CAPÍTULO 13

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-Doctor, vale que ha sido una buena broma y nos hemos reído bastante, pero ya no tiene gracia.

-Es por tu propio bien y protección, pero más por mí que por ti.

Solté un suspiro y volví a echarme en su sofá mirando al techo, mientras que él escribía en su cuaderno riéndose del espectáculo que le estaba dando ante sus ojos.

¡El muy cabrón me había puesto una camisa de fuerza! Le había llamado para concertar una cita el sábado y cuando llegué a su casa donde siempre hacia mis terapias le empecé a soltar que me iba a volver loca, entrando en su casa como si formara parte de su familia. Con una sonrisa me lleva al trastero enseñándome lo que le habían traído la semana pasada y me quedo sorprendida al ver la camisa de fuerza de color blanco que veía en las películas de miedo. Por voluntad propia y curiosidad me la pone, pero una vez que ya había apretado mucho todo el buen humor que me quedaba se perdió y empecé a gritarle. Estuve varios minutos así he intentando quitarmelo por mí misma. Pero el gilipollas lo había recubierto con algo especial para hombres lobo. "Genial, lo ha pedido expresamente para mí " pensé con ironía.

Y ahora estaba ahí, tumbada en el sofá de su salón y muy quieta, echándole algunas miradas asesinas cuando se reía.

-¿Quieres que te afloge un poco el agarre? - me dice cuando me saca una foto por el móvil como recordatorio. Más tarde le pediré que me la pase.

-Mejor no, estaría segura que si lo haces lo rompería y te destrozaría el cuello.

-Entonces prefiero evitar acercarme a ti -dijo conteniéndose la carcajada.

La verdad no teníamos una relación de psicólogo a cliente como debía ser, iba más allá. Trataba al doctor cómo si fuera mi tío favorito, y él me trataba como una sí fuera su sobrina, salvo que me hacía un montón de bromas y siempre me enfadaba. Le conocí cuando tuve nueve por mis problemas en el colegio hasta que unos años después mis problemas se agravaron y le empecé a ver continuamente. Hubo otros que me trataron, pero él fue el único que me soportaba, así que mi expediente se lo pasaron a él.

Me trataba con cariño y paciencia, sin compararme con otras personas. Se podría decir que gracias a él soy la persona que soy ahora, aunque aún siga teniendo esos problemas que me atormentaban que me hacían perder la cordura.

Unos golpes suenan en la puerta y pasa su esposa, Chaterine, con una bandeja de galletas y té. Era una mujer muy agradable y elegante, aunque se la caracterizaba más por sus momentos de torpeza. La conocí tres años después de conocer al doctor, por lo que no había problema en que mis sesiones se hicieran ahí en vez del hospital.

Al dejar la bandeja en la mesilla gira su cabeza para mirarme y ante la sorpresa su cara parece todo un poema, poniendo una de sus manos en la boca para que no se le escapará esa carcajada contenida. La miré con un odio fingido pero luego bufé ante su expresión.

-Aquí tenéis algo para tomar -dijo con una sonrisa en sus labios.

-Gracias cariño, más tarde te paso la foto.

-¡Oye tú!, no es para estar enseñándoselo a todo el mundo -dije cabreada.

-Se la mando a Robert y a nadie más, lo prometo -me dice sacando la lengua Chaterine. Robert era su hijo que se encontraba en Londres estudiando- ahora os dejo solos.

Cuando iba a irse se tropezó con sus tacones y estuvo a punto de caerse, pero se estabilizó y como si no hubiera pasado nada siguió caminando con elegancia. Quise reírme, pero comparando la situación yo estaba en peor lugar.

-Bueno Leyla, empecemos-Se colocó en su asiento y me presto atención - Cuéntame lo que te pasa. Ya me contaste lo de Alex.

Me puse lo más cómodamente posible y solté lo que me venía a la cabeza.

Tensión Lobuna (Corrigiendo Partes) Where stories live. Discover now