Capítulo 20. La cabaña del misterio

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La señora Bosh había aceptado que Irene no había venido y después de media hora corriendo con el señor Bosh detrás, regreso con nosotros al sofá.

—Lo lamento, mi esposo olvidó decirme que le dimos el día a la mucama.

—Corrí detrás de ti por toda la casa diciéndolo, linda.

—¡Pues no lo hiciste lo suficientemente alto!— nosotros nos reíamos.

—Puedo dormir con Connor, no se preocupen— lo tomé del brazo. —Vamos, animal.

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—Tengo hambre— dijo Connor desde su cama mientras yo buscaba películas entretenidas en su portatil.

—¿Qué quieres que yo haga? ¿Te traigo un biberón?.

—Portate bien o te lanzo por la ventana. No voy a estar aguantando tu mal genio— me reí.

—¿Quieres galletas con chocolate caliente o chocolate caliente con galletas?.

—¿Me vas a preparar tu famoso platillo de galletas? ¿A mí?— fingió estar halagado.

—¿Quieres o no, bestia?.

Okay okay, no te pongas ruda conmigo, nena— le di un golpe leve en el pecho un su cojin y bajé de la cama para ir a la cocina.

Busqué con la vista las tazas en las alacenas y cuando las encontré, preparé el chocolate caliente. Tomé un paquete de galletas de vainilla y los puse todo en una charola.

Antes de subir las cosas, llamé a Connor.

—¿Es posible que hayas quemado la cocina haciendo chocolate con galletas?— preguntó preocupado.

—No es eso, vamos al techo, ¿Quieres?.

—¿Al techo, nena? Creía que ya no querías matarme.

—Es una sorpresa, acompañame— esta vez no tomé su brazo, tome su mano y una sensación extraña me invadió cuando lo toque.

Él se quedo quieto un segundo pero después sonrió y apretó mi mano. Subimos al techo por las escaleras del ático y esta vez yo sonreí al ver que mi padre si había hecho lo que me mostró en la foto.

—Sientate aquí— le pedí ayudándolo a sentarse en una silla.

—¿Por qué me...?— se calló después de mover los dedos de la mano que yo había tomado. —Bueno, no importa, ¿Por qué querías venir?.

—Espera un segundo.

Ahora si bajé a la cocina y traje la charola con las cosas.

—Volví— me anuncie poniendo la charola sobre la hielera.

—¿Volviste para matarme?...

—Basta de tu desconfianza.

—Perdón, es que si la chica que dice odiarte de repente te trata bien, te sientes raro. No necesito ver para darme cuenta de que algo pasa.

Demonios.

—No pasa nada, solo quería animarte y mi papá me ayudo un poco— Eso Nina, usa las mentiras de Ely para salvarte.

—¿Animarme?.

—Aun si fuera ciega me daría cuenta de que algo pasa— lo imité.

Touche— me reí. —¿Y bien? ¿Qué hay?.

—Oh pues, es algo que ya conoces bien. Recreamos una escena de una serie genial— me hice la interesante.

—Gravity Falls, ¿Verdad?.

—¡Genial! ¿Cómo lo supiste?.

—Vamos, es la única serie que nos gusta a ambos, era fácil. Ahora, ¿Qué escena?— se puso a pensar.

—Estamos en el techo— le di una pista.

—¡Lo tengo!— levanto su brazo de la silla y busco algo con la mano a su lado encontrando la hilera, después lo subió y se encontró con la sombrilla. —Es el tejado de la cabaña del misterio.

—Eres increíble, de verdad, y mira que jamás te hago un cumplido.

—Soy un genio— sintió las galletas en el plato sobre la hilera y se la comió.

Tuvimos un rato de silencio donde yo lo veía y el, aunque no podía ver, apuntaba sus ojos al frente.

—¿Aun te duele la cabeza?— me acomodé en mi silla de playa y me acerque más.

—Claro, pero no como antes, la enfermera dijo que se iría pasando el efecto...¡Pero se supone que me animaría estar aquí, no hablemos de mis dolores!.

—Tienes razón solo que...lo lamento.

—¿Qué cosa? ¿Dejarme solo en el pasillo?.

—No seas tan duro conmigo, no soy enfermera y quería que dejara de dolerte pero no sabía como.

—Lo entiendo, nena— me reí. —Pero no me dejes así.

—Bien, ¿Vas a tomarte tu chocolate? Ya me está dando frío aquí arriba— le di su taza y yo tome la mía para tratar de calentarme con el chocolate.

Miré al frente y no me di cuenta cuando Connor dejo su taza a un lado y se quitó la sudadera.

—Toma. Tienes razón, hace frío— me dijo levantando la sudadera en una dirección equivocada.

—Mmm...Connor...

—Estas del otro lado, ¿Verdad?.

—Si— me reí.

—Seguramente me veo ridículo cuando pasa eso.

—Algo—, tomé su brazo y lo puse en mi dirección —pero la intención es lo que cuenta— le quite la sudadera de la mano.

Teniendo la sudadera en mis manos, me llego un olor interesante...¿Lo hago? ¡No, me veré estúpida! ¿No lo hago?...Okay, lo hago.
Me lleve la sudadera a la cara y me llene de ese delicioso aroma que se desprendía de la prenda.

Siempre he amado la loción tan masculina y seductora de Connor, tanto que siempre le dije que la odiaba para que el pensara que ese olor me molestaba y así, siempre la usaba.

—¿Nina?...— me llamó haciendo que me sobresaltada y que me quitara la sudadera de la cara.

—¿Si?.

—Tu chocolate caliente sabe a tierra con leche— los dos nos reímos y yo me puse la sudadera.

—Tengo sueño, ¿Vamos a dormir?— pregunté.

—Uh, ¿En la misma habitación?— coqueteo.

—No seria la primer vez.

—Ey, eso suena sexy, nena.

—Prefiero no saber que significado te imaginas para lo que dije. Yo solo me refiero a las múltiples veces cuando compartimos habitación desde que nacimos.

—Oh...era eso, claro. Yo también hablaba de eso.

—Si, quizá dejamos de hacerlo al tiempo en que dejamos las cunas y comenzaste a hablar. En verdad te volviste irritante.

—¿Cómo podrías recordarlo, torpe?— se burló.

—Se lo que podría haber pensado la Nina del pasado— solté una carcajada.

—Pues tus canciones de Barnny no eran lindas de escuchar y menos con tu entonación— fingí golpearlo en el hombro.

—¡Ey! ¡Yo era una pequeña artista!.

Ambos comenzamos a carcajearnos, y por un momento, un pequeño momento, me pregunté porque no nos reíamos juntos así todo el tiempo en vez de discutir.

Me di cuenta de lo mucho que disfrutaba estos ratos con él y poder escuchar su risa sincera.
Deseé jamás acabar con esto.


Que Seas Mis OjosWhere stories live. Discover now