Tercera víctima de Jazz, primera de Nathan

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–Linda, despierta. –La voz de Nathan hace que la oscuridad sin sueños se acabe.

Lentamente, abro mis ojos por completo, luchando para que estos no se cierren nuevamente. Los restriego con mis manos y me estiro, bostezando, con la boca tan abierta, que las comisuras de esta me duelen.

–¿Lista para Texas? –me pregunta.

–Completamente –beso sus labios.

El sonido avisando que los cinturones pueden ser desabrochados no se hace esperar más, y el sonido de la multitud hablando y levantándose se escucha segundos luego.

Nathan se levanta, pero le tomo la mano y lo obligo a sentarse una vez más.

–No. Tenemos tiempo. Espera a que se descongestione –sugiero.

Él asiente y se sienta.

El nerviosismo que presentaba en el aeropuerto ha desaparecido, pero parece que se lo he contagiado a mi compañero, ya que sus piernas saltan nerviosamente, igual que la mano que tiene entrelazada con la mía se oprime rítmicamente.

–¿Ahora tú estás nervioso? –pregunto, apoyando mi costado del espaldar del asiento, para tener una mejor vista hacia él.

–¡Es comprensible! –Grita murmurando–. Es la primera vez que hago esto. Tú, ¿cuántas veces lo has hecho? ¿Dos, no?

Yo asiento. Debo ser comprensiva con él. Es normal que se sienta nervioso, ya que lo único que debe haber asesinado en su vida fueron insectos, y porque tal vez su hermanita les tenía fobia.

Beso su mejilla y acaricio su brazo, tranquilizadoramente.

–Todo estará bien, ¿vale? –le aseguro.

Él suspira resignado. Mi estómago se cierra ante la idea de que pueda estar arrepintiéndose. ¿Y si a último momento decide no ayudarme, sino llamar a la policía, o irse pitando?

Mi corazón se acelera y se retuerce, imaginando el dolor que le causaría perder a su pareja, que vendría siendo el corazón de Nathan. Sí, soy cursi algunas veces.

Una vez el pasillo está libre, le doy un empujoncito en el brazo a Nath, dándole la señal de que es momento de salir. Él se levanta, toma las maletas y las arrastra por el pasillo. Ruedo los ojos. Si tan sólo pudiera dejar su machismo de lado y me dejara ayudarlo…

Una vez dentro del aeropuerto de Texas, llamamos a un taxi. Anoche, cuando pedí los boletos de avión, si que Nathan lo supiera, reservé una suit en uno de los hoteles más lujosos de toda Texas. Sé que cuando se entere, o bien me odiará, o bien me matará, aunque dudo que la segunda opción sea viable para él.

Esperamos sentados, charlando sobre todo un poco, como qué le haremos y todo ese tipo de dudas. Jamás he trabajado con alguien, ni cuando joven. Prefería marginarme, no tener nada que ver con los demás. Ser sólo yo, para todo. Y ahora, tengo apoyo. No estoy sola, y algo me dice que, jamás lo volveré a estar mientras Nathan viva. Y yo me encargaré de que sea mucho tiempo.

El taxi llega, y de inmediato, el clima de Texas nos golpea de golpe. El calor es sofocante, y no hay ni un atisbo de viento que agite levemente mi cabello. El clima aquí es horrible. Dudo que si quiera piense en salir del hotel, con la comodidad del aire acondicionado.

No he dado ni cinco pasos cuando comienzo a sudar. Y yo, odio sudar. Me pone de mal humor estar mojada, con la ropa pegada al cuerpo y con el cabello de la nuca y junto a las orejas húmedo. Puaj y doble puaj.

 Subimos al taxi y le doy gracias a Dios que tiene aire, pues no estoy segura que asesinaría a otro taxista. Respiro y cuando hasta diez, tratando de calmar mi mal humor que sólo crece con cada minuto que pasa. Y la conversación sin cesar del anciano que conduce sólo hace que la malhumorada Jazz quiera salir cada vez más.

Revenge©.Where stories live. Discover now