2 "Editado" *

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Mérida.

Flashback

Traspaso la puerta del bar "Plaza Mayor" a la vez que miro por encima de todos los comensales que están ahora mismo ahí  y localizo a mis tres amigas en la mesa que está al fondo de siempre. Me dirijo hacia ellas y las saludo con dos besos a cada una. Cuando me siento tres pares de ojos me miran sabiendo perfectamente que ellas ya se habrán puesto al día con sus vidas mientras yo llegaba tarde como siempre y ahora a la que le toca hablar es a mí.

- ¿Qué tal vas?- me pregunta María. Llevaba sin verla dos semanas ya que estuvo en un viaje de empresa. Es una de mis mejores amigas junto con Cloe y Vega. Nos conocemos desde hace años, se puede decir que desde el jardín de infancia, aunque cuando supe que ellas eran como mis hermanas fue al empezar la secundaria que es una etapa que no se la recomiendo a nadie porque son los años en donde no encuentras tu sitio, donde los niños son malos, te crecen las tetas y tu cuerpo empieza a cambiar sin haberte pedido permiso primero. Te llevas mal con tus padres porque crees que no te comprenden, cuando lo único que quieren es lo mejor para ti. Empiezas a querer ser mayor de edad para hacer lo que te da la gana y se crece antes de tiempo. Y lo peor de todo, es que se tienen las hormonas revolucionadas y hay que sumarle todas las asignaturas que hay que estudiar durante esos años. 

- Pues bien, como siempre, no me puedo quejar.- digo encogiendome hombros y robándole la copa a Cloe sin pedirle permiso.

- ¡Oye! Pidete la tuya listilla.- dice ella muy indignada con su voz de niña buena que parece que no ha roto un plato en su vida. Yo le saco la lengua mientras se la devuelvo y levanto la mano para llamar al camarero deseando tener la mía entre mis dedos.

...


Después de dos botellas de vino y tres platos de aperitivos nuestras voces han subido de tono y no podemos parar de reírnos. Estos momentos con ellas son irreemplazables para mí, y las risas me saben a gloria después de estar toda la semana trabajando. Es como un inciso en la monotonía en la que se ha convertido mi vida.

- Pues el capullo de mi vecino tiene las horas contadas- nos cuenta mi amiga Vega. Su cara nos parece cómica y nos reímos porque es una mezcla entre asesina y niña buena.  - No os riáis que es verdad. Me tiene negra. No puedo estudiar para las oposiciones de enfermería con la música de ese descerebrado rompiéndome los tímpanos. ¿Qué le pasa? ¿Está sordo?.

-¿Es un hombre mayor?- pregunto mientras termino con el contenido de mi copa.

- No lo sé, no lo he visto y creo que es nuevo en el edificio. Vivo en una finca de pisos muy grande y el vive debajo del mío. Se que es un hombre porque en su buzón pone Fernando Martínez pero nada más. ¿Qué hago?- nos pregunta desesperada mientras nos mira una a una con ojos suplicantes.

Todas guardamos silencio y nos ponemos a pensar. A mí no se me ocurre nada porque no tengo imaginación, solo estupideces que sé que si digo en voz alta se van a reír de mí. El vino está haciendo su efecto y no puedo pensar con claridad.

- Con lo vergonzosa que soy, yo le dejaría una nota en su buzón, diciéndole que si hace el favor de no poner la música tan alta.- esa es Cloe.

- Esperalo en su puerta y amenazalo con llamar a la policía la próxima vez- y esa María.

El silencio se hace presento y todas me miran a mí para que diga alguna buena idea, pero a mi mente, que ahora mismo está encharcada de vino blanco, no se le ocurre nada práctico y entonces digo lo primero que se le ocurre.

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