✪Sólo otro día más✪

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El sol comenzaba a salir, bañando así el cielo con sus intensos rayos de luz, produciendo una mezcla de colores cálidos se incrustara en este.

Poco a poco la gente de Nueva York iba despertándose para comenzar otro día de su monótona vida. En cambio, en cierto edificio situado en el distrito de Queens, más concreto en el vecindario de Middle Village, cerca del Juniper Valley Park. En una de las casas de la 78 Street podías encontrar a cierta fémina de ojos azules.

Siendo que, en esos momentos se encontraba en su cama, refugiada entre sus suaves y cálidas sábanas. Sus ojos permanecían cerrados en ese momento, dándole una expresión pacífica al igual que serena. Los haces de luz atravesaban la ventana que estaba situada sobre ella, y estos calentaban con lentitud las mantas que le cubrían. Dándole una calidez y confort que sacó una sonrisa de sus finos labios, haciéndola ver más hermosa, si es que eso era posible.

En cambio, rompiendo esa paz que le rodeaba, el teléfono de Caeli había comenzado a vibrar a su lado, pero su sueño era tan profundo y agradable que ella no se había percatado de dicha vibración.

Aunque había alguien que sí se había dado cuenta. Un precioso felino de oscuro y esponjoso pelaje que estaba durmiendo a los pies de la cama, y digo estaba porque el teléfono le había despertado de su cabezada. Quien sí se había dado cuenta, había sido cierto gato que dormía a los pies de la cama. Tras un gruñido realmente molesto, abrió sus ojos. Y estos mostraron una clara rabia por el desagradable despertar que había tenido. Sus pupilas elípticas se dirigieron al lugar en el que se producía aquel odioso ruido.

Bufando con exasperación, se levantó y con clara pereza en sus movimientos se acercó al teléfono y en el momento en que descubrió quien era el que se atrevía a interrumpirle su sueño, frunció su ceño. ¡Era la maldita alarma!

Giró su cabeza de forma brusca hacía aquella joven que dormía y con la que ya hacía un par de semanas que vivía tras su invocación. Se subió sobre el vientre de la chica, y con calma comenzó a ascender por el cuerpo ajeno hasta quedar sentado en el pecho ajeno. Consiguiendo incomodarla por el peso, pero aun así sin conseguir despertarla.

―Ángel ―, habló el gato intentando despertar a la chica de ojos azules, mas esta no parecía querer o si quiera intentar escucharle en su comodidad―. Hey, levántate ―dijo con un tono más serio, -pues si él se había jodido, ella también lo haría-.

Pero no recibió respuesta por parte de la fémina y en ese instante que él tenía su mirada afilada, una idea surcó su mente. La sonrisa de sus labios gatunos se extendió de forma picaresca. Su cuerpo brilló en tonos verdosos y pasó de ser aquel hermoso gato de pelaje negro como la noche, a un apuesto joven azabache de profundos y maliciosos ojos.

Concretando su imagen, unos alargados cuernos se alzaban en su cabeza, junto a orejas puntiagudas, y justo al final de su espalda, una fina pero estilizada cola surgía, dejando por último sus amenazantes y filosos colmillos que sobresalían de sus labios, en los que se plasmaba aquella encantadora y seductora sonrisa por la que muchas mortales habían sucumbido, su cuerpo -en ese momento-, cubierto por una elegante camisa negra que se ceñía a su fornido torso, y unos pantalones ajustados que permitían la salida de su cola.
Allí se puso sobre la chica y su cola se movió juguetona, mientras los músculos de sus tatuados brazos se tensaban al momento de agacharse, dejando su rostro cerca de la durmiente chica.

―Ángel~ ―, susurró acercando sus labios al oído de la chica.

Y acomodándose, dejó sus piernas a ambos lados de las caderas de la morena, mientras que sus manos -aguantando la parte superior de su cuerpo- se encontraban a los lados de los hombros de ella.

Su sonrisa se ensanchó, pues aquella posición le permitía hacer muchas cosas, aun con las sábanas tapando el cuerpo ajeno―. Despierta querida~ ―, musitó mientras su escurridiza lengua acariciaba con delicadeza la parte superior de la oreja de la chica, haciendo que un escalofrío surcara por todo su ser -aun dormida-, pero ella no despertó, haciendo que el chico sonriese más ampliamente.

