Capítulo 3
Fue una tarde que no acababa nunca. De vez en cuando se oía un ruido, un crujido
como a menudo en los jardines, y salíamos corriendo con la esperanza de que fuese él,
que se hubiera decidido a bajar. Pero qué va, vi oscilar la cima de la magnolia de las
flores blancas, y Cósimo que aparecía de la otra parte de la tapia y se descolgaba.
Fui a su encuentro sobre la morera. Al verme, pareció contrariado; todavía estaba
enfadado conmigo. Se sentó en una rama de la morera por encima de la mía y se puso a
hacer muescas con el espadín, como si no quisiera dirigirme la palabra.
- Se sube bien por la morera - dije, por decir algo -, antes no habíamos subido nunca...
Continuó arañando la rama con la hoja, luego dijo, agrio: «Y qué, ¿te han gustado los
caracoles?»
Tendí un cesto: «Te he traído dos higos secos, Mino, y un poco de pastel...»
- ¿Te han mandado ellos? - dijo, aún antipático, pero ya miraba el cesto tragando
saliva.
- No, si supieras, ¡he tenido que escaparme a escondidas del abate! - dije de prisa -.
Querían verme estudiando toda la tarde, para que no me comunicase contigo, ¡pero el
viejo se ha dormido! A mamá le preocupa que puedas caerte y querría que te buscasen,
pero papá desde que ya no te ha visto en la encina dice que has bajado y te has
escondido en algún rincón a pensar en tu mala acción y no hay por qué tener miedo.
- ¡No he bajado nunca! - dijo mi hermano.
- ¿Has estado en el jardín de los de Ondariva?
- Sí, pero siempre de un árbol a otro, ¡sin tocar tierra!
- ¿Por qué - pregunté yo; era la primera vez que le oía esa regla suya, pero la había
enunciado como algo ya convenido entre nosotros, como si quisiera tranquilizarme de que
no la había transgredido; de modo que no me atreví a insistir más en demanda de
explicaciones.
- ¿Sabes? - dijo, en lugar de responderme -, se necesitan muchos días para explorar
toda la finca de los de Ondariva. Hay árboles de las selvas de América, ¡si vieras! - Luego
se acordó de que conmigo estaba peleado y que por tanto no debía mostrar ningún
interés en comunicarme sus descubrimientos. Cortó, áspero -: De todas maneras no te
pienso llevar... Puedes ir a pasear con Battista, de ahora en adelante, o con el caballero
abogado.
- No, Mino, ¡llévame allí! - dije yo -, no tienes que tomarla conmigo por los caracoles,
eran asquerosos, pero no aguantaba más oírles gritar.
Cósimo estaba atiborrándose de pastel.
- Te pondré a prueba - dijo -, debes demostrarme que estás de mi parte, no de la de
ellos.
- Dime todo lo que quieres que haga.
- Tienes que conseguirme cuerdas, largas y fuertes, porque para pasar por ciertos
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el barón rampante
Randomel barón rampante italo Calvino Cuando tenia 12 años, Cosimo Piovasco, barón de Rondo, en un gesto de rebelión contra la tiranía familiar, se encaramo a una encina del jardín de la casa paterna. Ese mismo día, el 15 de junio de 1767, encontró a la h...