29 "Editado"

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Merida

El sonido del despertador de mi móvil me hace abrir los ojos. Son las siete de la mañana, es hora de ir a trabajar y no me apetece nada. Estoy muy a gusto con el calor que desprende el cuerpo de Erik pegado al mio. Me giro para verle y su cara desprende una paz que hace que no quiera salir de entre las sabanas durante todo el día. Está boca a abajo y su ancha espalda desnuda ocupa la mitad de mi colchón. Me dan ganas de recorrermela a besos hasta llegar a sus labios y perderme en ellos.

Aprovechando que está dormido, tomo un momento de intimidad y me voy al baño para arreglarme. Me doy una ducha rápida y me hago una coleta alta. Pienso y le doy vueltas a la declaración de Erik y me agobio. No es porque yo no sienta nada por él, es todo lo contrario. Se lo que siento, pero me da la sensación de que él espera que lo diga ya, que me abra en canal ante él y tengo mucha presión para decirlo en voz alta, aunque él no me ha dicho ni pedido nada. Pero aún así, creo que no estoy preparada. Siento como si tuviera una alarma que, cuando creo que puedo decirlo, salta y empieza a pitar como una descosida consiguiendo que me eche mucho para atrás. Mis sentimientos son muy fuertes, pero... no puedo.

Cuando vuelvo a la habitación Erik ya no está en la cama. Me pongo la ropa para ir a trabajar y me dirijo a la cocina donde está preparando el desayuno, va como Pedro por su casa, pero a mi no me molesta que se tome esas libertades. Un calor me recorre el cuerpo cuando veo que lo está haciendo vestido solo con unos calzoncillos. Sus fuertes músculos se notan y se tensan al hacer lo que esté haciendo y deseo que me rodee con sus brazos y no me permita salir nunca de ellos. Aprovecho que no me ha visto y observo su piel morena y su ancha espalda. Uno de mis puntos débiles son los hombres con una espalda y brazos que cuando me abracen me den la sensación de que yo soy más pequeña pero que me podrían proteger de todo lo que pueda venir. 

-Buenos días.- le digo para que note mi presencia cuando creo que ya le he desgastado la piel de tanto mirarla. Él despega los ojos de la tostadora para mirarme a mi y en su boca se dibuja una sonrisa canalla.

-Demasiada ropa.- me dice dándose la vuelta y apoyándose en la encimera.

-Tengo que ir a trabajar.

-Lo sé. Si no ya te habría desnudado.- y me guiña el ojo.

Me acerco a él para ayudarle a preparar el desayuno pero me agarra de la cintura impidiéndomelo. 

-Mi idea era llevarte el desayuno a la cama. Déjame al menos que te lo prepare.- me dice abrazándome y dándome un beso en el cuello. Solo ese contacto me hace querer volver a ir a la cama con él y no salir en todo el día, o nunca ya que estamos.

-Vale.- le digo dándole un beso corto en los labios. Pero Erik no me permite apartarme y lo profundiza mientras me aprieta mas contra él. Sus brazos me rodean y sus labios saquean mi boca robándome algún que otro suspiro. Que bien sientan.- Se te van a quemar las tostadas.- le aviso en cuanto me deja separarme.

-Por un beso tuyo me da igual.- oír esas cosas de sus labios me ponen feliz y nerviosa. No estoy acostumbrada a escuchar cualquier frase cariñosa, pero me encanta, aunque no sepa el qué contestarle. Lo único que sale de mi esa una sonrisa risueña.- Tengo que comentarte una cosa.- me dice ahora mas serio mientras saca las tostadas y las coloca en los platos.

-¿El qué?- le pregunto mientras me siento en una de las sillas que rodea la pequeña mesa de la cocina.

-Pues veras...- y se pasa la mano por el pelo nervioso.- Quiero exclusividad en lo nuestro.

-Ya lo tienes.- le digo igual de seria que él.

-Yo no he estado con nadie desde que te conozco.- y saca las tazas de café del microondas. 

Que Empiece El Juego (1º bilogía Juego) COMPLETAWhere stories live. Discover now