Parte 12

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A veces, por la noche, a Cósimo le despertaban gritos como: «¡Socorro! ¡Los bandidos!

¡Perseguidlos!»

Por los árboles, se dirigía rápido al lugar de donde aquellos gritos procedían. Era quizá

un caserío de pequeños propietarios, y una familia medio desnuda estaba allí fuera con

las manos a la cabeza.

- ¡Ay de nosotros! ¡Ay de nosotros! ¡Ha venido Gian dei Brughi y se nos ha llevado todo

el producto de la cosecha!

Se agolpaba la gente.

- ¿Gian dei Brughi? ¿Era él? ¿Lo habéis visto?

- ¡Era él! ¡Era él! Llevaba una máscara en la cara, una pistola así de larga, y le seguían

otros dos enmascarados, y él los mandaba. ¡Era Gian dei Brughi!

- ¿Y dónde está? ¿Adónde ha ido?

- Ah, sí, ¡a ver si lo agarras a Gian dei Brughi! ¡Quién sabe dónde está a estas horas!

O bien quien gritaba era un viandante dejado en medio del camino, despojado de todo,

caballo, bolsa, capa y equipaje.

- ¡Socorro! ¡Al ladrón! ¡Gian dei Brughi!

- ¿Cómo ha sido? ¡Decidnos!

- Saltó desde allí, negro, barbudo, apuntando con el trabuco, ¡por poco me mata!

- ¡Rápido! ¡Persigámosle! ¿Por dónde ha escapado?

- ¡Por aquí! ¡No, quizá por allí! ¡Corría como el viento!

A Cósimo se le había metido en la cabeza ver a Gian dei Brughi. Recorría el bosque a

todo lo largo y lo ancho detrás de las liebres o los pájaros, azuzando al pachón: «¡Busca,

busca, Optimo Máximo!» Pero lo que le habría gustado sacar de su cubil era al bandido

en persona, y no para hacerle o decirle nada, sólo para ver cara a cara a una persona tan

afamada. En cambio, nunca había conseguido hallarlo, ni siquiera dando vueltas toda una

noche. «Será que esta noche no ha salido», se decía Cósimo; pero por la mañana, aquí o

allá en el valle, había un corrillo de gente en el umbral de una casa o en un recodo del

camino, comentando el nuevo robo. Cósimo acudía, y aguzando mucho los oídos

escuchaba aquellas historias.

- Pero tú que estás siempre sobre los árboles del bosque - le dijo una vez alguien -,

¿nunca lo has visto, a Gian dei Brughi?

Cósimo se avergonzó mucho.

- Pues... me parece que no...

- ¿Y cómo quieres que lo haya visto - intervino otro -, Gian dei Brughi tiene escondites

que nadie puede encontrar, y va por caminos que nadie conoce.

- ¡Con la recompensa que ofrecen por su cabeza, quien lo atrape podrá vivir bien toda

su vida!

- ¡Ya! Pero los que saben dónde está, tienen cuentas pendientes con la justicia casi

tanto como él, y si se deciden terminan en la horca también ellos.

el barón rampanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora