Viaje

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En la actualidad...

Subo a mi auto más exhausta de lo que recuerdo haber estado alguna vez en mi vida. La reunión fue fuerte, pero era muy importante, ya que si no la hacíamos, era posible que mi compañía quedara en bancarrota total.

Me duele la cabeza espantosamente y mis pies me están matando. Sonrío al recordar que de pequeña, cuando mamá lo decía, yo pensaba que sus pies la apuñalaban. Ahora entiendo lo que decía.

Os preguntaréis cómo llegué hasta donde estoy, siendo dueña de una de las empresas más importantes de diseño de Nueva York. Pues mamá siempre dijo que tengo algo muy peculiar, que es que todo lo que me propongo lo logro.

Al menos tendré tres meses de descanso ahora, aunque no será del todo. Aprovecharé las vacaciones para cumplir mi venganza. El dinero y la fama no lo es todo. Necesito más. Necesito mi tan ansiada venganza. Y con las vacaciones, vienen mis planes. Como dije antes, todo lo que me propongo lo logro, y hace quince años me propuse vengarme, y es lo que haré.

Conduzco por las calles hasta llegar a mi enorme mansión, donde estaciono mi auto y bajo. Activo la alarma del auto y camino sobre los adoquines del camino hacia mi entrada, que está flanqueado por orquídeas a ambos lados, mis flores favoritas.

Entro a mi casa, sintiendo cómo refresca. El verano está empezando, y lo que más amo de mi enorme hogar es que es fresca adentro, sin la necesidad de aires acondicionados.

Me quito los zapatos en la entrada y ahí los dejo. Que Madeleine se encargue luego. Me tiro sobre el sofá blanco y me quedo ahí, viendo el techo, pensando en todo lo que tengo que hacer para completar mis planes.

—Armas —susurro, y me levanto de golpe.

Camino hasta mi estudio, donde busco papel y un bolígrafo para anotar todo lo que voy a necesitar comprar en cada uno de mis destinos. Vuelvo a la sala, me siento en la alfombra, apoyo el papel en la mesita de cristal y comienzo a anotar:

1.     Ropa según la ciudad

2.     Armas (investigar tiendas de cuchillos coleccionables).

3.     Mucho dinero.

Me golpeo el labio con la punta del bolígrafo, pensando en qué más necesitaré.

4.     Mapa de las ciudades y ubicación exacta de mis víctimas.

5.     Obviamente, el Libro Negro.

Supongo que eso es todo. Doblo el papelito y voy hasta mi habitación beige, pulcra y estéril, con una enorme cama de dos plazas en el medio, con un cobertor blanco con puntos negros y dos mesitas de luz a cada lado. Un enorme closet pegado a la pared y la puerta de mi baño.

Mi maleta negra se encuentra sobre la cama, así que camino hasta esta y meto el papelito en un bolsillo aparte.

Saco mi portátil de la maleta negra y la enciendo. Una vez está cargada, ingreso en el buscado las dichosas tiendas para conseguir estos cuchillos, y hago un pedido variado. Resulta muy costoso, y pienso que si compro de estos en cada uno de mis destinos, terminaré en la bancarrota.

Una idea me viene a la cabeza. León.

León es mi chófer, y es un gran confidente. Tal vez puedo hacerlo viajar por tierra para llevarme la maleta y así evitar que me atrapen en el aeropuerto, ya que te revisan hasta los dientes. Si conduce como León-el-hombre y no como León-el-chofer-de-Jazz-Collins, llegará a tiempo.

Una vez chequeo nuevamente mi ropa y el lugar al que viajaré, notifico a León que a la mañana siguiente deberá buscar las armas y viajar a Tennessee a llevarlas. No pregunta qué transportará, algo que me gusta de él.

Tomo una ducha corta, preparándome para dormir. Desenredo mi cabello y me coloco el pijama, mientras me lanzo sobre la cama. Reviso una última vez mi teléfono, y como de costumbre, no tengo nada, pues siendo una mujer solitaria y soltera, nadie me escribe a menos que sea de trabajo. Triste vida.

Entonces, busco en mi maleta mi desgastado Libro Negro, con las páginas llenas de palabras con mi letra cursiva y algunos manchones de lágrimas. Reviso la lista:

·Nathaly.

·Nathan.

·Nicole.

·Cassie.

·Emma.

·Megan.

·Heyly.

Lo guardo nuevamente en la maleta y me dispongo a dormir, pero no paro de esbozar una siniestra sonrisa al pensar en qué cara pondrá Nathaly cuando me vea, luego de haberse reído de mi Libro Negro.

 ***

La alarma de mi iPhone me despierta de golpe. Bostezo, y entonces cuando recuerdo el importante día que me espera hoy, el sueño sale corriendo. Son las cinco de la mañana, y mi vuelo no sale hasta las ocho, pero me gusta ser puntual.

Tomo una rápida ducha con agua tibia, relajando mi cuerpo. Me seco y me coloco unos vaqueros negros, una blusa aguamarina y unas zapatillas negras. Tomo mi cazadora de cuero negro y la enrollo en mi brazo.

Cojo mi maleta y salgo de mi casa. Me gusta el clima cuando aún no ha madrugado, puede verse la niebla y todo está en silencio.

Cuando llego al estacionamiento, León ya está esperándome frente al auto. Le entrego mi equipaje y él la lleva a la maletera mientras entro al asiento trasero del auto que uso cuando León me lleva.

Momento luego, él se une a mí dentro del auto.

—Buenos días, señorita Collins —dice con su gruesa voz, llena de profesionalismo.

—Buenos días. Y León, ya te lo dije. Llámame Jazz —respondo.

Jamás me ha gustado que me llamen por mi apellido. He luchado contra mis empleados para que me digan por mi nombre de pila, pero aún así no lo hacen, lo que me saca de quicio a veces. Parecen no entender nunca.

—¿Sabes la dirección donde dejarás la maleta, cierto? —Dudo.

—Sí. Estará allá a las ocho de la noche de hoy —afirma.

Es algo tarde, pero supongo que tendré que esperar hasta mañana para cumplir. Un día más, un día menos, ¿cuál es la diferencia?

—Gracias.

Él asiente y se concentra en su trabajo; conducir. León jamás ha sido demasiado parlanchín. No es una persona con la que puedas entablar una conversación.

Él frena frente a la imponente construcción del aeropuerto, lleno de ventanitas polarizadas.

—Llegamos seño… Jazz —se corrige a sí mismo, mientras aparca frente a las puertas del aeropuerto.

—Gracias por traerme, León —digo, bajando del auto.

Él baja también, mientras busca mis cosas en la maletera. El viento mañanero agita mi cabello chocolate, haciendo que azote mi rostro. Intento controlarlo atándolo en una coleta alta, pero parece estar terco hoy.

—Aquí tienes —me saca de mis pensamientos mi chofer, entregándome mi maleta—. Disfrute su viaje, Jazz.

—Gracias. Cuídate mientras no esté, y no choques el auto, por favor —le pido, haciéndolo reír.

Él me sonríe incómodo. Jamás hemos tenido una relación demasiado estrecha. Entra en el auto y arranca, con los neumáticos chirriando. Os lo dije, es un demente conduciendo cuando no me tiene en la parte trasera del auto.

Yo suspiro mientras miro la amplia estructura. Camino hasta la entrada mientras en mi mente repaso el método de asesinato que emplearé con Nathaly. 

Revenge©.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora