EPÍLOGO.

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Ya no había tormenta, ni nubes grises.

Todo estaba bien, todo había ido bien y fue gracias a que cada una siguió luchando y nunca se rindió, aunque la vida les haya puesto más piedras en el camino ellas lo superaron, lo enfrentaron juntas y allí estaban orgullosas de ellas por la familia que habían construido.

Luego de un día largo en la empresa no quería nada más que llegar a su casa, cenar y meterse en la cama para dormir. Que bueno que mañana es sábado, pensó. Iba a poder dormir hasta tarde y ser despertada con besos del amor de su vida. Esperen. O quizá no… Ella negó con una sonrisa. Su casa era un caos las veinticuatro horas del día, por supuesto que lo era con un adolescente como Mike, él no era de  ese tipo de chicos que causaba problemas, era un niño bueno e inteligente, sus madres se sentían orgullosas de él, pero también estaban el par de mellizos, Thiago y Daniel con ocho años, esos si que eran terribles, eran como tener un tornado dentro de la casa. Por otro lado estaba la pequeña Michelle de cinco años, era toda una señorita, educada, ordenada y limpia, todo lo contrario a los mellis. Sonrió como idiota al recordar a su bebé, Karla, tenía apenas seis meses, era el otro amor de su vida, tanto ella como la pequeña eran muy dependientes de la otra, cada vez que podían estar juntas y tranquila lo estaban.

Lauren los amaba, eran cinco niños increíbles y aunque a veces la volvieran loca, no había duda de que los amaba más que a su vida, siempre lo daba todo por ellos, no importaba qué o cuánto debía hacer si era por verlos contentos. Ellos eran la luz de sus ojos, no había nada más que le importara tanto como sus hijos.

Al igual que Camila, era la mujer más feliz del mundo, a pesar de que terminaba cada día completamente agotada era feliz y no podía pedirle nada más a la vida teniendo cinco hijos hermosos y a una mujer como Lauren a su lado.

Nada había cambiado con el tiempo entre ellas, todo seguía igual de bien, el amor que sentían por la otra estaba intacto, incluso cada día se enamoraban más de la mujer que tenían al lado. Tantos años juntas, tantos años en los cuales pasaron tantas cosas y de los cuales no se arrepentían de haber hecho nada.

Camila era la única persona que Lauren quería y necesitaba a su lado. Lauren era la única persona que Camila había amado en su vida y seguía haciéndolo como desde el primer día.

Por supuesto que hubo peleas, enojos, distancias, discusiones y más discusiones, pero un matrimonio, una familia siempre tendrá situaciones así, pero sobre todo y cada situación allí estaban juntas y acompañando a la otra en cada momento, superando y enfrentando  cada etapa.

Lauren aparcó el coche en la entrada de la casa y luego abrió la puerta con cuidado, sin hacer ruido. Lo primero que sintió al cerrar la puerta fue unos bracitos envolver su pierna izquierda, bajó la vista sonriendo para encontrarse con Michelle. Era la viva imagen de Camila.

—Mami…—Dijo con su voz suave.—Te extrañé.

—Hola, princesa. Mami también te extrañó hoy.—Le dijo antes de cargarla y besarle la mejilla con cariño.—¿Dónde está mamá?

—Con Karla en la cocina. Lloró todo el día. Daniel la despertó y Mike le gritó a Thiago, mami. Se portan mal todo el tiempo.—Contó suspirando. Lauren negó antes de dejar otro beso en la mejilla de su hija. Ella era quien ayudaba a Camila siempre, aunque sea pequeña era de gran ayuda a veces. Lauren estaba orgullosa de ella.

—Hablaré con ellos luego.— Michelle asintió.

—Iré a llamar a los demás y les diré que llegaste.—Lauren la dejó el piso.

—Me parece bien, amor. Estaré en la cocina con mamá.

La vio subir las escaleras con cuidado, sonrió mientras se hacía camino a la cocina. Michelle era perfecta. Cada vez que la veía, cada vez que la abrazaba o le decía mami no quería nada más que cuidarla, protegerla y abrazarla para nunca soltarla.

When life hits you {Camren}Where stories live. Discover now