CAPÍTULO 5

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Volví a casa empapada de la lluvia repentina que había caído esa tarde, por no hablar de lo cabreada que estaba. Me fui corriendo al baño, me quite la ropa mojada y la tire en un rincón para recogerlo después. Abrí el grifo. Esperé titiritando de frío a que el agua saliera caliente y, cuando salió, me metí rápidamente. El calor y el vapor empezaron a relajarme los músculos, dándome sus efectos curativos.

Media hora después, estaba sentada en el sofá con mi camiseta de baloncesto de MIAMI, mis pantalones cortos de pijama y con unos calcetines gordos que usaba como si fueran zapatillas de estar por casa. En mis manos sostenía una bolsa de nachos y me los metía en la boca con lentitud, mientras miraba la televisión embobada.

Ahora estaba seca y hambrienta, pero el cabreo y mi cara de mala leche seguían ahí.

"¿Quieres hablar?" me pregunto mi loba.

Paso de responder.

"¿Cómo te sientes?" volvió a preguntar, pero esta vez con algo de burla en su voz. Sabía perfectamente cómo me sentía.

"¿No me ves? ¡Irradio felicidad por todo el piso!"

No dijo nada más. Ya esperaría a que explotara en cualquier momento.

Después de una hora y sabiendo que tendría que madrugar, me fui a la cama. Bajé las persianas y apagué la calefacción y las luces del salón. Me voy a mi habitación y, una vez que me voy a meter en la cama, el sonido de un mensaje suena en mi abrigo. Saco el móvil para leerlo, imaginándome que sería el de mis amigas.

"Que tengas dulces sueños preciosa ;) "

Fue cuando exploté.

-¿¡Qué cojones pensaba este tío en haberme enviado esto!?

Mi loba suspiró. La espera había terminado.

"Ahora sí que quieres hablar"

"¿¡Te lo puedes creer!? Después de como se ha comportado hoy, me manda mensajitos cariñosos como si nada"

"Tú has sido la que se ha comportado mal con él"

"¡Oh vamos! No te has puesto de mi lado en ningún momento"

"Apoyo al que tenga razón en una discusión, y tú no lo tenías"

"¿Te vas a poner del lado de tu lobito a partir de ahora?"

"Es él el que me quiere hacer feliz, tú en cambio no paras de herir mis sentimientos"

Eso me dolió. No quería hacerle eso a mi loba, y también me dolía que no antepusiera mis propios sentimientos antes que a su mate. Hemos estado siempre unidas, y ahora por esto nos estamos distanciando.

"Tú también has antepuesto tus sentimientos a los míos"

No dijo nada. Volví a coger el móvil y a leer el mensaje una y otra vez, tumbada en la cama. Imaginé que me lo decía al oído y mi corazón latió muy rápido. Mis mejillas se ruborizaron y una sonrisa estaba puesta en mi cara. Sin darme cuenta estaba girando en la cama de un lado para otro con una cara de tonta enamorada. Me incorporé y corregí mi postura. No podía creer que me estuviera comportando así sólo habiéndole conocido en un día, y dejándome influenciar fácilmente por mi infantil loba.

"¿Me prometes que no le vas a rechazar?"

"No le voy a rechazar" solté abiertamente. Mi loba se quedó impresionada y contenta ante mi respuesta. "No te pienso hacer eso"

"¿Entonces lo aceptas?"

"Aunque no lo rechace no significa que lo acepte. Son dos cosas muy diferente"

"Eres dura de mollera, chica"

"Te digo lo mismo" y sonreí.

"¿Y qué vas a hacer?"

"...no quiero volver a verle" mi loba gruñó y un dolor me invadió el pecho. Ella arañaba la superficie intentando salir y yo la retenía. No deseaba tranformarme para que ella tuviera el control.

"¡¡¡Basta!!!"

"¿¡Por qué quieres hacerme sufrir!?" no paraba de arañar y cada vez el dolor se volvía más insoportable. Me tumbé en la cama, agarrándome el pecho y el estómago.

"Me haces daño ¡¡¡Para de una vez, joder!!!"

"¿¡Por qué!? ¿¡Por qué tienes que huir de todo!? ¡Deja de hacerme esto!". Ya no aguantaba más, y notaba cómo perdía las fuerzas y las lágrimas aparecían en mis ojos.

-¡No quiero volver a pasar por lo que me pasó hace diez años! ¡No quiero encariñarme con él para que luego me haga sufrir como hizo mi padre! -le confesé en voz alta sin necesidad de utilizar nuestro enlace, y el dolor remitió instantáneamente, dejándome vacía y cansada de tanto luchar, a punto de perder la consciencia. Mi loba se sintió mal y empezó a gimotear y a sollozar.

"Lo siento..."

Hubo silencio.

"Leyla, yo..."

"Cállate y déjame dormir" le dije sin emoción.

Ella gimoteó y se hizo una bola en mi pecho. Las dos nos sentíamos destrozadas y culpables de lo que nos habíamos dicho la una a la otra. Con esfuerzo apagué el interruptor de la luz y me metí debajo del edredón. Cerré los ojos y me dejé llevar por la oscuridad.

***

-Leyla, puedes irte ya a casa. Nosotros nos encargaremos del resto -me dijo mi jefe en la puerta de la cocina.

Dejé la bandeja de pan en el horno.

-Aun no finaliza mi turno. Puedo seguir trabajando un poco más.

-No hace falta muchacha. Acaban de venir Mike y Penny para echarnos una mano en la cocina, y Dalyn y Christian se encargan de los pocos clientes que tenemos.

Le miré a los ojos y me ofreció una sonrisa, que me ayudó a estar menos tensa con él y a empezar a calmarme.

-Pero...

-No hay peros que valgan. Se nota que estas mal y que no estás capacitada para seguir trabajando hoy. Ve a casa a descansar y soluciona tus problemas lo antes posible.

Muchas veces el viejo me trataba con mucho cariño, como si fuera alguien de su familia. Podía ser a veces rudo, maleducado, mal hablado, engreído y tacaño... pero tenía un buen corazón y trataba bien a sus empleados. Se le cogía cariño con mucha facilidad. Le ofrecí una sonrisa de agradecimiento y me quité el delantal. Lo coloqué en el perchero y cuando me fui a la pequeña sala a cambiarme, escucho a lo lejos.

-Pero te descuento un 2% de la paga de este mes.

"¡Sera hijo de puta!" pensé y me puse a reír.


Salí de la cafetería y cerré mi gabardina verde hasta arriba. Con el frío que hacía llevaba puesta mi bufanda, mi gorro con el pompón arriba y unos guantes, todos ellos de lana y de color crema claro. Mis botas marrones me ayudaban a que el agua de las aceras no se metiera por mis medias.

El móvil me empezó a sonar y fui a cogerlo de mi bolsillo con algo de dificultad por culpa de mis guantes. Veo que en la llamada entrante aparece el nombre de Sara y lo descuelgo.

-¡Hola, loba pederasta!, ¿Qué tal te fue con el adolescente?

Me reí sin muchas ganas. Sara era así con todas nosotras. Éramos las únicas que podíamos entender su humor. Aunque tuviera ese lado, era muy cariñosa y protectora con nosotras. Se preocupaba por todo lo que nos sucedía a su propio modo. Cuando encuentre a su mate va a ser un gran notición.

-Bueno...no se que responderte.

-¿Quedamos para charlar? He quedado con Samy en el centro comercial para hacer el tonto.

Lo pensé un rato. Si me voy a casa las cosas no van a cambiar. Necesito la opinión de Sara y de Samy que son más radicales y directas, y un buen empujón por parte de ellas me vendría muy bien para decidirme.

Tensión Lobuna (Corrigiendo Partes) Where stories live. Discover now