CAPÍTULO 3

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Abrí la puerta del piso y nada más ver el sofá me tiré encima de él, rendida ante el alcohol en sangre que corría por mis venas. Toda la conversación con mis amigas se me pasa por la cabeza. Creo que no voy a poder olvidarlo.

Mierda.

Decido tomar una ducha fría para espabilarme. Necesito la cabeza bien despejada en estos momentos para concentrarme en lo que iba a hacer. Había una parte de mí que deseaba estar con él -vamos, lo que mi loba me impone- pero por otra parte lo rechazaba, creyendo que eso es lo correcto. Mi madre y algunos miembros femeninos de la manada me decían desde pequeña que la separación con tu mate es inaguantable, que la angustia y la desesperación hacen que no puedas aguantar más. Pero la verdad es que aún no me sentía de esa forma, mi pecho lo notaba vacío... cómo si me faltara algo, pero sólo eso.

Está claro que ese algo es él

“¡Oh, cállate!”

Salí de la ducha y cogí una toalla para envolver mi cuerpo. Me lavé la cara para quitarme el resto del maquillaje y me cepillé los dientes, sustituyendo el sabor de la cerveza por el de un enjuague bucal de menta. Salí del baño para volver a tirarme en el sofá y encender la televisión en un canal de realitys sobre gastronomía.

“¿No quieres hablar conmigo?”

“No es que quiera hablar, es que no quiero discutir. Sé que no me vas a perdonar esto con una simple disculpa, o que me transforme y me vaya al bosque a correr”

Te crees que eres responsable y que puedes valerte por ti misma, pero en realidad eres lo que no quieres ser, una inmadura

“¡Cállate ya!”

Ella se quedó en silencio.

Me lo prometiste” dijo con dolor en su voz y tristeza, desvinculándose de mí para estar sola.

Ese comentario me destrozó. Me encogí en el sofá, esperando que con ese gesto sienta algún alivio, pero nada pasa. Mis lágrimas volvieron a recorrer mi cara recordando el pasado. Me sentía impotente, incapaz de hacer algo. No tenía ganas de hacer nada. Ahora ya sé cómo se siente cuando me lo contaron. Solo quería que alguien me abrazara, y en mi cabeza no apareció mi madre, sino a ese chico que le había arrebatado su felicidad al igual que mi loba.

***

Me quedé esperando en frente de la cafetería bajo la fría helada que cruzaba esa mañana en la ciudad, buscando al dueño para que abriera el local. Era las 7:30 a.m. y aún no había señales de él. Lo maldecía por lo bajo. Tendría que haber empezado a hacer los desayunos hace diez minutos para que luego no hubiera problemas en los pedidos. Estaba enfadada, mi loba no me había vuelto a hablar desde anoche y el dolor no remitía ni por un minuto. Tengo que hacer algo pronto. Empecé a saltar para quitarme el frío.

-¿Ya tienes ganas de ir al baño o es que estas practicando para saltar a la comba?

Me giré con el ceño fruncido.

-Llega tarde, jefe.

-Vaya, parece que las mañanas no son tus fuertes para sonreír, aunque con este frío no me extraña.

Abrió las rejas y la puerta del local, y los dos entramos dentro. Fui directamente a encender la calefacción y a ponerme manos a las obra en la cocina, mientras que el dueño bajaba las sillas de las mesas, organizaba el dinero de la caja y restablecía el almacén. Me puse a hacer la masa del pan para meterlo en los hornos industriales, a hacer los croissants artesanos y, por último, los gofres y las crepes.

Ya eran las 8:10 y el local estaba abierto. Los clientes empezaron a entrar para resguardarse del frío y tomar un desayuno contundente o un café que les calentara. Dalyn, la camarera que trabajaba aquí desde hace dos meses, entró apresuradamente pidiendo disculpas a su jefe por la tardanza y a mí por hacer su parte. Se cambió rápidamente para ponerse su uniforme en menos de dos minutos y comenzó a hacer su trabajo. Yo me encontraba bastante atareada detrás de la barra y en la cocina, sirviendo los desayunos y preparando más cuando se estaban agotando. Fue bastante estresante, pero la cosa se fue calmando y el ritmo de trabajo fue descendiendo.

Ya eran las 13:00 p.m. y me encontraba haciendo sándwichs de diversos tipos cuando Dalyn vino a hablar un poco conmigo, notando algo extraño en mi comportamiento habitual.

-¿Te pasa algo?

Yo seguía con lo mío, sin quitar la vista de los sándwichs.

-No, tranquila, estoy bien -mentí.

-¿Le ha pasado algo a tu madre? -me preguntó muy preocupada.

-Mi madre sigue igual, no hay cambios....

Se quedó un rato callada, mirándome como troceaba en julianas el tomate.

-¿Te has encontrado con tu mate?

Estuve a punto de cortarme los dedos por la sorpresa y el acierto de su pregunta.

-Shhh…baja la voz, no quiero que el jefe se entere.

-Si el jefe no cree en “nosotros”, es un simple humano. No entiende de esas cosas…Vamos, que he acertado en lo que pasa.

Seguía con lo mío. No quería volver a hablar del tema.

-No ha tenido que ser muy placentero para que estés así ¿No era de tu agrado? ¿Lo has rechazado?

-No…no lo he rechazado exactamente.

-¿Entonces qué paso?

-Salí corriendo…y si quieres que te cuente más, deberías de invitarme a un montón de cervezas.

Puse los sándwichs en la bandeja y los llevé al expositor de la barra de la cafetería. Dalyn no dijo nada, estaba pensando en algo que decirme.

-¿Por qué no vas a hablar con él, a conocerle?

La miré como si hubiera dicho la mayor gilipollez del siglo.

-No pienso…

-Le debes una explicación, saliste nada más verle y estoy segura de que le heriste su orgullo de machote -me reprochó ella, pero intentando animarme para hacerlo.

Al parecer todo el mundo estaba en contra mía ¿Es qué acaso era la mala de la película? Mi loba gruñó, asintiendo en lo que me había dicho Dalyn.

“¿Ahora sí que me vuelves a hablar, eh?” le reproche.

Volvió a pasar de mí.

-¡Dalyn, mueve tu culo y vuelve a atender a los clientes! -gritó el jefe en la puerta.

Dalyn gruñó por lo bajo y me dio una advertencia antes de irse.

-Piénsatelo bien.

¡Y dale con pensarlo! Ya llevo cinco pastillas para el dolor de cabeza.

Volví a la cocina y me apoyé en la encimera, intentando relajarme. Respiré profundamente. La angustia y la desesperación volvían a clavarme sus afilados cuchillos traicioneros por la espalda, desangrándome lentamente. Dentro de poco acabaría mi turno y ya tenía todo listo para irme, así que fui a cambiarme.

“Está bien, tu lo has querido”

Mi loba movió sus orejas, atenta a mis movimientos.

Tensión Lobuna (Corrigiendo Partes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora