✪Sentimientos descubiertos✪

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Cierto demonio por su parte había estado vagando aquellos días por los límites del terreno del dios del caos, sintiendo su cabeza completamente dispersa, sin entender muy bien los pensamientos que le nublaban la mente.
Mientras caminaba por el borde, haciendo equilibrio, escuchaba con calma como los pesarosos esqueletos ardían con las llamas del averno, tratando de escapar del calor abrasador para poder atrapar a ese chico de cabellos oscuros, que caminaba sin ningún tipo de preocupación por el borde mientras silbaba y estaba pensativo, excesivamente pensativo.

― ¿Qué demonios es lo que me está ocurriendo ahora con Caeli? ―se preguntó a si mismo mientras pisaba una de las huesudas manos de los doloridos esqueletos, haciendo que el que había pisado, se soltase y cayese a lo más profundo, ardiendo sin ningún remordimiento mientras que su grito hacía sonreír al hombre―. "Aunque es curioso que un esqueleto pueda chillar".

Pensó con curiosidad y allí, un tenue suspiro escapó de sus finos labios, observando el horizonte de aquel oscuro reino que se cernía en la zona más abismal de aquel mundo.

En ese momento, una queda y dulce carcajada resonó en su cabeza y el chico gruñó suavemente. No entendía que era lo que le estaba pasando. O quizás, solo se liaban más sus pensamientos, sin sacar nada en claro cuando de Caeli se trataba.

Sentía que era incapaz de ser cruel con ella, solo de recordar como había reaccionado la última vez que le había respondido con algo así, ese simple pensamiento conseguía erizar su piel y que su pecho se oprimiese con fuerza, como era el hecho de verla llorar... aunque si la chica lloraba de placer poco podía importarle que llorase.
Pero si lo hacía al encontrarse dolida, esa sensación se clavaba como una cuchilla en su pecho.

Jamás nadie había hecho que él se sintiese de aquella forma. Ninguna mujer, hombre, bestia o ser sobre natural había hecho que sintiese absolutamente nada. A parte del placer carnal y de la crueldad, él no había conocido ningún otro tipo de sentimiento. Ni tampoco había puesto en duda su locura y su narcisismo. Y ahora, no podía evitar dudar: Dudar de sus acciones, dudar de sí mismo, dudar de lo que debía hacer con aquella encantadora humana a la que le encantaba molestar, pero no lo suficiente para hacerla sufrir.

Trataba de hallar una solución sencilla a todo aquel embrollo de raras y esporádicas sensaciones que le surgían de pensar en aquella chica de cabellos marrones, pero en su raciocinio no pudo encontrar nada.

Ya has caído, ¿cierto? ―preguntó una voz a su lado que le hizo saltar sorprendido y en ese instante casi caer al vacío, de no ser porque una fuerte mano, le había tomado del brazo.

―¡Joder Tuldirm! ¿Qué te pasa últimamente con lo de aparecer de la puta nada? ―le gruñó el moreno y este no le ayudó a levantarse, lo que le hizo arquear una de sus cejas―. ¿Tuldirm?

En ese instante, el hombre de cabello azul ladeó su cabeza, observando con sus ojos ámbares al chico, tirando sutilmente hacia el carmesí.
El demonio en ese instante se estremeció suavemente al sentir como su amigo aflojaba suavemente su agarre.

―Te dije que no podría protegerte si cedías a tus sentimientos por esa humana Mir... Sabes lo que te sucederá si dejas que los sentimientos se apoderen de ti ―sentenció el mayor mientras sus garras se clavaban suavemente en el brazo ajeno, consiguiendo que la sangre sutilmente verdosa cayese por los brazos del chico y manchase su camisa levemente.

― ¿De qué estás hablando Tuldirm? Joder, que estos bichos tienen hambre y ganas de joder, levántame o suéltame para que vuele ―le dijo el de piel morena mientras gruñía suavemente y el de cabellera azul, tras un suspiro, volvió a obtener su mirada verdosa, y ayudó al menor a alzarse sin que los esqueletos llegasen a poner sus manos sobre él.

My Demon ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora