CINCO

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Venus

Ares entra en nuestra habitación, me descubro el cuerpo de las mantas que tenía encima. Mi esposo se desviste y se pone sobre mí, besa mi cuello mientras sujeta mis manos con fuerzas a cada lado de mi cabeza. Lo noto endurecerse por cada centímetro que recorre en mi piel con su boca. Con tantos niños por casa y tanto trabajo casi no tenemos tiempo para nosotros, por eso siempre aprovechamos la intimidad de nuestro dormitorio para dejarnos llevar. Cada noche lo espero desnuda en nuestra cama, previamente me toco para así estar mojada para él.

-¿Te he hecho daño?- me pregunta.

-¿Cuándo?

-Antes, en el despacho te tiré al suelo sin querer.

Me rio suavemente.

-No, amore. Estoy bien.

Me penetra de una embestida, gemimos a la misma vez.

-Un bebé- susurro.

-No- gruñe.

Me empiezo a reír, desde que Eros se hizo adolescente ha lamentado tener más hijos, está esperando el momento en que Hades y Perséfone lleguen a esa edad, no sabe gestionarlo y le crea ansiedad por no poder controlar algo. De hecho, se hizo una vasectomía hace años para no volver a tener hijos.

Me castiga con dureza con cada embestida, he sido insolente por burlarme de él. Sus empujes contra mí son firmes, me mira a los ojos, su mano viaja por mi cuerpo hasta mi cuello, lo envuelve y me aprieta. Choca sus labios con los míos con violencia, nuestras lenguas se enredan, se necesitan. Voy a explotar, rompe el beso en busca de su propio aire.

-Morte- gimo en un susurro.

Ares gime en mi boca mientras llegamos al clímax a la misma vez. Su calidez me llena como cada noche, deja su cara pegada a la mía, sus dedos acarician la longitud de mi cuello con delicadeza. Es lo más cerca que voy a estar de un Ares amoroso. No me quejo, lo quiero frío y rudo. Y sé que a veces Gio y él fingen por mí cuando necesito que todo sea normal. Los amo más que nunca cuando se preocupan tanto por mí. Mi principessa intenta que no me dé cuenta y la dejo creer que no lo hago porque sé que la hace feliz hacerme feliz a mí.

Acaricio la mejilla de Ares con mis nudillos, sus ojos se cierran brevemente.

-Te amo, vita mia- le digo.

Me da un beso en los labios. Luego rueda y se acuesta a mi lado mirando hacia el techo, me acurruco en su costado. Pasa su brazo por encima de mis hombros, su mano descansa en la parte superior de mi brazo. Recorro su torso con las yemas de mis dedos.

-Gio recibirá mañana su tatuaje- me dice.

Asiento con la cabeza. Nuestra hija lleva desde los doce años bajo sus órdenes, ha estado entrenándose y haciendo redadas con Eros y con otros equipos a los que su padre la enviaba. Ha sido la primera soldado mujer y la soldado más joven en incorporarse a las filas de la 'Ndrangheta. Todos estamos muy orgullosos de ella, de todo lo que ha conseguido.

-¿No me preguntas por qué ahora y no antes?- me pregunta mi esposo.

Mi rio suavemente y niego con la cabeza.

-Conozco la respuesta, vita mia. No querías marcar su piel, pero ahora que se va lejos de nosotros todos tienen que saber que te pertenece, que pertenece al Don de la 'Ndrangheta.

Ares gruñe a modo de concordancia conmigo.

-Nos pertenece, es la hija del Don- me dice con molestia- No voy a dejar que nadie se la quede.

-¿Ni Eros?

Mi esposo suspira, está muy cansado de este asunto. Me levanto sobre mi codo para mirarlo a los ojos.

-La ha tocado- me dice.

-¿Eros?- pregunto.

-Sí.

-¿Ella te lo ha dicho?

Niega con la cabeza.

-No ha necesitado decirme nada, conozco a mis dos hijos mejor de lo que ellos piensan.

-La norma, Ares...

-No voy a obligar a Gio a cumplirla, merece darle una puta lección al imbécil de nuestro hijo.

Sé que lo merece, Eros se ha estado comportando como un... Imbécil. Mi esposo acaricia mi mejilla con su pulgar.

-Sigues tan hermosa como el primer día- me dice.

-Y tú sigues tan loco como siempre.

Su sonrisa es inmediata, me rio y me lanzo a su boca. Tantos años juntos y mi amor por él no ha hecho más que crecer. Me agarra por el muslo para subirme a horcajadas sobre sus caderas. Yergo mi espalda, su erección se clava en mi centro, su deseo sexual por mí no cambiará nunca.

-¿Has hablado con Eros?- le pregunto.

-Sí, mañana por la tarde estará de camino a Nueva York.

-Bien.

-¿No estás de acuerdo?

-Sabes que sí, siempre has sido un buen padre Ares.

-¿Pero?

-Los voy a extrañar mucho, no tenerlos en casa será difícil.

-Tienes a Hades y a Perséfone.

Mi risa hace temblar mi cuerpo. Definitivamente, esos dos me mantendrán entretenida.

-Esta mañana apuñalaron las ruedas del coche de Demarco.

Ares sonríe con mis palabras.

-No es gracioso- lo regaño riéndome- Tomaron un cuchillo de tu colección.

Su sonrisa se borra de un plumazo, si hay que mi esposo adore son los cuchillos con los que mató a nuestro padre, a su puta y al bastardo. Los tuvo años en cautiverio hasta que decidió que ya era hora de que abandonaran este mundo.

-Tengo que comenzar a cerrar con llave mi despacho- gruñe.

-Estaba cerrado con llave.

Ares aprieta la mandíbula. Los gemelos lograron abrir la cerradura, tengo que averiguar cómo han aprendido a hacerlo. Ares me tumba de lado, rodea mi cuerpo con su brazo y su pierna. Me encanta dormir así, él lo sabe y me lo proporciona. Me gusta dormir protegida por su presencia. Ares no suele dormir mucho, pero se queda en la cama conmigo hasta que yo me despierto, excepto si tiene trabajo que hacer.

-Vamos a dormir, amore. Mañana tenemos un largo día por delante- me dice.

El calor de su cuerpo me relaja, me pesan los ojos. Siento un último beso posarse en mi cuello, luego dejo que el sueño me venza.

 Siento un último beso posarse en mi cuello, luego dejo que el sueño me venza

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Antología [Volumen 1]Where stories live. Discover now