CAPÍTULO 35

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P.O.V. Leyla

Nuestros lobos se enzarzaron en una lucha buscando meter nuestras garras en el cuerpo del contrincante. Me defendía con maestría y atacaba cuando tenía la oportunidad, pero su lobo no era fácil de vencer. Su fuerza bruta y el tamaño de su cuerpo eran beneficios para que esta batalla continuara por un buen rato.

Cuando volvió abalanzarse sobre mí, con el impulso de mis patas me moví por debajo de él, pero no me esperé que sus patas traseras me arañaran el lomo. Gruñí de dolor y él rió de satisfacción en mi cabeza. Aquello me ayudaba a seguir peleando y no rendirme ante mis profundas heridas.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, incluso las horas me parecieron días. Mi padre no me daba tregua ni yo a él, y por ello me sentía agotada y malherida. Mi respiración se hizo pesada y mi aturdimiento nublaba mis ojos.

Me lanza un fuerte golpe que me manda al borde del precipicio, sintiendo que mi cabeza caía al vacío. Con mis temblorosas patas me incorporé y le miré fijamente, enseñando los afilados colmillos.

"Incluso ahora, sigues teniendo el descaro de mirarme con odio" dijo mi padre en mi cabeza con aquella voz áspera.

Me le quedé mirando y enfrentándome a él. Sus comisuras se elevaron, pero me miró con ojos serios.

"Te lo repetiré una vez más. Ven conmigo y no te mataré"

Me incorporé un poco, aunque no pude evitar gemir por el dolor que me provoca las heridas abiertas de las patas.

"Vete al infierno, cabrón"

Sacudió la cabeza y me miró con lástima. Hubo algo de tristeza en su voz que consiguió disimular con la repulsión.

"Hasta siempre, hija"

Su parte delantera se inclinó hacía delante dispuesto a atacar. Retrocedí un poco, pero una de mis patas me avisaba del peligro del acantilado.

No podía volver a atacar y mis heridas tardarían en curar. La idea de esquivarlo se pasó por mi cabeza. Podría funcionar, pero también me perjudicaría y caería yo en su lugar. Hice lo mismo que él.

Tenía que evitar que se diera cuenta y actuar en el momento correcto. Recé para que mis últimas fuerzas no me fallaran.

Saltó. En el instante que estaba en lo más alto corrí hacía delante por debajo suya. Desconcertado, inclinó las patas para cortar la distancia de su aterrizaje, llegando a donde estaba antes.

Cuando se iba a dar la vuelta, ya estaba yo para golpearle con la cabeza en sus costillas. Aquel golpe consiguiendo desestabilizarle y sus patas alteraron con el polvo de la tierra.

Aquel momento fue lento para mí. Nuestros ojos se cruzaron y para mi sorpresa ví aquella mirada de antaño. Me miró con gratitud y cariño.

"Gracias"

Y tan rápido como fue, dejé de verle y ver su cuerpo negro caer en el vacío hasta desaparecer.

***

Todo había terminado.

La sombra de mi pasado, que me había estado atormentando con sus desgarradoras cadenas, me liberaban y se destruían frente a mis ojos.

"Soy libre" pensé incrédula mirando el precipicio donde el yacio cuerpo de mi padre cayó. Ningún humano sobreviviría a la caída, incluso un lobo no saldría de esas.

¿Cómo debía de sentirme? No había una emoción para describirlo. Me sentía vacía, ni triste ni contenta, pero la sensación era como volver a respirar. Me transformé sin darme cuenta en humana.

- También te liberé, padre -dije pensando en padre que amé. Por fin había cumplido mi largo cometido. Ya dejando atrás los recuerdos dolorosos de aquel borracho, pensé en la batalla que se efectuaba detrás de estos árboles.

- Los demás...¡debo ir! -dí la vuelta y me volví a transformar en mi loba. Antes de irme, miré por última vez donde mi padre había caído hace unos minutos. Me quedé un momento quieta mirando la roca que sobresalía.

"Adiós padre, espero que tengas mejor vida" Odiaba admitirlo, pero una parte de mí había muerto con él; aquella parte en la que una niña de trece años amaba a su padre sobre toda las cosas.

Despidiéndome por última vez, corrí por el bosque hacía la explanada. Recuerdo que Alex estaba herido y que Amelia se había quedado sola luchando ¿Estarán bien? Me reprimí por ser la peor Beta de mi manada, ciñiéndome a mis asuntos personales que a los de mi puesto. Recé para que nada malo pasara.

Al salir entre los árboles y ver la explanada, reinaba el silencio de la batalla acompañada por la multitud de voces que iban de un lado para otro. Nadie luchaba, y los que estaban en pie eran de mi bando.

Habíamos ganado.

Caminé para buscar a Amelia y la divisé en forma humana tapada con una manta al lado del un montón de mujeres. Estaba dando órdenes a que ayudaran a los heridos y que vigilaran de que no hubiera renegados escondidos. Ella me miró y alzó su mano para que viniera. Estaba cubierta de sangre.

Corrí desesperada para allá. Al estar a su lado me tendió una manta y me transformé. Al taparme y verla detenidamente tenía mordeduras y algunos cortes visibles.

-Amelia...yo... -quise contener el llanto, pero ante tantas emociones en menos de unas horas no podía controlarme. Amelia vino y me abrazó.

-No te preocupes, estoy bien -me apartó un poco y me miró- Tú estás peor que yo, ¿acabo le conocías?

Pestañeé para detener las lágrimas y, con mis manos en sus codos, le dí una triste sonrisa.

-Es una historia larga de contar.

-Después de esto tendrás mucho tiempo -dijo Amelia.

-¿Y las demás, están bien?

-Sam ha sido todo un terremoto, creo que nos ha ganado. Sara está algo más magullada, pero no es nada serio. Gracias a su olfato descubrimos a más renegados escondidos. Y Mel es atendida por los de Garras Afiladas. Un vampiro le clavó una astilla de plata en las patas y la están tratando. Pero está bien, se recuperará cuando se lo saquen.

-¿Y John?

-Cabreado por no saber donde estabas, pero ya le he puesto en su sitio -dijo Amelia con una tenebrosa sonrisa de triunfo.

Me quedé sorprendida al oírla hablar con tanta seguridad. De ser aquella chica tímida y de mujer de los sesenta se ha convertido en esta mujer decidida y con autoridad, segura de sí misma y con más confianza. Recordé los comentarios de los demás de que Amelia no sería una buena Luna. Ya podían tragarse sus palabras.

Asentí con la cabeza. Sin soltarla miré de un lado a otro buscando a Alex, pero no había rastro de él.

-¿Y Alex? ¿Sabes algo de él?

Los ojos de Amelia se aguarron y se aferró más a mis brazos. Todos mis temores surgieron y mi ser temblaba de puro terror.

-Amelia, ¿qué ha pasado?

Agachó la cabeza. En un susurro me habló de lo ocurrido.

-Sé algo...Le ví medio moribundo y ordené a algunos de la manada que le protegieran. Cuando terminó todo le ví desmayarse. John, su Alfa y yo fuimos a socorrerle, pero estaba inconsciente y respiraba con dificultad. Se fue con su Alfa al hospital hace diez minutos.

Mis piernas temblaron y Amelia fue la que me sostuvo para que no me cayera. Los latidos de mi corazón me latían en los oídos y no pude entender lo que Amelia ordenaba a alguien cuando me llevó a un coche y me sentó en la parte trasera con la ropa doblada en el otro lado del asiento.

Mi cabeza sólo pensaba en Alex y nada más que en Alex, y en ir a verle lo antes posible.

Tensión Lobuna (Corrigiendo Partes) Where stories live. Discover now