Atrapados

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Llegamos al aeropuerto, sin dirigirnos la palabra con respecto a lo ocurrido con Logan. Él quería que le contara, y eso haría. Si hay algo que no tendrá esta relación, serán secretos y mentiras, pues es lo que más odio en el mundo.

—¿Piensas contarme? —pregunta, mientras deja de lado el teléfono.

—Sí. Pero en el hotel. —Le digo. Él siente y besa el dorso de mi mano.

—No estoy enojado contigo, bebé. Quiero que lo sepas —manifiesta.

Le sonrío y recuesto mi cabeza de su hombro. Su teléfono comienza a vibrar en su regazo y cuando lo alza alcanzo a ver que el nombre del contacto tiene una Y al final, pero antes de que pueda terminar de leer el nombre, aparta el teléfono y lo contesta. Lo miro fijamente.

—Lilly —susurra mientras se lo lleva a la oreja y besa mi frente, antes de levantarse y caminar lejos de mi alcance.

Por lo que tengo entendido, Lilly es la asistente de Cooper, el representante de uno de los equipos que lo reclutan. Me relajo y me quedo viendo la pantalla del aeropuerto, mientras pienso en todo lo que ocurrió durante la semana.

Esta semana ha sido más emocionante y agotadora de lo que debía.

Nathan vuelve y se sienta.

—¿Qué quería? —Pregunto.

—Me preguntó si seguiría en Miami y por cuanto tiempo, pero le dije que me voy a Atlanta contigo, y que no quiero que me molesten.

Asiento y me relajo un poco más.

—Vale.

Él suspira continuamente, lo cual me preocupa un poco.

—¿Estás bien? —le pregunto.

Él abre la boca, pero la voz de una mujer por el megáfono lo interrumpe.

Atención a todos los del vuelo 1849 con destino a Atlanta. Favor abordar el avión.

Yo lo miro, y él niega con la cabeza.

—No era nada. Vamos.

Coge las maletas y camina hacia la zona de abordaje. Subimos al avión y nos sentamos en nuestros respectivos asientos.

Él saca sus audífonos y se los coloca. Yo lo veo, y me doy cuenta que no quiere hablar conmigo. Suspiro, niego con la cabeza, y saco mi libro. Él quiere jugar a la ley del hielo. Pues bien, porque yo también sé cómo jugar.

El avión despega minutos luego, y él se quita los audífonos.

—Jazz.

Yo lo ignoro, tal y como él hizo todo este rato. Puedo sentirlo poner los ojos en blanco y me arranca el libro de las manos.

—¡Eh, estoy leyendo eso! —Me estiro para quitárselo, pero él tiene brazos más largos y lo aleja de mi alcance.

—Debemos hablar.

—Oh, ¿de verdad? Creía que estábamos jugando a quién-deja-de-hablarle-a-quien, o eso me diste a entender tú —le espeto.

—Lo siento, ¿vale? Me siento confundido por lo que pasó fuera del hotel.

—Noticias: no eres el único. —Resoplo y me dejo caer sobre el respaldo del asiento.

—¿Lo sabías? —Le dirijo una mirada de especifícate—. El que él te ame. ¿Estabas enterada?

Vacilante, asiento y bajo la mirada.

—¿Y por qué no me lo has dicho? —Parece dolido.

—Porque no era importante. Y porque ya nos íbamos.

Revenge©.Where stories live. Discover now