UNO

1.6K 184 28
                                    

Venus

Mi familia había crecido en los últimos años, como solía decir mi madre, los Romano nos habíamos multiplicado de la noche a la mañana, los Romano buenos, claro está. Ya no quedaba ni rastro de aquellos días oscuros en los que Ares y yo éramos maltratados por nuestro padre. Nuestros hijos habían crecido en un hogar lleno de amor, les dimos una buena educación y valores estrictos, conocían las reglas que su padre había impuesto a todos los miembros de la 'Ndrangheta. Nada de novios, nada de novias, si tocabas o te dejabas tocar por alguien esa persona se convertía en tu prometido o prometida. Estas normas eran, sobre todo, para nuestros dos hijos mayores. Ares no quería que Eros se acostara con cualquier mujer y que cometiera un error o que la naturaleza actuara en su contra. No importaba lo mucho que les habíamos hablado a los dos de los anticonceptivos, siempre podían fallar, así que, era mejor que se quedaran quietos y no hicieran nada. Por supuesto que Gio obedeció, ella siempre lo hacía, nuestra hija era responsable, tenía un sentido de la obediencia digno de halago. Si Ares le daba una orden, ella la cumplía de inmediato. En cuanto a Eros, bueno, se parecía más a mí de lo que nos gustaba. Era rebelde, odiaba cumplir con las reglas. Más de una vez lo pillé metiendo sus manos bajo las faldas de las hijas de nuestros capos. Si su padre lo hubiera sorprendido lo habría enviado con Gianluigi a Roma, algo a lo que Eros era aprensivo. Todos sabíamos por qué odiaba tanto Roma y a los Médici, sobre todo a Matteo, el hijo mayor de Gianluigi. Aunque nadie decía nada para no hacer las cosas más tensas de lo que ya eran.

Me quedé un rato mirando por la ventana de mi habitación, había estado observando a mis hijos pequeños jugar con su primo Misha, mi pequeño niño intentaba seguir el ritmo de Hades y Perséfone, mis dos hijos pequeños. Los gemelos eran pura energía, siempre tenían a alguien detrás de ellos intentando detenerlos, pocas veces lo lograban.

Niego con la cabeza cuando veo a Persy haciendo una voltereta en el suelo y a Misha imitándola, seguramente le estaba diciendo que un buen soldado debe saber hacer volteretas. Los tres querían ser soldados de la 'Ndrangheta como lo eran Gio y Eros.

-Mamá.

Miro por encima de mi hombro, Gio tiene la cabeza asomada por la puerta.

-Papá y Eros acaban de llegar- me avisa- Creo que papá está enfadado.

-¿Cuánto?

-¿Mucho?

Suelto un suspiro. Si Ares está tan enfadado es porque Eros ha hecho algo. Camino hacia mi hija y la tomo de la mano.

-¿Has hecho tus tareas?- le pregunto.

Asiente con la cabeza. Cada día debe ir al almacén y elegir a alguien para torturar. Ares decidió que, cuando cumpliera la mayoría de edad en nuestro mundo, Gio tendría que hacer esto si quería controlar su monstruo interior. Hasta ahora le ha ido bien, cuando cumplió catorce años fue la primera vez que Ares se la llevó al almacén, fue en mitad de la noche. Iván los acompañó, dijo que tenía que estar allí para apoyar a su principessa.

En cuanto entramos en el salón vemos a Ares discutiendo con nuestro hijo mayor. No sé en qué momento Eros se había convertido en un hombre, su pelo se había oscurecido con el paso del tiempo, ahora había crecido en músculos y en altura, físicamente era una copia de su padre. Ya no había nada de aquel niño dulce que una vez fue, ahora todo eran enfados, ira y amenazas. Me gustaría saber qué fue lo que lo cambió, pero no hay forma de que lo cuente, ni siquiera a Gio.

Mi hija suelta mi mano para ir con él, es inmediato, en cuanto Gio toma la mano de Eros, él se relaja. Sus ojos se posan sobre su hermana.

-Contrólate- gruñe Ares.

-No prometo nada, papá- responde nuestro hijo.

-¿Qué es lo que ocurre?- pregunto.

Ares pasa por mi lado sin contestar a mi pregunta, me cruzo de brazos esperando que Eros conteste, tampoco lo hace. Gio y él se marchan al jardín trasero dejándome sola.

-Es por Matteo Médici.

Miro a Iván, acaba de entrar por la puerta.

-¿Qué pasa con él?- pregunto.

Iván inclina la cabeza a un lado.

-¿De verdad no conoces la respuesta a esa pregunta, hermanita?

Respiro hondo y suelto el aire. Conozco la respuesta, sin embargo, no quiero decirla en voz alta porque se volverá real. Matteo Médici quiere a Gio para él, pedirá su mano pronto y si ella no se niega tendremos que permitir ese enlace.

-¿Eros está celoso?- le pregunto a Iván.

-Claro que lo está.

-¿Y por qué no reclama a Gio para él?- mascullo.

Iván se encoge de hombros.

-¡No voy a permitir que le rompa el corazón!- grito- Si él no la quiere debe dejarla en paz para que sea feliz con otro hombre.

Iván me abraza por el cuello, rodeo su cintura con mis brazos. Ahora comprendo qué cambió en mi hijo, fueron los celos, por eso siempre está exaltado y no para de discutir con su padre.

-Hablaré con él- me dice Iván.

-Gracias.

Me fui a la cocina a ayudar a Celia con la comida, era algo que había estado haciendo últimamente. Lena estaba hoy en una cita con una clienta y a mí no me necesitarían hasta mañana para la prueba del maquillaje. Nuestra empresa había crecido mucho en los últimos años, nos habíamos hecho un nombre entre las esposas de los capos de mi esposo. Ahora nos llamaban para cada evento que tenían, Lena se encargaba del estilismo y yo de la parte del maquillaje. Teníamos a varias maquilladoras más trabajando para nosotras, además de peluqueras. Estaba feliz con mi vida laboral, estaba muy feliz.

La puerta corredera del jardín se abre, Misha entra en la cocina con el ceño fruncido y se deja caer en una silla.

-¿Qué te pasa, amore?- le pregunto.

-Hades dice que todavía soy pequeño para trepar árboles. No soy pequeño, tengo su misma altura, tía Venus.

Celia se ríe en silencio.

-¿Dónde está tu hija, Celia?- le pregunta Misha.

Demarco y ella habían tenido una niña, que ahora tenía seis años. Misha parecía adorarla, siempre la buscaba para jugar. Entonces era el momento de Demarco, no le gustaba que ningún niño se acercara a su niñita. Sería algo inevitable en el futuro.

-Está con Mirabella y su hijo- responde Celia.

Mirabella se había casado con Fabián, tuvieron un niño hace unos años, el pequeño Rodrigo contaba con cinco años ahora, era todo un torbellino. Cada vez que visitaba esta casa los gritos y las risas se oían por igual. Un día sería un gran soldado, como su padre.

 Un día sería un gran soldado, como su padre

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Antología [Volumen 1]Where stories live. Discover now