Juntos

6.7K 319 11
                                    

Nathan y yo pasamos la noche abrazados bajo los cobertores, relajándonos el uno al otro con nuestras respiraciones y latidos cardiacos.

Despierto hecha una maraña de brazos y piernas con él. Está boca abajo, con casi todo su peso sobre mi delgado cuerpo, y él debe pesar por lo menos unos ochenta kilos.

Me remuevo bajo su peso, sin poder quitármelo de encima. Él gruñe, pues me imagino que lo he despertado.

Lo miro fijamente. Así, sin arreglarse, es aún más lindo. Su largo cabello está desaliñado, sus labios semi abiertos y en su rostro hay tanta paz que creo que acabaría con las guerras del mundo. Me sorprende que este chico haya sido suicida. ¿Qué podría faltarle a él, para que se odiara o despreciara su vida? Pero cada quien conoce su historia, y no puedo juzgar sus acciones sin conocer sus motivos.

Lo observo dormir por lo que siento es una eternidad. Su paz se transmite a mí, calma los gritos de mis demonios y el dolor se desvanece con su look de recién levantado.

—Jazz, ¿por qué me ves así? Para, es incómodo. Y me asustas —murmura con las palabras saliendo amortiguadas, ya que cuando mueve su mandíbula para articular las palabras, sus dientes muerden la parte interna de su mejilla.

Sigo callada, sonriendo, mientras observo cada uno de sus suaves rasgos, queriendo grabarlos a fuego en mi mente en caso de que algo me suceda, más adelante.

—Para, Jazztel —me ordena, incorporándose.

El uso de mi nombre completo me toma por sorpresa. Nadie me ha llamado así desde hace años, cuando me decían Pretzel. Inmaduros.

Acerco mi dedo a su rostro, tocando su nariz como un botón y haciendo un bup con mis labios cuando mi dedo hace contacto con esta.

Él me mira serio, y luego una sonrisa perversa se dibuja en su rostro.

De un momento a otro, lo tengo sobre mí, haciéndome cosquillas. Me río como loca —que con mi personalidad risueña ocurre mucho— mientras me revuelco en la cama y me hago un ovillo, intentando alejarme de sus manos, que se mueven de arriba para abajo en mi abdomen. Le doy pequeños golpecitos en el pecho y brazos intentando que me suelte.

Me toma por las muñecas y las coloca sobre mi cabeza, aún riendo ambos. Intento liberarme de su agarre, pero es imposible, así que comienzo a lanzarle mordidas fallidas. Él baja un poco, pegando su pecho con el mío, y besa mi frente, luego mi nariz y por último, mis labios.

Mi corazón se acelera. No puedo ser más afortunada.

—Iré a tomar una ducha. Debemos ir a Texas a acabar con tu trabajo —me guiña un ojo y se levanta.

Camina hasta el baño y una vez cierra la puerta, dejo que el suspiro que he estado conteniendo desde anoche escape de mis labios. Por favor, pellizcadme, porque creo que estoy en un sueño, o un coma. El punto es que, es demasiado surrealista. Hay veces que creo que, en cualquier momento, me despertaré, siendo la Jazz adolescente.

Horas luego de que ambos nos arregláramos, hiciéramos un poco de ejercicio, con otra reñida carrera y desayunáramos, nos encontramos en el aeropuerto, esperando a que llamen nuestro vuelo a Texas.

Me siento nerviosa. Mis manos sudan y me aterroriza que, una vez que conozca a la Jazz que soy, la real Jazz, se aleje para siempre de mí. Eso, definitivamente, me mataría.

Trato de respirar con normalidad, deseando no sufrir de un ataque de ansiedad mientras el vuelo se tarda siete días más. Mis piernas saltan con hiperactividad, mis manos juegan entre sí con nerviosismo y los pensamientos de qué pasaría si asusto a Nathan y lo alejo por fin, nublan mi mente, ocultando tras ellas el optimismo —que ya de por sí es poco— que tengo.

Revenge©.Where stories live. Discover now