Capítulo 2 El diablo

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Lexa guardó toda la ropa y de forma bien ordenada, ropa interior por colores, estilo y material, repitió mismo proceso con las camisas, material, color, para el trabajo y para la calle, no es que tuviese algún tipo de toc, si por ella fuera guardaría la ropa según ibas sacándola, pero así era Costia, tenía que verlo bien ordenado. Seguramente Costia tiraría más de la mitad de sus vaqueros alegando que estaban desgastados, realmente tenía una obsesión para que se vistiera de traje tanto para trabajar como ropa de diario. En el trabajo era comprensible, ya que era una empresa de modelaje, debía dar cierta imagen, se sentía rara sin sombrero, tan solo tenía tres, ya que el cuarto lo perdió en una lujosa suite. Curvó la comisura de sus labios, Clarke había sido toda una tentación y aun que quería a Costia, esa noche deseó con todas sus fuerzas a esa diablesa vestida de rojo, la razón de su sonrisa, en el fondo se lo pasó bien, se asomó por la ventana y observó con horror la gran ciudad ¿Dónde estaba la nieve? ¿La naturaleza? En el fondo amaba lo salvaje y echaba de menos Aspen, con el ceño fruncido buscó el cielo, sucio por la contaminación, aun así, tan solo una pregunta pasó por su cabeza ¿volvería a ver a Clarke?

Ignorante al destino que le tenía preparada una mala jugada, y que esa sexy y ardiente mujer, sería su más odiosa pesadilla.

Se estaba haciendo tarde, se puso el pijama, una camisa de tirantes blanca y unos pantalones anchos de cuadros azules. Miró en la cocina para encontrar algo de cenar, pero ¿Qué mierdas había ahí? ¿Dónde estaba la carne? ¿Las hamburguesas grasientas? Todo era bio orgánico, soja, verduras, definitivamente, Lexa Woods moriría en chicago por inanición.

Buscó por internet restaurantes cercanos de comida rápida. Cuando le llevaron la pizza, la boca se le hizo agua, eso sí que la llenaría de verdad. A pesar de estar delgada, comía como una autentica cerda, hacia equitación desde que era pequeñaja, equitación al estilo Aspen, nada en plan finolis como los ingleses. Tiró el cartón en el cubo de la basura, sabiendo que al final Costia le regañaría. Puesto que siempre que ella toma la decisión de hacer una cosa, al final Lexa tenía que acompañarle en el proceso de perder kilos antes de la boda, pues como en casi todo de lo que hacía, Costia se apuntó en la banda musical del instituto, Lexa tuvo que aprender a tocar percusión, los votos de castidad, las maratone y ahora seguramente le tocaría hacer una dieta guarripeis.

Se fue hasta la habitación, se tumbó en la cama y abrió el libro que le había regalado Charlote. Pídeme lo que quieras de Megan Maxwell, abriendo el libro leyó una dedicatoria de su antigua compañera:

Para una fantástica compañera, le regalo este libro y se anime a probar de una puta vez los verdaderos placeres de la vida, espero que cuando eso ocurra se deje de convencionalismos.

PD: Enhorabuena por el compromiso con Costia.

Miró el reloj que estaba encima del mueble auxiliar que había al lado de la cama, era muy tarde ya ¿Cuánto duraba la jornada laboral de Costia? Menuda jefa tan absorbente, ya se la imaginaba, vieja, decrepita, estirada, prepotente y amargada. Le daba en la nariz que mucho no iba a durar en ese trabajo, ya que por norma general era tranquila hasta ciertos límites, pasados esos límites no tenía pelos en la lengua.

Comenzó a Leer, vale, era cierto que muchos puntos eran excitantes y "educativos" pero ya desde los primeros capítulos:

- Ay Judith- susurraba Lexa indignada- Eric Zimmerman es un capullo integral ¿Cómo te puede gustar eso?

"A ti te puso cachonda la mala pécora del vestido rojo" resonó una voz en su cabeza ¿Por qué no dejaba de pensar en ella? Ni que fuese la primera mujer guapa que se cruzaba en su camino. Aun sentía su ardiente mano recorriendo su pierna, vergonzosamente de solo recordarlo se excitaba, recordar los ojos de Clarke, tan azules y salvajes, se lamió los labios al recordar el lunar tan sexy que tenía esa rubia, que piernas tan preciosas, cerró los ojos para visualizarlo mucho mejor, aunque estaba mal, estaba tumbada en la cama de Costia, no podía detener el camino que estaba tomando su mano, se mordió el labio inferior a la vez que su respiración se agitaba, comenzó acariciarse por encima de la tela, ahí, justo ahí sintió la mano de esa rubia tan mala. Todo el mundo tiene fantasías, eso no tenía que ser algo malo, cuando iba a introducir su mano por debajo del pijama entró una Costia alterada:

El diablo viste de Rojo (Clexa AU) (G!P)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu