Parte 5

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Capítulo 5:

La Sinforosa: poco a poco, por las conversaciones de los ladronzuelos, supo Cósimo

muchas cosas relativas a este personaje. Con ese nombre llamaban a una muchachita de

las villas, que paseaba en un caballito blanco enano, y había trabado amistad con

aquellos desarrapados, y durante un cierto tiempo los había protegido e incluso,

prepotente como era, capitaneado. Corría en su caballito blanco por caminos y senderos,

y cuando veía fruta madura en huertos sin vigilancia, los avisaba, y los acompañaba en

sus asaltos a caballo como un oficial. Llevaba colgado del cuello un cuerno de caza;

mientras ellos saqueaban almendros o perales, iba en su caballito de aquí para allí por el

litoral, desde donde se dominaba la campiña, y en cuanto veía movimientos sospechosos

de amos o campesinos que podían descubrir a los ladrones y caerles encima, soplaba el

cuerno. A ese son, los granujas saltaban de los árboles y echaban a correr; de este modo

no los pillaron nunca, mientras la niña estuvo con ellos.

Lo que había ocurrido después, era más difícil de entender: aquella «traición» que

Sinforosa había cometido en contra de ellos parecía consistir en haberlos atraído a su villa

a comer fruta y luego hacerlos apalear por los criados; o quizá en haber preferido a uno

de ellos, un tal Bel-Loré, por lo que todavía le gastaban chanzas, y al mismo tiempo a

otro, un tal Ugasso, y haberlos puesto uno en contra otro; o que precisamente aquella

paliza de los criados no hubiese tenido lugar con ocasión de un robo de fruta sino de una

expedición de los dos favoritos celosos, que finalmente se habían aliado contra ella; o

bien se hablaba de unas tortas que ella les había prometido repetidas veces y dado al fin,

pero a las que había agregado aceite de ricino, por lo que estuvieron con retortijones de

tripa durante una semana. Algún episodio de éstos o parecidos a éstos o bien todos ellos

juntos, habían producido la ruptura entre Sinforosa y la banda, y ellos hablaban ahora de

ella con rencor, pero al mismo tiempo con añoranza.

Cósimo escuchaba estas cosas todo oídos, asintiendo como si cada detalle se fuera

recomponiendo en una imagen conocida por él, y al fin se decidió a preguntar:

- Pero ¿en qué villa vive esta Sinforosa?

- Pero cómo, ¿quieres decir que no la conoces? ¡Si sois vecinos! ¡La Sinforosa de la

villa de los Ondariva!

Cósimo no tenía, desde luego, necesidad de esa confirmación para estar seguro de

que la amiga de los vagabundos era Viola, la niña del columpio. Era precisamente - creo

yo - porque ella le había dicho que conocía a todos los ladrones de fruta de los

alrededores, por lo que se había puesto enseguida a buscar a la banda. Y desde ese

momento, el anhelo que bullía en él, aunque indeterminado, se agudizó todavía más.

el barón rampanteWhere stories live. Discover now