Nuestra hermana y el desterrado D'Estomac escaparon de Ombrosa justo a tiempo
para no ser capturados por el ejército republicano. El pueblo de Ombrosa parecía haber
vuelto a los días de la vendimia. Alzaron el Árbol de la Libertad, esta vez más conforme a
los ejemplos franceses, o sea algo parecido a un palo de cucaña. Cósimo, no hay que
decirlo, trepó a él, con el gorro frigio en la cabeza; pero se cansó enseguida y se fue.
En torno a los palacios de los nobles hubo un poco de alboroto, gritos como: «Arístò,
aristò, alla lanterna sairà!» A mí entre que era hermano de mi hermano y que siempre
hemos sido nobles de poca importancia, me dejaron en paz; es más, después me
consideraron incluso un patriota (por lo que, cuando cambió de nuevo, tuve problemas).
Montaron la municipalité, el maire, todo a la francesa; mi hermano fue nombrado de la
junta provisional, aunque muchos no estaban de acuerdo, considerándolo un demente.
Los del antiguo régimen reían y decían que eran una pandilla de locos.
La junta se reunía en el viejo palacio del gobernador genovés. Cósimo se encaramaba
a un algarrobo, a la altura de las ventanas, y seguía las discusiones. A veces intervenía,
voceando, y daba su voto. Ya se sabe que los revolucionarios son más formalistas que los
conservadores: ponían dificultades, que era un sistema que no marchaba, que disminuía
el decoro de la asamblea, y así sucesivamente, y cuando en lugar de la República
oligárquica de Genova proclamaron la República Ligur, en la nueva administración ya no
eligieron a mi hermano.
Y pensar que Cósimo en esa época había escrito un Proyecto de Constitución para
Ciudad Republicana! con Declaración de los Derechos de los Hombres, de las Mujeres,
de los Niños, de los Animales Domésticos y Salvajes, incluidos Pájaros, Peces e Insectos,
y de las Plantas sean de Alto Tallo u Hortalizas y Hierbas... Era un bellísimo trabajo, que
podía servir de orientación a todos los gobernantes; en cambio nadie lo tomó en
consideración y quedó en letra muerta.
Pero la mayor parte de su tiempo Cósimo lo pasaba todavía en el bosque, donde los
zapadores del Cuerpo de Ingenieros del Ejército francés, abrían una carretera para el
transporte de la artillería. Con las largas barbas que salían de debajo de los colbacs y se
perdían en los grandes delantales de cuero, los zapadores eran distintos de todos los
demás militares. Quizá esto dependía del hecho de que detrás de sí ellos no llevaban ese
rastro de desastres y despilfarros de las otras tropas, sino la satisfacción de cosas que
quedaban y la ambición de hacerlas lo mejor posible. Además tenían muchas cosas que
contar: habían atravesado naciones, vivido asedios y batallas; algunos de ellos incluso
habían visto las grandes cosas ocurridas allá en París, la Bastilla y las guillotinas; y
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el barón rampante
Randomel barón rampante italo Calvino Cuando tenia 12 años, Cosimo Piovasco, barón de Rondo, en un gesto de rebelión contra la tiranía familiar, se encaramo a una encina del jardín de la casa paterna. Ese mismo día, el 15 de junio de 1767, encontró a la h...