendido, pues no había nada que odiara más que ser
ignorado. Su puño golpeó sin demasiada fuerza el estómago del contrario y éste se tensó en su asiento, mordiendo su labio; sólo eso bastó para que las suposiciones del mayor fuesen confirmadas.

―No les dijiste

―Yo no... ―Intentó excusarse, pero Yoongi tiró levemente de su camisa
hacia arriba para observar su magullado torso. El castaño se removió en su asiento, avergonzado.

―¡Hyung, hay gente en la sala!

―Nadie nos mira ―Los dedos del chico de tez pálida delinearon una gran marca morada al final de la costilla izquierda del menor y su mirada se encendió con enfado.

―Debiste decirles ―Reprochó a secas.
Jungkook soló lo apartó con cuidado, bajando rápidamente su camisa.

―No les importa

―Te han golpeado, Jungkook, deberías de preocuparte por tu estado

―No me he fracturado ningún hueso, estoy completamente bien

―Enfurruñado, se enderezó en su asiento para seguir observando las fotos de su cámara, decidiendo dejar de hablar con su amigo hasta que éste dejara de insistir.

Min Yoongi suspiró. El recuerdo del día de ayer vino a su mente y no pudo más que sentirse culpable por no evitar lo que sucedió.

Casi al finalizar el almuerzo, una llamada de Lalisa (una chica que pertenecía al mismo club de Jungkook) había alertado a ambos jóvenes. La muchacha no dejaba de llorar mientras decía que estabapaseando con una amiga cuando vieron como un grupo de salvajes amedrentaban a unos cachorros que habían sido abandonados en una esquina del arroyo. El castaño ni siquiera había dejado que Lalisa terminara de hablar cuando ya estaba tomando su mochila, diciéndole a Yoongi que probablemente no llegaría a la última clase y que por favor cuidara de su cámara, porque definitivamente eso era lo único que no podía arriesgar.

Y así fue, Jungkook no llegó. Y cuando al terminar las clases corrió, como nunca, al encuentro del menor, lo encontró todo magullado y embarrado mientras se cercioraba del estado de tres pequeños cachorros que temblaban de miedo y frío.

Lalisa y su amiga le habían contado que el menor había tratado de detener a los sujetos pero, al ver que conversar con descerebrados era una pérdida de tiempo y eran demasiados como para poder contenerlos, había terminado por envolver la caja con los cachorros
con su cuerpo, recibiendo la golpiza que aquel grupo tenía deparada para las pequeñas criaturas. Como si no fuera suficiente, esos malditos habían conseguido separarlo de los cachorros mientras a carcajadas los lanzaban al agua lodosa, y Jungkook había hecho uso de toda su fuerza para zafarse del agarre de esas bestias y tirarse al agua para rescatar a los animalitos. Los desconocidos aprovecharon de huir
mientras el menor los sacaba del agua.

Para rematar, cuando Yoongi había tomado su toalla de gimnasia para
extendérsela a su amigo para que se limpiase y secase un poco, el idiota prácticamente se la había arrebatado de las manos paraenvolver a los cachorros con ella, secando sus temblorosos cuerpecitos.

Ya, ya, ¡ya no tendrán frío!, había dicho.

Y Yoongi se preguntó si era posible que en ese mundo existiese alguien más tonto que Jeon Jungkook.

Porque sí, Jungkook era un chico testarudo y problemático. Pero a su
vez, era seguramente la persona con el corazón más tierno del mundo.

Irónico, porque ese último tiempo estaba seguro de que su mejor amigo
vivía maldiciendo y blasfemando en contra de todos, pero sus ojos se humedecían con facilidad ante la más mínima de las injusticias.

Un tonto con buen corazón.

Si el resto llegase a conocerlo como él lo hacía, seguramente dejarían de sentir aversión por él. Pero quizás, sólo quizás, la mayoría estaba demasiado encandilada admirando al mayor de los hermanos Jeon como para notar la pequeña existencia de Jungkook.

Un tonto sin suerte, al fin y al cabo.

―¿Pudieron encontrarles un hogar? ―Preguntó finalmente el menor,
interrumpiendo sus pensamientos.

―Lalisa y su amiga dijeron que se encargarían de ellos por ahora

―Jungkook asintió pensativo, aún repasando sus fotos. ―Quise decírtelo
ayer, pero tu celular... ―Se calló, viendo como el menor suspiraba. ―Tu madre no te comprará otro, ¿no?

―No, pero mi hermano me ha pasado su celular viejo por el momento

―Sonrió con ironía, en su tonode voz grabada cierta molestia. ―Hoy cambiaré el número y te avisaré, ¿de acuerdo?

No Soy SeokjinWhere stories live. Discover now