Nuevo amigo

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Hace una hora y media Nathan se fue, y mi existencia jamás fue tan aburrida. He pasado todo este rato viendo la película, y aunque amé el libro, esto no es para nada parecido a él. Es algo que odio de la adaptaciones de las películas. Jamás son exactamente como los libros. Me diréis exigente, pero, ¿qué es lo que quiero como lectora? Una película exactamente igual al libro que dure diecisiete horas. No es nada.

Pienso en ir de compras, comer helado, tal vez ir a una pista de patinaje sobre hielo —si es que en Miami, con su clima, existen— y pasar un tiempo con un poco de tiempo de chica.

Una vez acaba la película, me levanto, me doy una ducha y me visto. Me coloco un short alto, una camisa negra con la carita de la banda Nirvana de tirantes gruesos holgada, que deja ver los costados de mi sujetador y unas Vans.

¿Qué? Me gusta este estilo, y aunque casi tengo treinta, bien puedo pasar por una adolescente. Estoy en el apogeo de mi juventud. Supongo.

Tomo mi celular, la llave de la habitación y un poco de dinero. Meto todo en los bolsillos y salgo por la puerta, pero me tropiezo con alguien, que por lo fuerte y pesado que es bien podría ser una pared.

—Wow, con calma, pequeña —dice una voz familiar.

—Hola, Logan —digo, teniendo que levantar la mirada para verlo, lo cual no suele pasar con mi metro setenta y tres de altura.

—¿Cómo te encuentras? Lamento lo que ocurrió anoche. Es mi culpa —se frota la nuca con la mano, lo cual resalta que está avergonzado por su comportamiento la noche anterior.

—Nathan piensa lo mismo. Pero no fue culpa de nadie. Mi ataque de ansiedad fue mi culpa, pues no supe controlarlo. —Le quito importancia con un gesto de la mano.

Él me mira de pies a cabeza, y en sus ojos brilla algo desconocido pero familiar.

—Te ves bien. —Comenta en un farfullo—. ¿A dónde vas?

—Pensaba en hacer algo hoy, como ir de compras, a comer helado, o algo por el estilo. —Me encojo de hombros.

—¿Tú sola?

Asiento con lentitud.

—Pues, ya no lo harás sola. —Engancha su brazo con el mío y me lleva a través del corredor.

Lo miro bruscamente. Él me regresa la mirada y sonríe con inocencia.

—Pienso acompañarte para recompensarte el par de mal días que te he hecho pasar, ¿vale? —Levanta las manos hasta la altura de los hombros en gesto inocente—. ¡Trato de ser un buen amigo! —Se lleva una de las manos al pecho, en un falso gesto de dolencia.

Lo miro fijamente. ¿Amigos? ¿Ya somos amigos? Vaya.

Mi rostro de perplejidad debe haberme delatado, pues su sonrisa se borra y me dice:

—¿Qué ocurre?

—¿Amigos? —pregunto, sólo para estar segura de haber escuchado bien.

—Sí Jazz. ¿Por qué no seríamos amigos?

—Es que… —bajo la mirada. No puedo decirle que jamás he tenido amigos, a excepción de Nathan, quien en realidad no es mi amigo, es mi novio—. Serías mi primer amigo —murmuro.

Él me mira sorprendido.

—¿Jamás has tenido un amigo? Jazz, ¿por qué? Eres una persona maravillosa —admite, ruborizado.

Suspiro, y decido contarle la verdad mientras caminamos. Claro, no toda la verdad. Solo la parte del bullying. Él escucha todo con gran atención y asiente cuando tiene que asentir, igual que hace comentarios como «Qué perra esa tal Heyly», o «si yo hubiera sido Nathan, la mano a la porra». Me escuchó y entendió cuando estuve a punto de llorar. Los recuerdos son demasiado dolorosos para mí.

Revenge©.Where stories live. Discover now