―Jeje, de acuerdo será más divertido jugar contigo mientras tu cuerpo es más honesto ―dijo con picardía y, una vez más, su lengua hizo el recorrido desde el cartílago de la oreja hasta el lóbulo de esta. Y con más malicia, lo mordió levemente con uno de sus afilados colmillos.

Como si fuera un resorte, la chica abrió sus ojos y se quedó sentada en su lugar. Por aquella repentina acción, el joven cayó de la cama, estampando su espalda contra el duro suelo.

"No se despierta con la alarma pero si se despierta cuando un servidor quiere divertirse" ―, pensó el demonio frustrado y dolido por la caída, la cual había hecho que su espalda crujiese.

― ¿Qué crees que estabas haciendo maldito gato? ―preguntó con molestia y cierto odio en sus palabras.

―Cierto angelito no despertaba de su sueño reparador. Cierto animalito indefenso fue despertado por un ruido extraño, se acercó y al saber lo que era, simplemente quiso ayudar a su princesa a despertar con un beso de un príncipe encantador ―se señaló a sí mismo y sonrió como un genuino dandi lo haría―. Es decir, yo.

―Vaya, no sabía que ahora los demonios podían ser príncipes ―dijo tomando su teléfono y al percatarse de la hora suspiró. Lo bueno que tenía aquel día, es que solo debía encargarse de cuidar la floristería junto a su madre.

―Y eso no es todo il mio angioletto ―. Habló, justo levitando al lado de la cama de Caeli. ―Podemos ser mucho más que un mero principito ―, dijo acercándose amenazadoramente a la chica.

Pero esta, con un movimiento rápido, había escapado del agarre del de cabello negro, haciendo que este se estampara contra el colchón cuando trató de atraparle.

―Dudo que tú puedas ser mucho más que un molesto gato ―dijo con una tenue sonrisa.

Con cierta prisa, se acercó a su armario y tomó un conjunto de ropa para poder cambiarse. Tras ello, se giró a mirar al demonio―. Voy a salir, no te vayas de esta habitación, ¿entendido? Todavía no tengo idea de que hacer contigo ―suspiró la chica cerrando sus ojos y negando con la cabeza.

― ¿Eso es un deseo? ―le preguntó mofándose de la menor y ella gruñó―. Sabes... puedes cambiarte aquí, realmente no me molesta en absoluto ―dijo el chico con una alargada y cínica sonrisa, mientras levitaba alrededor de Caeli.

―Más quisieras pervertido ―apretó las prendas que había elegido contra su cuerpo y miró recelosa a aquel chico de mirada tóxica.

―Tranquila ángel~, no te haré nada hasta que nuestro pacto haya sido completado.

― ¿¡Aun hay más?! ―dijo la menor abriendo sus ojos sorprendida y sin palabras ante lo que había dicho él.

―Todavía no me has pedido tu deseo querida, para eso me llamaste ¿recuerdas?

La chica se quedó en silencio en ese instante, pues era cierto. Se encontraba en esa tesitura por lo que había hecho unas semanas atrás. Un balde de agua fría le cayó encima cuando el chico le había respondido, pero no dijo nada, simplemente se giró, fue en dirección a la puerta para salir de la habitación, y cuando tomó el pomo, antes de marcharse miró de refilón al demonio, y tras un suspiro, simplemente lo dejó solo en su cuarto.

Casi lo había olvidado, pero ahora que aquel azabache de mirada afilada se lo había recordado.

Ante el recuerdo de porqué lo había invocado, su pecho se contrajo y en un segundo, sus ojos comenzaron a escocer, y su vista se empezó a nublar. Sin dudarlo se metió al baño, se lavó la cara y pronto se cambió para poder irse a trabajar.
Pero cuando salió y su madre le vio a los ojos, su agradable sonrisa había cambiado por una preocupada expresión.

Con tranquilidad se acercó, y su hija se lanzó a sus brazos. La mujer cerrando sus ojos, correspondió al abrazo, dejando que la morena se deshiciese del dolor que en ese momento estaba asaltando a su corazón. Aunque Chiara no supiese por qué estaba así, simplemente se mantuvo a su lado, como cualquier madre haría con su hija en el momento de verla llorando.

Pero aquello, era simplemente otro día más en la vida de la joven llamada Caeli Bellini, una chica de diecinueve años. Quien ya tenía un rumbo fijado por el cruel destino. El cual ya le había hecho sufrir antes...

My Demon ©Where stories live. Discover now