No juegues con alguien roto. Puedes lastimarte

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Cuando despierto, sigo en el mismo lugar donde recuerdo haber perdido la consciencia. No me moví ni un centímetro, pero tengo las muñecas llenas de marcas rojas y los vaqueros llenos de sangre, al igual que lo que antes eran gotitas de sangre, se han convertido en un gran charco, que ha llegado hasta mis piernas.

Siento todo mi cuerpo entumecido, pero más que nada, el brazo izquierdo, el que me corté.

Veo las cicatrices, y me siento diferente... aliviada. Como si el dolor interno hubiera salido por las ranuras de las cortadas. Es algo tan aliviador que es simplemente imposible de definir.

Me incorporo lentamente, tratando lo máximo los mareos, pues no quiero terminar desmayada una vez más. Me apoyo de paredes, mesas y sillones, manchando todo con la sangre.

Bueno, necesitaré una buena coartada para esto.

-¿Nathan? -llamo en un murmullo, pero no escucho respuesta.

Me tambaleo hasta el cuarto, pero no está ahí.

Los recuerdos de la noche anterior nublan mi mente, y momentos luego, empañan mis ojos. ¿Qué habrá sido de él? ¿Dónde está? ¿Estará bien? Me preocupa lo que pudo haber pasado con él, pero el hecho de que no esté aquí, preocupado por lo que me pasó a mí anoche, me duele más que las heridas de mi brazo.

Entro al baño y seco mis lágrimas. Lavo mi rostro y me veo al espejo. Me da asco mi reflejo. Una mujer ojerosa, con el cabello desgreñado y tez tan pálida que bien podría ser traslúcida, me mira, con sus ojos azules cansados e hinchados de tanto llorar, más los labios resecos y temblorosos.

Me desplomo en el suelo y continúo llorando por el amor que seguramente perdí gracias al imbécil de Logan. Ya no siento añoranza por él, ahora siento odio, ira, desprecio.

Y todas estas palabras juntas, forman otro nombre diferente: Estefania. Aprieto la mandíbula con tan solo pensar en su nombre. ¿Cómo pudo traicionarme de esta manera? Me siento como una total tarada por haber confiado en ella, cuando no era más que una desconocida. ¿Será que no estoy destinada a tener amigos?

Los mareos y la debilidad le abren paso a la ira y determinación. Asiento hacia mi reflejo y sonrío de medio lado, mostrando mi brillante colmillo. Me las va a pagar.

Tomo una ducha con agua caliente, la cual hace mis heridas escocer cuando las toca, pero he resistido dolores peores sin gritar. Me refriego el cabello y cada parte de mi cuerpo hasta que la sangre seca desaparece. Salgo de la ducha y me cepillo el cabello. Cubro mi cuerpo con una toalla y salgo a la habitación, buscando ropa.

Abro el armario, y mi corazón duele cuando veo el hermoso vestido blanco que usé hace dos lejanos días para convertirme en la Sra. Reynolds. Comprimo las lágrimas y aparto la mirada antes de que sienta más tentación de cortarme.

Saco la ropa más ligera -es decente- que consigo y me la coloco. Envío un mensaje a León diciéndole dónde tiene que estar ahora con mi maleta, ya que no lo veo desde Los Ángeles.

Él responde un simple «ok» y me dice que llegará en un par de horas. Sonrío con malicia y pienso en que disfrutaré de esta muerte que de ninguna de las anteriores, a pesar de que no tendré a Nathan a mi lado.

Pasé la tarde viendo televisión, leyendo un poco y usando mi celular. Los periódicos están hasta más no poder con respecto a las muertes de mis víctimas, y ya sospechan de varias personas, pero no lo vinculan de ninguna forma.

Llaman a la puerta y me levanto a abrir, impaciente por ver nuevamente a mis hermosos bebés nuevamente.

-Le... ah, tú. -Escupo cuando veo a Estefania tras la puerta-. Lo siento, pero se ha equivocado de edificio. Aquí no vacunamos animales -sonrío falsamente y hago ademán de cerrar la puerta, pero ella atraviesa el pie.

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