33 "Editado"

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Erik

Toda la mañana nos la pasamos recorriendonos ese pueblo en el que creció Merida. Este lugar en el que dio sus primeros pasos, su primer beso, sus primeras borracheras con las amigas, su primer todo. Tuve que llamar a Cloe para que me dijera el nombre, porque ella nunca me lo había dicho y quería darle una gran sorpresa ya que cuando me contó toda su historia, sentía que aún no se había perdonado a ella misma ni a su pasado. Por eso decidí, a riesgo de que no le gustara y que pudiera equivocarme, traerla aquí para poder aprender y saber más cosas de ella, de la persona que quiero con toda mi alma.

La sorpresa le encantó y a mí me encantó aún más ella. Con cada lugar que me mostraba, me explicaba cada recuerdo y cada anécdota que vivió en esos sitios, y una sonrisa verdadera asomaba en sus labios. Esa sonrisa que me enamoró la primera vez que me la dedicó, aunque yo, en ese momento, aún no lo sabia. Verla feliz, verla entusiasmada por enseñarme cada cosa de su infancia, hacia que un calor inundara mi pecho y se hinchara. El brillo de sus ojos y cada beso que me daba seguido de un "gracias" me hacia ver que había hecho bien en traerla.

Vimos su instituto, donde me contó que llevó aparato y gafas y que era la rarita por ser pelirroja.

-Me decían de todo: "cuatro ojos" "sonrisa de metal" y como antes tenía aún más pecas "cara paella". Pero lo que más escuchaba era "Zanahoria" por mi pelo.

-Los niños a veces son muy crueles.- ella se encogió de hombros.

-A mi me daba igual. Que me llamaran como quisieran que pasaba de ellos. Me daban a entender lo patéticos que eran porque su vida era tan mierda que tenían que meterse conmigo para poder hacerla más entretenida. Pero luego les plantabas cara y eran unos malditos cobardes.- me dijo mientras lo rodeábamos cogidos de la mano. Tenerla así me encantaba. Sentir su tacto, su calor entre mis dedos, me daba una sensación de intimidad que me gustaba.- ¿Tu te has metido alguna vez con algún compañero del instituto?.

-Mis amigos y yo nos insultábamos a todas horas. Teníamos apodos especiales para cada uno, pero siempre con cariño.- le expliqué levantando su mano y dejando un beso casto en el dorso.

-¿A ti como te llamaban?- me preguntó con ojos divertidos.

-Puercoespin.- le dije tranquilamente y ella empezó a reirse.

-¿Por qué?

-Porque siempre iba peinado con los pelos en punta.

-Ahora también.- me recordó.

-Te puedo asegurar que antes no me quedaba tan bien como ahora.- los dos empezamos a reírnos.

-Quiero ver una foto tuya de joven.

-Imposible. Me dejarás.- le dije cuando empezábamos a andar alejándonos de su instituto.

-Seguro que estás exagerando.

-Ya te digo yo que no.- y volvió a soltar una carcajada que consiguió hincharme el pecho de felicidad.

Me llevó hasta un parque lleno de columpios y toboganes para los niños donde me explicó que ahí fue su primer beso, en un banco escondido entre los matorrales a las diez de la noche. El bar que frecuentaban Cloe, Vega, Maria y ella todos los veranos en las fiestas patronales donde se dejaban todo el sueldo en cervezas, copas y chupitos, y me dijo que había tenido la suerte de coincidir con ellas en la misma ciudad cuando se mudaron para estudiar. 

Me hizo una visita guiada por las zonas culturales: el Castillo en ruinas pero que aún se puede ver, que está en medio del pueblo; la iglesia mayor, construida en el siglo XV donde tomó la comunión y ya no la volvió a pisar; una iglesia en ruinas a las afueras del pueblo... También nos encontramos con mucha gente que la conocía y que la saludaba con dos besos. Las frases que mas escuche fueron: "¡Cuanto tiempo sin verte!" y "Ya creíamos que te habías olvidado del pueblo", y ella con esa sonrisa que no se le iba de la cara, y que a mi tampoco, me los presentaba y entablábamos conversación con ellos. Madre mía cuanto se habla en los pueblos.

Que Empiece El Juego (1º bilogía Juego) COMPLETAWhere stories live. Discover now