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Nunca se había sentido así de furioso. Le daba verdadero miedo, porque el lobo nunca se había descontrolado, pero en ese instante lo sentía golpeando todas y cada una de las paredes de su encierro, intentando liberarse y dar rienda suelta a su instinto. La rabia, el odio, la ira, todo acumulado bullía en su interior y lo hacía respirar entrecortadamente.

Un omega.

Para él.

Todo lo que alguna vez odió, lo que siempre le había causado repulsa, ahora estaba en su comedor. No odiaba a los omegas, pero sí odiaba lo que su especie les hacía a los pobres indefensos. ¿Cómo pudieron pensar que aquello le iba a hacer ilusión? ¿Quién dijo que una mascota omega sería el regalo perfecto para alguien como él, que siempre había despreciado a aquellos que practicaban tal costumbre?

Su tío seguía desafiándolo... y quería que se derrumbara. No sabía si era para tener una excusa de dejarlo en ridículo frente a la gente, o simplemente para demostrar que sólo él era digno de ese puesto. O quería simplemente que cediera a su sangre, a ser un alfa puro, y que sometiera a las especies inferiores.

Pero aquel chico estaba tan deshumanizado... su omega estaba aletargado ante tanta sumisión, y su lobo interior dormía en su interior a la espera de un alfa. Aquello le produjo repulsa: él no sería ese alfa. No quería usarlo, no quería ser como el resto de los alfas que maltrataban a aquellos pobres indefensos.

Algo más tranquilo, por no decir derrotado por los acontecimientos, Derek se sentó en un tronco cortado en el bosque de detrás de su casa. Tomó aire muy lentamente, expulsándolo a continuación. El lobo volvía a estar bajo control. En algún momento debería volver a su casa, pero era lo último que le apetecía en esos momentos.

No quería volver a ver esa mirada sin vida en los ojos de aquel chico.

Se llevó un buen rato eligiendo alguna excusa para rechazar el regalo, pero aquello le haría daño a su madre. Su tío le importaba menos, pero debía demostrarle que tenía la suficiente templanza como para que no viera el daño que le hacía regalándole aquello.

Entonces se le encendió una bombilla: había tenido una idea. Quería ver si era reversible el engrudo de los omegas, y necesitaba ver si podría humanizar a aquel chico castaño, volverlo a hacer independiente, o todo lo que él pudiera ser. No quería demostrarle nada a nadie: era simplemente que quería hacer de aquel omega alguien normal. Nunca podría ser un alfa porque siempre sería el estigma de la sociedad, pero Derek no quería un esclavo sexual, pero quizás sí necesitara un ayudante. ¿Y si ese omega pudiera ser un miembro útil a la sociedad de entonces?

Suspiró largamente y decidió poner rumbo a su casa. Seguro que le pedirían explicaciones, pero cuanto antes estuviera de vuelta, mejor. Tampoco quería que su madre se sintiera mal, así que una vez estuvo en la puerta y entró, ésta lo recibió entre sus brazos.

—Mamá... —susurró correspondiendo al abrazo torpemente.

—Lo siento Derek, sé lo sensible que eres con este tema... —comenzó a decir ella a toda prisa—. No te preocupes, podremos devolverlo a la granja, no tienes por qué aceptar el regalo.

Un escalofrío lo embargó al imaginar lo que le harían al pobre omega si lo devolviesen. Ya no sería útil, si no lo querían ni ellos...

—Aunque claro, pobre chico... era de los mayores —repuso Talia en voz baja, adivinando sus pensamientos—: normalmente quieren a omegas más pequeños para acostumbrarlos a los olores con más facilidad, si lo devolvemos lo sacrificarían o algo peor.

—¡NO! —espetó Derek alzando ambas manos—. No, mamá. He estado pensando, y creo que lo mejor es que me lo quede y acepte... —Tomó aire, porque aquello sería difícil de decir—. De una vez por todas que soy un alfa.

Saviour [m-preg]Where stories live. Discover now