CAPÍTULO 23

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Después de unos días mi madre tenía un mejor aspecto. Iba todos los días a ver como estaba, y siempre me recibía con burlas sobre mi chico lobo. En vez de una madre se parecía más a mis amigas.

Ya no recordaba haberme sentido así de feliz con mi madre. El día en que mi padre nos abandonó no volvió a ser la misma. Se encerraba en su habitación sin salir de la cama y yo, a pesar de haber tenido solo trece años, tuve que sacarla adelante. Me obligue a madurar antes de tiempo por nuestro bien, dejando atrás mi infancia y de pedir muñecas a tener que limpiar las casas de mis vecinos para ganar dinero con mi sudor, sin aceptar limosnas de nadie. Tuvimos la ayuda de los miembros de la manada, pero una vez más que me quedaba con mi madre el peso de la soledad me aplastaba.

No deseé a nadie lo que yo tuve que pasar. Miraba a familias por las calles y la tristeza y el dolor se clavaban en mi corazón. La carga que tenía encima duró durante varios años. Sin embargo, seguí adelante gracias a mis amigas que no me dejaban aislarme de mí misma. Todos estos problemas me los guarde en lo más profundo de mi interior.

Pero, hace ya dos o tres años, cuando vi a mi madre tirada en el suelo de su cuarto, algo en mí se rompió, y de pasar a ser dos en casa pase a estar sola en esa casa. Decidí vender la casa y comprar con el dinero que nos quedaba y que había estado ahorrando un pequeño apartamento con dos habitaciones para cuando volviera. Al principio iba todos los días al hospital a pesar de que estuviera en coma, pero el dolor y el miedo se hicieron más grandes y alargaba mis visitas. Recibía ayuda monetaria de mis tíos, pero hubo un momento en que ya tuve que rechazarlo y ser yo la que volviera a cuidarla.

Y ahora, verla así es como si soñara, como si fuera un efímero sueño. La sonrisa que me daba en mi niñez había vuelto. Cada vez que entraba en la habitación y la veía mis ojos no paraban de producir lágrimas y ella se metía conmigo. No podía evitarlo. Nunca había pensado que esto sucedería, creí que en ese momento iba a morir y a abandonarme de nuevo, y viéndola esta claro que esto parece irreal.

La puerta se abrió y el doctor Hilton entró sacándome de mi trance. Los primeros días que venía noté que me evitaba, como si me escondiera algo. No quise preguntar y esperar a que él me lo dijera, y ahora podía ser la ocasión.

-Leyla, quiero hablar un momento contigo.

Me levanté de la silla con el propósito de ir hacia él, pero la débil mano de mi madre agarró mi chaqueta reteniéndome a su lado.

-Joel, yo se lo diré.

El doctor no dijo nada e inclinando la cabeza en señal de asentimiento cerró la puerta dejándonos solas, mientras que yo miraba a mi madre atónica ¿Qué está pasando?

-Vuélvete a sentar Leyla, tengo que hablar contigo de algo serio- me dijo sin sonreírme.

Mi corazón parecía como una bomba a punto de explotar. Mis hombros se tensaban ante la ansiedad. Me senté en la silla y la miré con seriedad, dejando que hablara.

-Hija, hay algo que aún no te he dicho -su mano derecha buscaba la mía y yo se la di, dándome un débil apretón de cariño -al salir del coma noté que mis piernas me fallaban y que mi cabeza dolía bastante. Al principio el doctor me dijo que era normal pero la sensación no remitió. Me hicieron un TAC en las piernas y un Encefalograma...

La seguí mirando sin ninguna expresión, pero dentro de mí me atormentaba el miedo.

-¿Qué encontraron mamá? -pregunté sacando el temor que me carcomía. Mi madre desvío la mirada.

- En el TAC apareció que la médula espinal la tengo destrozada dejándome parapléjica de la parte inferior. No voy a volver a andar.

Las lágrimas de esta mañana volvieron a ocupar mi cara. Mi madre me habla sin que le tiemble la voz, como si en todo este rato ha pensado la forma de decirlo sin que le afectara cuando lo relatará. Lo de las piernas lo deducía al cabo de unos días, pero ese no era el verdadero problema. Había algo detrás de todo esto.

Tensión Lobuna (Corrigiendo Partes) Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu