Momentos vergonzosos

4.7K 240 36
                                    

Esta semana he salido mucho con Logan. Por ejemplo, hoy vamos de camino a la playa en su motocicleta. Nathan se quedó en la suite, haciendo quién sabe qué cosas mientras está solo. Lo único que espero es no llegar y encontrar un video pornográfico sobre la televisión.

Llevo en mi bolsa todo lo necesario, como toalla, sandalias y ropa extra, obviamente, pues no pienso llevar este suelto y vestido blanco con tendencia a transparentarse cuando en vez de traje de baño, lleve puesta ropa interior.

Logan aparca la moto en el lugar indicado para este vehículo y ambos bajamos con rapidez.

—Veo que te acostumbraste rápido al cambio —comenta, viendo la profesional manera en la que me bajo de su moto.

Río junto a él y me reprimo con todo el autocontrol del mundo para no derretirme ante su cautivadora sonrisa.

—Logan, yo crecí subida en una Harley. ¿Cómo se me va a complicar subir a una Kawasaki? —Lo miro con fingida incredulidad.

Él levanta las manos en gesto de rendición mientras se encoge de hombros.

—Vale, lo siento, «reina motociclista» —hace una reverencia burlona.

—Gracias, gracias. —Muevo la cabeza hacia un lado y el otro, queriendo parecer arrogante.

Él sonríe y rodea mis hombros con el brazo. Es la misma playa donde nos conocimos, y debo agradecer a la pelota por haber cruzado mi camino con este hombre maravilloso, este gran amigo.

Por alguna razón, esta palabra sabe extraño en mi boca. «Amigo». No sé bien si es por el poco uso que le he dado a esta durante tantos años, o porque simplemente comienzo a pensar diferente sobre Logan.

No. Eso no es verdad. Es todo lo que somos. Amigos, y más nada. ¿Cómo podría sentir algo más que amistad hacia Logan, si tengo a mi príncipe oscuro, Nathan, a mi lado? No es posible. No, no y no.

Caminamos así hasta la cabaña donde se alquilan las tablas de surfear y durante toda la fila, hacemos comentarios graciosos y hablamos de cosas tan locas y chistosas, que las personas a nuestro alrededor comienzan a reír junto a nosotros.

Si así es la amistad, deseo que sea eterna, porque resulta que ahora, no puedo imaginar la vida sin un amigo-no-novio.

Una vez tenemos las tablas alquiladas, nos adentramos en el mar para surfear un poco.

Él descubrió que sé hacerlo pues surgió una pequeña conversación en la que se me escapó la información. Me cubrí el rostro con ambas manos, pues no quería que ese secreto se supiera. No es que me avergüence ni nada por el estilo, es sólo que son cosas que guardo para mí misma.

Duramos un buen rato tumbados sobre nuestras tablas, esperando a que algo pase, hasta que Logan me señala con el mentón hacia atrás. Vuelvo mi vista hacia donde mi amigo me indicó y veo la gran ola que se aproxima. Es simplemente perfecta.

—¡Andando! —Le grito, él asiente y comienza a remar con sus brazos al mismo tiempo que yo lo hago.

La ola eleva la parte trasera de mi tabla, y es mi señal para levantarme. Me pongo de pie sobre la superficie de madera, con los pies en la posición que me enseñó aquel surfista en Aruba. Comienzo a mover las caderas para guiar mi tabla sobre el agua, mientras chillo un «¡waju!». Escucho la risa de Logan tras de mí, pero entonces ya no lo veo.

Me preocupa que ya no se encuentra atrás de mí, y esta emoción tan fuerte reemplaza la concentración, que corre de mí y me quedo sin nada, entonces, caigo de cara en el agua.

La ola me revuelca y yo abro la boca para gritar, pero sólo entra agua salada. Doy vueltas y el agua se cuela por mi nariz. Siento algo en mi cuerpo diferente, pero no le presto demasiada atención, pues siento que me estoy ahogando en este momento.

Revenge©.Where stories live. Discover now